Tenth

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Descuido

La castaña se preocupó al no ver siquiera a la rubia en los pasillos. Después de confesar sus sentimientos, besarla y salir corriendo, no encontró rastros de la joven Cavendish.

Le preguntó un sin fin de veces a la profesora Chariot, incluso se tomó el descaro de preguntarle a Finnelan por su querida amiga. Pero los resultados en ambos casos eran exactamente iguales: Desvío de mirada, cruzado de brazos, tristeza en sus pupilas. Algo andaba mal, pero tenía miedo de llegar más profundo... podría ahogarse.

— ¿Diana? — dijo con confusión la tía de la nombrada —. ¿No se encuentra en Luna Nova?

Esa fue la respuesta que la tía Cavendish le dedicó, sin interés alguno y preguntando si eso era todo lo que buscaba, le cerró la puerta en la cara a la joven Kagari.

— ¿Dónde se metió esa idiota? — murmuró para sí misma cuando se encontraba en la Línea Ley, sobre la escoba que ya sabía volar.

Apretó su mandíbula y sintió un nudo en su garganta. No quería... no, no debía de dejar que algo le sucediera a Diana Cavendish.

Sus rodillas tenían heridas, su traje escolar estaba desgastado y el camino de lágrimas en sus mejillas ya estaba seco completamente, sus manos tenían pequeñas manchas de sangre por las espinas del lugar que estuvo escalando.

"Es tan perfecta que me dan ganas de vomitar" fueron palabras de la joven O'Neill. Pero viendo la sima de Wagandea en ese momento, y pensando en las tonterías que había cometido llego a una conclusión clara y concisa.

Perfecta — soltó una sonrisa sarcástica después de las palabras que se dedicó a sí misma —, como no.

Miró hacia abajo desde aquel lugar, al cual sólo ella había llegado; puesto que nadie había pisado esa sima, nadie había visto el paisaje que esta proporcionaba.

Al menos, en su corta vida, hizo algo que nadie pudo hacer.

Fue así como un dolor golpeó su corazón, y recordó las primeras palabras que hicieron que su corazón palpitara sin razón alguna, las primeras palabras que hicieron que sintiera que era la persona más afortunada del mundo. Pues no eran las palabras dichas, sino la persona que se las decía.

"Creer en ti misma es tu magia."

Las lágrimas salieron nuevamente y sonrió.

Una sonrisa triste gobernaba su rostro.

No tenía ningún motivo para seguir adelante, todo lo que había construido lo había derribado.

Eres patética — se dijo a si misma las palabras que alguna vez le dijo a la persona que amaba.

Y saltó, sin pensarlo dos veces.

Estaba vacía, sin ningún motivo por el cual persistir.

"No puedo creer que quieras hacer esto."
"¿De verdad no te molesta abandonar todo esto?"

Cuando recordó esas palabras de aliento, ya era demasiado tarde. Su cuerpo caía, su mirada estaba sobre las nubes que cada vez se hacían mas pequeñas, cerró sus ojos con fuerza y se maldijo internamente.

Eres patética — Se repito una vez más, antes de que su cuerpo fuese bruscamente golpeado contra el suelo.

Debió pensarlo una segunda vez.

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Omisión, negligencia, falta de cuidado.

Careless Feelings; DiakkoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora