Confesión

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-Carolina nos llamó a eso de las cuatro. Estaba muy molesta.

-Un momento -interrumpió el fiscal- Entiendo que ambos son la misma persona, pero creo que sería más claro si refiere a quien estaba al mando al momento de realizar las acciones.

-Como diga. ¿Continuó?

-Por favor.

-Como le decía, Carolina llamó a Tomás a eso de las cuatro. Le dijo que quería hablar con él. Que era urgente.

-¿Dijo de que se trataba el asunto que quería hablar?

-En ese momento no. Tomás se impacientó e insistió en que fuéramos de inmediato. Sentía que algo no estaba bien y no quería agonizar hasta poder hablar con ella cara a cara. Llegamos al edificio unos veinte minutos después. El portero estaba en la entrada y nos dejó subir porque nos conocía. Él debe ser su testigo.

Álvarez disimuló la incomodidad de haber sido descubierto. Miró al comisario y este asintió sutilmente.

-Continúe -respondió volviendo la vista al muchacho.- Recuerde no hablar en plural.

-Perdón. Entonces, subimos al departamento, tocamos el timbre y Carolina nos abrió. Estaba ofendida que el portero nos haya permitido subir, pero creo que era parte del fastidio general que ya tenía. De todas maneras nos dejó entrar.

El fiscal lo miró algo molesto y Gustavo entendió el mensaje.

-Quise decir, dejó pasar a Tomás. -esbozó una sonrisa pícara y continuó- Una vez adentro, le explicó la situación. Le dijo que se sentía violada. Que había estado averiguando y entendía el porque de sus cambios de humor. Le dijo que era un esquizofrenico. Esto, claramente molestó a Tomás, quien empezó a gritarle e insultarla. Le dijo que era una puta, que dormía con cualquiera y que todo era una excusa para deshacerse de él.

Álvarez y Ramirez cruzaron una mirada pero volvieron a prestar atención al relato.

-El poder de la negación es fuerte -les dijo Gustavo al darse cuenta que les costaba entender las actitudes del muchacho.

-Continúe por favor -dijo el fiscal asintiendo.

-Bueno, la cosa se puso fea. Tomás la agarró del cuello y la tiró contra la pared. Carolina se puso a llorar asustada y salió corriendo. Él la persiguió hasta que llegaron a la cocina. Ella agarró una cuchilla y le dijo que se fuera. Que no lo quería volver a ver. Forcejearon y Tomás terminó con el cuchillo en la mano clavado en el vientre de ella.

-¿Usted no participó en ningún momento?

-No podía aunque hubiera querido. Cuando Tomás se altera me es imposible tomar el control. De todas formas no habría cambiado nada. La mina merecía morir.

Esta vez fue el comisario quien se incomodó. Hizo un gesto de repulsión pero se contuvo.

-¿Qué paso después? -preguntó Álvarez.

-Ahí fue cuando Tomás se desmayó. Ese fue el momento en que tuve que salir a limpiar sus cagadas. Cómo cuando mató al padre. Vino todo asustado a pedirme que lo ayudara. Él no se acuerda, se piensa que me conoció en Buenos Aires, pero ya estábamos juntos desde antes.

-¿Qué hizo con el arma?

-La enrollé en un paño de cocina y la metí en una bolsa de basura. Cuando salimos del departamento hicimos unas cuadras y la tiré en un contenedor.

El fiscal y el comisario se miraron satisfechos. Álvarez había anotado todo con el mayor detalle posible. Tenían una confesión.

Secreto de hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora