Capítulo 4. Post-Plenilunio

1.6K 185 8
                                    

Desperté en medio de la selva lluviosa, con los brazos y las piernas entrelazadas con las extremidades de Lorenzo. Mi hombre yacía aún dormido, a mi lado, con un aura que en contraste con el terreno fangoso sobre el que estábamos acostados evocaba un aire de divinidad. Me mantuve inmóvil, mirándolo fijamente y disfrutando el hecho de que obviamente había sobrevivido y que estaba con él. Nada nos separaría ahora, era imposible. Enlazados como estábamos en ese momento, continuaríamos por siempre.

Tan cerca de él podía sentir su olor fuerte, su olor a animal salvaje que desprendía aún en su forma humana. La diferencia era que ahora yo desprendía ese olor también.

No sentía dolores, ni sangraba y mi herida estaba ya casi totalmente cerrada. Lorenzo me había salvado una vez más, de todas las formas en que alguien puede ser salvado. Allí, viéndolo dormido solo pude sonreír, estaba al lado de alguien a quién no podía amar más porque si lo hacía terminaría desapareciendo yo.

Volví a quedarme dormido y cuando abrí los ojos nuevamente la lluvia había cesado y ya Lorenzo no estaba conmigo. Busqué a mi alrededor y lo encontré enseguida, a mis espaldas. Yo continuaba en el fango, él estaba de pie mirándome con la dignidad de un hombre honesto y con una postura tan varonil y elegante que casi evocaba la pose de un matador frente a un toro con sentencia de muerte. Me puse de pié y él se mantuvo estoico ante mí.

No nos dijimos nada, ni tuvimos gesto alguno. Desnudos en cuerpo y alma, frente a frente y sin secretos nos contemplamos el uno al otro durante un lapso de tiempo que se sintió como la caricia insignificante de un viento desesperado. Estábamos ambos vivos, estábamos juntos y nuestras miradas mutuas y fijas nos decían todo, el amor entre nosotros no había desparecido, simplemente había tenido una metamorfosis tal como Lorenzo y yo en el plenilunio. Nuestro amor era más intenso, ahora era legendario, totalmente animal e instintivo, sanante y libertador, satisfaciente, purificante y necesario.

Su cuerpo fuerte y peludo, a pies de distancia del mío, causaba el mismo efecto electrizante que siempre causaba en mí. Ambos estábamos total y desvergonzadamente erectos.

Finalmente le sonreí y él me sonrió de vuelta. Lo habíamos logrado. Estábamos vivos y juntos, y nos pertenecíamos el uno al otro más que nunca.

Corrí a sus brazos y salté sobre él. Puso sus manos en mis glúteos desnudos y yo me sostuve a su cuello. En ese instante comenzó a llover de nuevo, una lluvia tormentosa nos lavaba y declaraba como un alma nueva que se formaba a partir de dos.

—Te amo —le grité.

—Te amo, te amo, te amo, ¡Oh, amor mío! —respondió él.

Sin dejar pasar más tiempo nos comimos las bocas, necesitábamos saciar nuestra cruda, lujuriosa e irreverente hambre post-plenilunio.

Bajé de él y en seguida, sin más palabras, Lorenzo se tiró al fango quedando en cuatro patas cuál lobo en luna llena. Yo me tiré tras él, le agarré las nalgas y con un dedo comencé a estimular su ano utilizando el agua de lluvia que caía sobre nosotros como lubricante. Lo penetré con mis dedos y luego con mi pene sin mucho estimulo previo y a la vez comencé a masturbar su miembro con mi mano. Lo penetré salvajemente y no demoramos mucho en eyacular juntos. Yo en su ano y él en mi mano. Salí de él y juntos comimos su néctar de macho de entre mis dedos y palmas. Caímos juntos en el fango y yo permanecí recostado sobre su pecho peludo hasta que paró de llover.

Luego del escampe caminamos juntos y abrazados hacía nuestra cabaña. Ya no había miedo a que nos quedáramos dormidos antes del plenilunio, ya no existía peligro alguno de que Lorenzo pudiera hacerme daño.

MUTACIÓN DE PLENILUNIO [ESPECIAL HALLOWEEN 2018, COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora