Besos

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Su despertador empezó a sonar y Sung Yeol se removió, tomó el cobertor y se enredó de nuevo con él pensando en durar sobre su tibia y cómoda cama otros cinco minutos más, aunque abrió los ojos de pronto y su corazón empezó a latir sin control al recordar que la noche anterior hubo luna nueva, por lo que se incorporó con rapidez y buscó con desespero el cuerpo del chico que dormía cada noche junto al suyo; pero no estaba.
     Sung Yeol separó los labios y aventó la frazada para salir de la cama, esperando hallar en su lugar una pequeña bola de pelo oscuro en alguna parte del cuarto; sin embargo, se alarmó al no encontrar nada. Luego escuchó unos ruidos extraños fuera de la habitación y salió del cuarto con rapidez hacia el origen.
     Fue entonces cuando vio a Myung Soo hurgando en el refrigerador, transformado en el mismo atractivo cuerpo que le mostró varios días atrás, y no pudo evitar sonrojarse cuando notó que vestía una de sus anchas playeras y no usaba pantalones. Sung Yeol tragó saliva en silencio y suspiró profundo para tratar de calmar su agitado corazón mientras se acercaba a la mesa.
     —¿Qué haces? —preguntó de pronto, haciendo que Myung Soo se sobresaltara y se golpeara la cabeza con la nevera.
     —¡Auch!... Me asustaste. —Myung Soo se dio la vuelta y comenzó a sobarse. Lee lo miró y embozó una burlona sonrisa—. Tengo hambre y no podía esperar a que te levantaras.
     Sung Yeol volvió a sonreír y se acercó a la estufa, la encendió y tomó un sartén para ponerlo al fuego.
     —¿Te gusta el omelet?
     —Mmh... No sé qué es eso.
     Sung Yeol rodó los ojos y se volvió para observar al chico, pero se quedó paralizado cuando vio que Myung Soo estaba muy cerca de él y de nuevo sintió a su corazón latir descontrolado.
     —S-siéntate. Puedes quemarte si estás tan cerca de la estufa.
     Myung Soo le sonrió, haciendo que Sung Yeol se sonrojara; giró sobre sus talones y ocupó una de las sillas alrededor de la mesa. Lee suspiró, aliviado, tomó lo que necesitaba para hacer el desayuno y, unos minutos después, ya estaba comiendo junto a Myung Soo.
     —Así que era verdad que te transformas en humano cuando hay luna nueva. —El azabache asintió, llevándose otro trozo de comida a la boca—. Entonces, creo que debo pensar en cómo vamos a vivir aquí. Sería extraño para las personas que me visiten. No sé si deba esconderte o... decir la verdad.
     Sung Yeol suspiró, agobiado. Su vida había tomado un giro que jamás hubiera imaginado.
     —Haz lo que quieras —puntualizó Myung Soo—. Tienes todo el derecho de hacer conmigo lo que te plazca.
     Lee abrió más los ojos y sintió que sus mejillas comenzaban a calentarse; esa sugerencia no la esperaba, y tampoco esperaba que su mente se pusiera a imaginar infinidad de cosas raras debido a las palabras del muchacho.

Después de terminar su desayuno, Myung Soo lo acompañó a la puerta. Sung Yeol tomó sus pertenencias y, despidiéndose de él, salió de su casa envuelto en una gran chamarra roja y un gorro de lana camino a su trabajo.

◇◇

Por la tarde Sung Yeol regresó a casa, llevando consigo una bolsa con comida que había comprado al salir de la librería. Pensó que Myung Soo estaría hambriento, y una satisfecha sonrisa se dibujó en su rostro.
     Cuando entró fue directo a la sala donde estaba Myung Soo sentado en el sofá, viendo la televisión. Sung Yeol lo saludó y enseguida de poner la bolsa sobre la mesita de centro, le ofreció de lo que había comprado.
     —¡Está deliciosa! Mucho más que lo que comí esta mañana —exclamó con asombro el azabache.
     Lee entrecerró los ojos y dejó de comer al escuchar las palabras del muchacho; Myung Soo lo miró extrañado mientras enarcaba una ceja.
     —¿Qué? —preguntó con un tono dolido y confundido. Sung Yeol volteó el rostro y dejó lo que traía en las manos, poniéndose de pie.
     —Si no te gusta mi comida, entonces no volveré a prepararte nada —espetó comenzando a caminar hacia su cuarto, pero, inesperadamente, sintió que un brazo le rodeaba por la cintura para detener su andar. Sung Yeol abrió los ojos con sorpresa y luego sintió que su cuerpo era jalado con fuerza, chocando contra el de Myung Soo; Lee cerró los ojos y su corazón se saltó varios latidos.
     —¡No te enojes! No lo dije en serio.
     Sung Yeol aguantó la respiración y se aferró a la playera del chico (traía la misma ropa que esa mañana y tampoco usaba pantalones), abrió los ojos lentamente y sus mejillas se tornaron rojas cuando vio el rostro del azabache a pocos centímetros del suyo.
    —Tonto —murmuró Sung Yeol sintiendo de pronto que su corazón se apresuraba a bombear la sangre cuando Myung Soo posó sus suaves labios sobre los suyos.
     Entonces el oxígeno se atoró en su garganta, varias corrientes eléctricas recorrieron su espalda y el leve calor que sentía fue creciendo cada vez más. Myung Soo subió la mano lentamente por su columna hasta posarla en su nuca, enredó varios dedos en los suaves cabellos de Sung Yeol y apretó más su cuerpo contra el suyo. Lee no sabía que le pasaba, pero sentía derretirse entre los brazos del azabache.
     —Perdóname, ¿sí? —pidió Myung Soo cuando se separó de su boca, Sung Yeol asintió y el muchacho volvió a besarlo, después, Lee enredó los brazos alrededor de su cuello y Myung Soo de nuevo lo envolvió por la cintura; masajearon sus bocas hasta que el aire se les terminó y Sung Yeol entreabrió los labios, Myung Soo introdujo su lengua y le dio unos cuantos leves roces con ella, Lee retuvo un suspiro y luego se dejó llevar por los suaves movimientos que el otro mantenía en su cavidad. Varias gotas de saliva escurrieron por la comisura de sus labios y algunos sonidos húmedos acompañaron su contacto, segundos después, se separaron, sonriéndose entre ellos con picardía.
     —¿Por qué no me besaste mientras era un gato? —cuestionó Myung Soo, aún con sus brazos alrededor del chico. Sung Yeol parpadeó varias veces y un color rosado adornó su rostro.
     —Bueno... Yo no podría besarte así si fueras un gato.
     Myung Soo sonrió y lo sujetó con suavidad del mentón.
     —Tienes razón. —Lee curvó sus labios, nervioso, y Myung Soo pasó uno de sus dedos sobre su boca, rozándola con delicadeza—. Esto es mucho mejor, ¿no?
     Y Sung Yeol asintió con pena, sintiendo de nuevo a su corazón latir a mil por hora.

Soy yo... | MyungYeolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora