Más de lo que pensé que soportaría

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Era pasada la medianoche, ya casi entrando la madrugada, cuando ambos salieron del lugar. A pesar del horario todavía había un poco de gente en las calles disfrutando el día festivo y la cálida noche, sumado a la tranquilidad del lugar, dado que su pequeña ciudad aún conservaba la seguridad que las grandes ciudades no ofrecen, en donde cada esquina representa un potencial peligro. Eso no ocurría en la pequeña ciudad de Atlas y Alai, un lugar tranquilo en donde la mayoría de sus habitantes se conocían.

Esa agradable noche de navidad dos jóvenes caminaban sumidos en completo silencio por unas de las aceras de la ciudad.

Ninguno había pronunciado una sola palabra desde que salieron del club.
Alai, quién iba un paso detrás de Atlas, media cuadra después, sintiéndose incomoda con la situación decidió hablar para terminar con la tensión del momento.

—Atlas detente —pronunció mientras tomaba a Atlas por su antebrazo para de esa forma detenerlo—. Por favor ¿podemos acabar con esto? Necesitamos hablar, lo sabes.

Atlas permaneció en silencio observándola, aprovechando que por primera vez en tanto tiempo la tenía en frente, tan cerca de él. Alai seguía siendo exactamente igual que cuando estaban juntos, no aparentaba veintidós años ya que era demasiado baja y delgada para su edad.

Sus mejillas estaban teñidas de un leve rosado, no por haber sentido vergüenza de la mirada de Atlas, que la había recorrido desde su rostro hasta sus pies, ida y vuelta, para luego fijar sus ojos en los de ella; sino porque Alai estaba comenzando a sentirse enfadada con la situación. Había interpretado el silencio de Atlas como indiferencia, pensó que una vez más estaba jugando a la ley del hielo con ella y no estaba dispuesta a soportarlo de nuevo, su orgullo ya había sido herido lo suficiente, no tenía por qué soportar nuevamente esa situación.

—Está bien, puedo entenderlo, no hace falta decir nada. —Con una sonrisa triste se giró para regresar, sus ojos brillaban con lágrimas que amenazaban por caer y en ese momento sentía que se odiaba por ponerse a sí misma en esa situación.

— ¡No! —pronunció Atlas demasiado fuerte logrando sobresaltar a ambos—. Espera Alai, lo siento —continuó hablando ya más moderado, mientras tomaba la mano de a Alai para evitar que se marchara y de esa forma volvieran a estar frente a frente—. Por favor quédate, prometo dejar de actuar como un idiota. —Al finalizar su boca se curvo en una sonrisa mientras sus oscuros ojos brillaban con arrepentimiento.

—Bien, si quieres podemos ir al parque que está a un par de cuadras —respondió Alai tratando de aligerar el ambiente—. A menos que quieras continuar parado aquí en medio —sonrió infundiéndole tranquilidad al chico que se veía decaído después de lo sucedido.

Atlas solo le devolvió la sonrisa y asintió con la cabeza comenzando a caminar tirando de ella por su mano que aún tenía sujeta. Cuando fue consciente de ello la liberó lentamente, como no queriendo dejarla ir, pero a la vez no soportando demasiado tiempo el contacto entre ellos.

Sentía que su piel quemaba por volver a sentir el contacto de la suave piel de ella, lo cual lo turbaba de sobremanera puesto que, pensaba que al fin estaba logrando superarla después de tantos años alejados. Ese tímido toque solo había servido para demostrarle lo equivocado que estaba.

Cuando fue consciente de que se había perdido en sus pensamientos, miró por el rabillo del ojo a la chica que caminaba distraída a su lado, mientras en su cabeza se repetía la frase ¨¿qué fue lo que me hiciste Alai?¨.

Se suponía que el amor te hacía sentir invencible, Atlas no se sentía de esa forma, al contrario Alai lograba desarmarlo. La desazón hacia mella en su interior, amenazando con destruirlo, por el solo hecho de imaginar una vida nuevamente alejado de ella, ni siquiera entendía como había logrado soportar todos estos años sin saber nada de Alai.

El Silencio De Tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora