Día 2 Laringitis

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-Si, definitivamente es una infección- Yuto miró el termómetro y suspiró antes de mirar a su pequeña princesa quien estaba recostado en la cama con las mantas hasta la barbilla, tenía fiebre por lo que se veía de lo más sufrido.

Los grandes ojos carmesí lo miraron -ma-mi- la palabra salió entrecortada y apenas audible.

-Shhh- lo silenció Yuto  -no hables- ordenó.

-¿Qué pasa con su voz?- preguntó Jotaro preocupado mientras se sentaba en el borde de la cama y tomaba una de las manos de su princesita, no le gustaba verlo sufrir.

-Se le inflamó la garganta, en otras palabras tiene laringitis- contestó Yuto -iré por medicina para tratar la infección, tu cuida de Yuya ¿ok?- 

Jotaro asintió sin apartar la vista del chico de ojos carmesí quien tenía una leve sonrisa en sus labios mientras cerraba sus ojos para dormir. Yuto los miró y rodó los ojos, ahí iba de nuevo. Cada vez que su princesita se enfermaba era terriblemente mimado por su padre. Amaba a su marido con toda el alma pero los próximos días no estaría de lo más contento con él.

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Efectivamente, no estaba contento, Jotaro le prestaba más atención a la recuperación de su princesita que a él. Era en momentos como ese que se arrepentía de su decisión de tener un hijo.

-Yuto- la voz de Jotaro lo tomó por sorpresa, casi soltó el plato que había estado lavando.

-Jotaro ¿sucede algo?- preguntó reponiéndose de la sorpresa y sin voltear a ver a su marido.

-¿Estás bien?- preguntó su marido acercándose.

-Claro ¿porqué no lo estaría?- preguntó de vuelta antes de sentir los brazos de Jotaro envolverse alrededor de su cintura, lo estaba abrazando desde atrás, un momento después, sintió un beso posarse en la cima de su cabeza.

-He pasado muchos más tiempo con Yuya que contigo, pensé que te sentirías algo... solitario- contestó Jotaro, Yuto quiso patearlo ¿porqué tenía que ir y dar justo en el clavo?

-Si bueno, es algo que no se puede evitar, tu eres un vampiro, la posibilidad de que Yuya te contagie es menor que cero- y eso era lo que Yuto más odiaba, dado el poder del cadáver dentro de si, él también era incapaz de enfermarse, sin embargo, eso era algo que Jotaro no debía saber, así que se tenía que alejar de la princesa y dejar que su marido se encargara de cuidar al niño, por consiguiente, las horas que pasaban juntos se veían considerablemente disminuidas.

-Lo siento- musitó Jotaro abrazándolo con un poco más de fuerza aún y cuando no era su culpa, Yuto suspiró y dejó los platos en el lavabo.

-Descuida, no es nada- aseguró antes de soltarse del abrazo de su marido para poder abrazarlo de frente, era un poco incómodo, dada la obvia diferencia de alturas, pero no importaba, lo que importaba era disfrutar de ese momento, con su amado marido.

-Ahora que lo pienso, tu nunca te has enfermado ¿verdad?- 

La pregunta de Jotaro envió un estremecimiento por todo el cuerpo de Yuto, maldición.

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Y fue por eso que se encontraba ahí, un par de días después, recostado en la cama fingiendo parecer de una horrible fiebre.

-Mami, perdón- su pequeña princesa de disculpó, mirándolo de pie cerca de la puerta, por fin se había recuperado de su enfermedad y ahora por su culpa su mami estaba pasando por lo mismo que él.

-Está... bien- dijo lo más entrecortada y débilmente posible -es... mi culpa- si lo era, si hubiera puesto atención antes al hecho de que no se había enfermado como un humano normal, pudo haber fingido una enfermedad menos problemática, pero no, tenía que aprovechar el foco de infección mientras aún tuviera tiempo.

-No hables- Jotaro hizo su aparición, llevando una bandeja con diversos artículos, miró a Yuya -ve a jugar al patio- lo mejor era que el niño no conviviera con su mami enferma.

Yuya asintió dándole una última mirada a Yuto antes de salir obedientemente.

Jotaro se acercó entonces al enfermo para colocarle un paño con agua fría en la frente. Yuto se estremeció un poco, pero no permitió que su actuación cayera.

-Descansa un poco, estaré contigo- el gran hombre tomó una de sus manos entre las suyas y Yuto quiso sonreír, parecía que, después de todo, el fingirse enfermo no iba a ser tan malo.

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-Entonces me engañaste- 

-Emmm- por primera vez en mucho tiempo Yuto no sabía que decir, había sido descubierto, así de simple.

-¿Por cuánto tiempo planeabas seguir con ésto?- preguntó Jotaro aparentemente calmado mientras se acercaba a su esposo.

Éste, por su parte, retrocedía a cada paso del mayor, sin embargo, tratándose de una habitación, su espacio para huir era limitado.

-Emm ¿un par de días?- contestó Yuto nerviosamente.

-Un par de días- repitió Jotaro con su aparente calma -¿porqué lo hiciste?-

Yuto maldijo internamente, esperar que su marido no preguntara eso era demasiado pedir ¿verdad?

-Yuto- los ojos esmeralda lo miraban, esperando su respuesta, a cada momento, el tiempo se acababa.

Miles de respuestas posibles acudieron a la mente de Yuto, lo que sea con tal de no rebelar la verdad a su marido, al final, tuvo que elegir la opción más lógica y también la más avergonzante.

Así pues, al tiempo que su rostro entero enrojecía, contestó -quería atención- ahí estaba ¿cuán más patético podía sonar?

El rostro de Jotaro se llenó de confusión.

El joven de ojos grises apretó sus puños antes de proseguir -lo que escuchaste, estaba un poco celoso de que siempre que Yuya se enferma le prestes más atención a él que a mi- bien, si se iba a meter al lodo, mejor que fuera completo, así pues, uso sus mejores dotes de actuación para sonar de lo más celoso, avergonzado e indignado posible.

Bien, ahora el rostro de su marido era todo un poema, seguro nunca había imaginado, en todos sus años de casados, que podría llegar a sonar tan infantil. Sin embargo, solo fueron unos momentos antes de que los ojos esmeralda brillaran y una extraña sonrisa se formara en sus labios.

-¿Jotaro?- Yuto fue tomado con la guardia baja por el mencionado, cuando menos se dio cuenta, se encontró en la cama, su marido sobre él, atrapándolo contra el colchón -Jotaro ¿qué estás...?-

-Silencio Pinocho- las sorpresas nunca terminaban ¿Jotaro de verdad lo había llamado Pinocho? -pero eso puede arreglarse- 

Antes de que Yuto pudiera preguntar a que se refería sus labios fueron sellados por los de su marido en un beso por demás demandante. Cuando se separaron miró dentro de esos ojos color esmeralda y se estremeció, no había duda de lo que su marido pensaba.

Al día siguiente, el gran dios cuestionable de verdad tenía laringitis, pero contrario a los días anteriores, esta vez no se debía a una supuesta infección.

Gotta be somebodyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora