Raven se despertó paulatinamente, mirando el techo de la habitación, siendo iluminado por los astros que entraban por el ventanal, se sentía presa con tantas sábanas encima, tanteó el espacio a su lado, notando que se encontraba sola en la cama, algo raro si tenía en cuenta que ni recordaba cómo había llegado hasta allí.
No se pudo incorporar, era como si su cuerpo estuviera adherido a la cama, lo único que podía hacer era mover la cabeza, irguió un poco su cuello, mirando el final de la cama, donde pudo reconocer los girasoles y las dalias que debían estar en su habitación.
Algo confundida, comenzó a escanear la habitación, o lo máximo que podía con sus limitaciones. El lugar era una pieza más grande que la habitación de Robin, gracias a la luz de luna, podía reconocer sus cosas y las de su pareja, más se encontró otras que le eran desconocidas, y demasiado infantiles para que alguno de los dos las usará... Todo era demasiado confuso.
Una luz se encendió, alertándola. Dos presencias familiares emanaban de allí, por lo que, sin poder contener su curiosidad, sus ojos viajaron hasta el sitio indicado.
Instintivamente, sus manos fueron hacia sus labios, ocultando la sonrisa y el gemido de exaltación que al final no se escuchó. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y un deseo de ponerse de pie la recorría... Más algo se lo seguía impidiendo.
No podía moverse, solo observar el hombre dormido en una mecedora, sobre su abdomen, y firmemente agarrado por uno de sus brazos, se encontraba un pequeño bulto envuelto en sábanas, varios mechones amatistas caían sobre su angelical rostro, similar al de una muñeca de porcelana, y en su frente, brillaba la gema rojiza.
Destapo sus labios, quería decir algo, pero las palabras se negaban a salir, se sentía como una simple espectadora. Un movimiento entre las telas que aun la cubrían la hizo prestar atención de nuevo a la cama.
Era como si algo más estuviera en la misma cama con ella, ahora eran sus manos las que se negaban a responderle.
La impotencia se adueñó de ella, al sentir que no podía remover la manta que la cubría, se sentía paralizada, a merced de alguien desconocido, sus ojos miraron de nuevo hacía la mecedora, donde su pareja seguía dormida tranquilamente, ajeno a todo lo que pasaba.
Unas manos rodearon su cintura, y un frío helado la hizo estremecerse, su cuerpo se tensó, un leve quejido escapó de lo que sea que se hallará entre las sábanas, y poco a poco, sintió que esto comenzaba a escalar.
Abrió sus ojos impresionada, al sentir como la cabeza de aquel ser, se descubría un poco, dejándola ver su rostro.
Un grito de asombro salió de ella, y toda la movilidad de su cuerpo regresó, sus ocelos estudiaron bien a la niña; de no más edad que cinco años, frente a ella, al tiempo que un cálido sentimiento se adueñó de su ser.
Sus manos se deslizaron, palpando la cara de la pequeña, para luego, con sus dedos acomodar los mechones que caían sobre el rostro de la niña, impidiéndole una buena visión de la pequeña, descubriendo la gema que Raven también tenía en su frente, y un par de ojos con heterocromía, el izquierdo era de color esmeralda, muy familiares, mientras que el derecho amatista, con un toque rosa. Era su hija... O al menos lo sería en unos meses más. Podía sentir una gran conexión entre ambas.
El llanto de un bebé hizo que ambas voltearan a ver la otra escena, donde un chico se despertaba exaltado comenzando a mecerse y darle palmaditas en la espalda al bebé.
La niña que aún tenía la cabeza tapada por las sábanas, le dio una señal para que no dijera nada de su presencia.
—Aradia, hace unos minutos logré dormirte, sé buena con tu padre _La voz de Damian a pesar de ser ruda no sonaba molesta, simplemente cansada, su mirada verde enfocó a la bebé, para luego verla a ella— TT~ tendré que ir por el biberón.
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Anidar del Petirrojo
RomanceLuego de mantener su relación en secreto, las cosas para ambos adolescentes cambian drásticamente, con la prematura llegada de un bebé a la familia. Damian y Raven tendrán que aprender a equilibrar la vida de superhéroes y padres, si quieren que su...