Mi historia se pone fea...

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Volviendo a lo mío, mi historia se pone fea cuando Blancanieves crece. Así es según los cuentos de hadas que sus abuelitas les contaron a ustedes. Según el cuento, parece que el tarado fiel de mi espejo me revela que ella es más hermosa que yo (cosa que, como ustedes saben, es imposible que ocurra). Estonces, en el cuento, yo me pongo verde de envidia y me disfrazo de vieja horrorosa y salgo a vender fruta por el bosque. ¿Qué cabeza pudo inventar semejante disparate? ¿A quién se le puede ocurrir que yo, la Reina altísima majestuodísims y demás ísima, me convierta en verdulera? Pero así funciona la cabeza desquiciaditas de los escritores de cuentos para niños.

Por lo tanto, acá les voy a con la verdad verdadera:

Un día, a Blancanieves se le mete en la cabeza que quiere ir al baile que da el palacio de acá a la vuelta.

_ Madrastra _me pregunta_, ¿me presta el peine, así me hago un peinado sofisticado?

_ Me lo vas a romper con esos pinchos parados que tenés...

Igual se lo presto y gracias si el abnegado peinecito logra pasar por esos alambres de púa que ella tiene y a los que llama "pelo". El peine, como es mágico, se los aplasta y le queda una melenita que parece el casco del hombre-bala del circo.

 El peine, como es mágico, se los aplasta y le queda una melenita que parece el casco del hombre-bala del circo

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Después otra vez viene a la carga:

_ Madrastra, ¿me presta los zapatitos de cristal?

_ Ay... Me los vas a hacer añicos, Blancanieves...

_ Por favor, Madrastra.

Al final, se los presto. Como son zapatitos mágicos, hacen parecer que los pies de Blanca son delgados y delicados. Tienen que ver ustedes cómo le gusta a ella pisotear cucarachas descalza, para que se den una idea de que los pies de Blanqui podrán ser cualquier cosa menos delicados.

_ Madrastra, ¿me presta el cinturón de piedras preciosas?

_ Me lo vas a reventar, Blancanieves. Tenés la cintura como un barril.

Pero me machaca con el asunto de que ella está solita en la vida y que extraña a papá difunto y bla bla bla, y que tiene ansiedad oral y que si se atiborra de palitos y papas de copetín es por angustia oral y más bla bla bla. Al final se lo presto para sacármela de encima, porque es una pesada que me hace dar jaqueca. Como el cinturón es mágico, se estira más o menos hasta la extensión de una red de cancha de tenis y ella se lo pone.

_ Madrastra... _insiste por última vez, mirándome con ojos de cervatillo huérfano de madre_, ¿estoy linda?

_ Bueno, Blancanieves, sabés que la sinceridad es mi fuerte. No seré una madrastra cariñosa como habrás deseado. No seré una madrastra que te cocine tortas fritas los días de lluvia y te haga caricias en tus granujientas mejillitas. No seré la madrastra que, cuando vengas con el vestido lleno de barro de jugar con los bichitos del bosque y de reventar sapos, diga: "No te preocupes por la mugre, Blancanieves, que el nuevo jabón en polvo Magilimp quitará estas manchitas asquerosas"... Pero sí soy sincera. Franca, verdadera, honesta, sin dobleces. Así que te hablaré como a una hija, Blancanieves. No como a la hija que siempre deseé tener, porque si me salía como vos, me lanzaba al foso de los cocodrilos. Por eso, te hablaré como a la hija de tu padre, el rey. Blancanieves: tenés menos gracia que una banana con pelo.

_ ¡No puede ser, no puede ser! Soy hermosa...

_ Blancanieves: en un concurso de belleza entre una lagartija y vos, a la lagartija la coronan Miss Mundo.

_ ¡No es cierto, no es cierto!

Ahí, ella se puso furiosa y quiso que a toda costa fuera al Espejito Mágico el que resolviera si ella se veía hermosa o no para ir al baile del palacio...

Ahí, ella se puso furiosa y quiso que a toda costa fuera al Espejito Mágico el que resolviera si ella se veía hermosa o no para ir al baile del palacio

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Habla La Madrastra - Patricia SuárezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora