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Un año antes...

     —¡Está prohibido enamorarse de los humanos! —le reclamó el muchacho. No podía creer lo que Myung Soo le había confesado.
     —No pude evitarlo, Sung Kyu... —dijo apretando las manos a cada lado de su cuerpo mientras bajaba la mirada.
     —¿Y qué harás? ¿Decirle la verdad? Conoces nuestras reglas, Myung Soo —aclaró Sung Kyu.
     —Lo sé, pero estoy seguro que Min Seok también me ama.

◇◇

    —Myung... —escuchó el gatito entre sueños.
     Era extraño que siendo un demonio pudiera soñar como los humanos. Tal vez vivir quinientos años entre ellos le había afectado de alguna manera.
     —¡Myung, he vuelto! —volvió a escuchar, y de pronto abrió los ojos, perdiendo por un instante la noción de su realidad. Había estado durmiendo en la cómoda cama de Sung Yeol. Era su lugar favorito de toda la casa; el olor de su dueño lo relajaba.
     Sung Yeol regresó de la librería y ni siquiera le escuchó abrir la puerta;  mucho menos lo sintió sentarse a su lado.
     —¿Tienes hambre? Te traje un filete —dijo el muchacho, sonriendo.
     El pequeño animal parpadeó mientras se incorporaba sobre el colchón, estiró un poco sus patas y se acercó a Sung Yeol, éste volvió a sonreír y empezó a acariciarle la cabeza. Lo tomó entre sus brazos y lo llevó hasta la cocina, se acercó a la mesa y destapó la bolsa que estaba sobre ella. Myung Soo aspiró el delicioso aroma que desprendía y luego maulló, relamiéndose los bigotes.

Después de mes y medio, Myung Soo ya se estaba acostumbrando a ser la mascota de Sung Yeol. El muchacho le trataba con demasiado cariño y era muy cuidadoso. Nunca se había sentido así con ningún humano. Ni siquiera cuando creyó que, aquel otro muchacho, lo amaba.
     —Faltan dos semanas para que haya luna nueva —mencionó Sung Yeol, sonrojándose al instante por sus palabras. Myung Soo le observó, curioso—. ¿Te gustaría que hiciéramos algo ese día? Creo que debe ser aburrido para ti pasártela encerrado en casa. Por qué no lo piensas y me lo dices cuando vuelvas a ser humano —comentó con entusiasmo al tiempo que rozaba con un par de sus dedos la barbilla del minino. Myung Soo entrecerró los ojos y se dejó hacer; le encantaba que Sung Yeol lo acariciara.
     Cuando ambos terminaron de comer, Sung Yeol sostuvo de nuevo al gatito entre sus brazos y se encaminó al sofá. Quería distraerse un rato con la televisión. Se acomodó en el mueble y Myung Soo lo hizo en sus piernas a la vez ronroneaba con suavidad. Sung Yeol lo volvió a acariciar, y el gatito entrecerró los ojos.
      Pasó cerca de media hora y el animalito se estaba quedando dormido de nuevo sobre los muslos del joven, pero unos cuantos golpes en la entrada de la casa lo hicieron abrir los ojos de nuevo. Sung Yeol lo cargó, acercándose a la puerta para abrirla.
     —Sung Jong.
     —Hola. Vine a entregarte esto.
     El muchacho estiró la mano, y Sung Yeol observó con sorpresa que se trataba de su teléfono.
     —Oh, muchas gracias. No me di cuenta de que no lo traía conmigo.
     —No es nada. En tu estado, es completamente normal que andes en las nubes —dijo Sung Jong, entrando a la casa sin ser invitado al tiempo que embozaba una sonrisa burlona.
     —¿Cómo dices? —preguntó Sung Yeol un tanto desconcertado por su comentario. Tomó el pomo de la puerta y observó a su amigo acomodarse en el sofá.
     —Que es entendible que andes distraído. Yo también lo estaría si estuviera enamorado. Está científicamente comprobado que el amor atonta nuestras neuronas —explicó, y Sung Yeol abrió más los ojos por la aseveración antes de que sintiera sus mejillas arder.
     —¡P-pero qué dices!... Yo no...
     —¡Ni se te ocurra negarlo! Tengo varios años de ser tu amigo y te conozco muy bien —apunto, dibujando una enorme sonrisa en su rostro. Sung Yeol bajó la mirada y la clavó en los ojos de Myung Soo. El gatito se había puesto un poco tenso. Sung Yeol sonrió ligeramente y acarició con suavidad la cabeza del animalito mientras se acercaba hasta el sofá para sentarse junto a su amigo.
     Suspiró, y giró su rostro en dirección de Sung Jong.
     —¿Quieres ver una película? —preguntó Sung Yeol y su amigo asintió, dejando el tema de lado.
     Los chicos fijaron sus ojos en la pantalla del televisor por un largo rato. Reían y compartían las palomitas que Sung Yeol se encargó de preparar, pero cada vez que ambos metían al mismo tiempo las manos al tazón para tomar algunas, Myung Soo no dejaba de intentar ahorcar a Sung Jong con la mirada, hasta que el chico se sintió observado por el gatito y, girándose en su dirección, se lo quitó a su amigo de las piernas.
     —¿Por qué no sacas a tu mascota al patio? —le sugirió Sung Jong, sosteniendo a Myung Soo cerca de su rostro.
     —¡Déjalo en paz! —le reclamó Sung Yeol, he hizo el intento por tomarlo de nuevo, pero Sung Jong se levantó del sillón con el gatito entre sus manos.
     —No sé por qué, pero siento que no le caigo muy bien.
     —¡No digas tonterías! es sólo un animalito inocente.
     Sung Jong entrecerró los ojos y siguió observando al minino.
     —¿Cómo se llama?
     Sung Yeol abrió más los ojos y de pronto sintió que su corazón aceleraba sus latidos.
     —M-Myung Soo.
     Sung Jong frunció el ceño y se dio vuelta para mirarle.
     —¿Myung Soo? ¿Le pusiste el mismo nombre que tu amigo? —preguntó, con una divertida sonrisa en sus labios. Sung Yeol lo imitó, y el muchacho le devolvió a su mascota.
     —Por cierto, ¿Dónde está tu amigo? ¿No se supone que vive contigo?
     —S-sí. Él fue a... a ver a unos familiares que viven cerca de aquí. Tal vez no regrese en varios días —mintió con descaro, sonriéndole a Sung Jong nerviosamente.
     —Pues, salúdalo de mi parte, ¿quieres? Ya me tengo que ir —le hizo saber, y Sung Yeol lo acompañó hasta la puerta.
     —¡Oh! Casi lo olvido. Me dijo la señora Park que puedes tomarte el día libre mañana.
     —¿En serio?
     —Sí. Dijo que te lo debe.
     Sung Yeol sonrió, abriéndole la puerta. Sung Jong le correspondió el gesto y salió de la casa agitando la mano para despedirse.
     —¡¿Escuchaste eso Myung?!, mañana no iré a trabajar. Creo que me desvelaré viendo películas —dijo el muchacho, sonriéndole al gatito.
     Myung Soo parpadeó algunas veces y de pronto Sung Yeol acercó sus labios al rostro del animalito, plantándole un beso. Lee abrió más los ojos y se sonrojó de inmediato al notar lo que había hecho.
     Ya no había besado a Myung Soo desde que se enteró que se podía transformar en humano. El gatito inclinó su cabeza y su dueño carraspeó, avergonzado. Se dejó caer en el sillón, y Myung Soo se acurrucó sobre sus piernas de nuevo.
     Sung Yeol se mantuvo frente al televisor por un par de horas más hasta que cayó dormido. Pasada la medianoche, el cansancio lo venció. Myung Soo levantó su cabeza y pudo escuchar la tranquila respiración de Sung Yeol. Bostezó un par de veces y, de pronto, sintió que su cuerpo comenzaba a cambiar. De un salto, se bajó de los muslos del joven mientras sus ojos brillaban de rojo y fue creciendo poco a poco hasta adoptar la figura de su cuerpo original.
     Myung Soo estiró los brazos por detrás de su espalda y movió su cabeza en varias direcciones, sintiendo como se relajaban sus músculos. Miró a Sung Yeol acomodado en el sillón, y sonrió de lado.
     —Podría permanecer con este cuerpo más tiempo si no te apenara besarme siendo un gato —susurró, agachándose un poco frente a Sung Yeol.
     Luego lo tomó entre sus brazos para llevarlo a la habitación, pero Lee abrió los ojos antes de que lo depositara en la cama, y se sorprendió al ver a su gatito en su otro cuerpo.
     Sung Yeol parpadeó varias veces e hizo el intento por bajarse, pero el azabache lo apretó más contra su pecho desnudo.
     —Estoy pesado, ¡bájame! —le dijo, zarandeando de los hombros a Myung Soo. El moreno sonrió con burla sin hacerle caso.
     —¡Myung Soo!
     —Sólo quería llevarte a la cama. Te quedaste dormido en el sillón.
     —¡Me hubieras despertado entonces!
     —¿Por qué? ¿Qué tiene de malo que te cargue hasta tu habitación? Tú me cargas todo el tiempo.
     Sung Yeol se sonrojó, recargando su cabeza en el hombro del muchacho.
     —No es lo mismo. Bájame —musitó, y Myung Soo volvió a sonreír, dejándolo poco a poco en el piso.
     Sung Yeol continuó con su cabeza apoyada en el hombro de Myung Soo y éste lo tomó con delicadeza de la barbilla para levantar su rostro. Lee sintió que su corazón se saltaba varios latidos mientras lo miraba con las mejillas coloreadas de rojo.
     —¿Estás molesto? —preguntó Myung Soo, y Sung Yeol negó lentamente con la cabeza.
     —No, al contrario. Estoy feliz de que hayas vuelto a ser humano ¿Por qué te transformaste si no hay lu-...?
     Y Sung Yeol no pudo terminar de hablar porque Myung Soo presionó sus labios sobre los suyos. Lee sintió su pulso acelerarse más y de un momento a otro enredó sus brazos alrededor del cuello del azabache.
     Así fue como olvidó preguntarle el motivo de su repentina transformación. Sung Yeol estaba embelesado con la cercanía de Myung Soo y con la inexplicable atracción que sentía hacia él, porque nunca antes sintió eso por nadie, y tampoco estaba seguro de lo que era. Pero estaba seguro que cada vez que lo besaba viajaba a lo más alto del cielo.
     Myung Soo le gustaba, de eso no había duda. Lo sabía porque él estaba seguro de que sus preferencias se inclinaban por personas del mismo sexo. Desde que había despertado su interés sexual, en la adolescencia, había sido así. Sung Yeol no podía creer que Myung Soo fuera tan perfecto, y que hubiera llegado como por arte de magia hasta la puerta de su casa. Ni en sus más locas fantasías se imaginó que algo así le sucedería. Pero Myung Soo estaba ahí, y sentía que jamás se arrepentiría de haberle permitido que se le acercara de esa forma.
     Myung Soo lo sujetó con fuerza de la cintura y lo pegó más a su cuerpo desnudo. Un escalofrío recorrió la espalda de Sung Yeol y sus orejas se calentaron cuando sintió que el muchacho lo llevaba hasta la cama para tumbarlo en ella. El azabache cayó sobre su cuerpo mientras le acariciaba el cabello son delicadeza. Lee le encajó las uñas en la espalda y su beso comenzó a subir de intensidad.
     Sonidos húmedos y suaves quejidos comenzaron a abandonar su garganta. Sung Yeol sintió la tibia saliva de Myung Soo mezclarse con la suya, y pequeñas corrientes eléctricas sacudieron su columna al dejar que la lengua del muchacho se paseara por toda su boca.
     Myung Soo de pronto dejó la ternura de lado y se dedicó a masajear los labios de Sung Yeol con lascivia; con una maestría que hasta ese entonces había sido por completo desconocida para Lee. El azabache se removió sobre el cuerpo del muchacho y coló una pierna entre las suyas, rozando con suavidad, pero con algo de impaciencia, el virginal pene de Sung Yeol.
     El joven dejó escapar varios gemidos al sentir la excitante sensación, pero cuando Myung Soo tomó el borde de su pantalón para desabotonarlo, Sung Yeol abrió los ojos con sorpresa, y se separó del dulce y erótico contacto que mantenían sus labios, asimilando entonces lo que Myung Soo deseaba de él.
     —No. Espera, por favor —suplicó Sung Yeol. El moreno detuvo todos sus movimientos y lo miró, desconcertado. Lee suspiró profundo y, tragando saliva en silencio, apretó sus labios y posó ambas manos en el rostro de Myung Soo.
     —Yo no... estoy listo para hacerlo... —confesó, y Myung Soo entrecerró los ojos, apoyándose sobre sus codos. El corazón de Sung Yeol no dejaba de latir apresurado y por un segundo pensó que Myung Soo se enfadaría con él, pero, en lugar de eso, le sonrió con cariño y depositó un corto beso en su frente.
     —Está bien. Puedo esperar.

◇◇

Un año antes...

     —No puedo creer que me haya equivocado tanto —espetó Myung Soo, apretando sus ojos con fuerza mientras varios intentos de lágrimas querían escapar de sus ojos.
     —Te dije que ese muchacho no te amaba. Ya no sirve de nada que te lamentes, pero... puedo ayudarte con el problema mientras el jefe no se entere...
     —¡¿De qué no me tengo que enterar, Sung Kyu?! —exclamó de pronto una voz fuerte y con tono autoritario a sus espaldas. Los dos demonios se quedaron pasmados por un par de segundos, y luego se dieron la vuelta, flexionando sus rodillas para hincarse en el suelo frente a la poderosa figura que había aparecido de la nada.
     —Señor Lee —pronunciaron ambos al unísono mientras agachaban la cabeza.
     —¿Y bien?
     —Bueno... no se trata de nada importante en realidad —objetó Sung Kyu, intentando notarse desenfadado después de levantar el rostro. Miró a su jefe con nerviosismo y éste entrecerró los ojos.
     —¿Estás seguro?
     Sung Kyu asintió, y Myung Soo tragó saliva en silencio.
     —Si es así, entonces no te importará que me deshaga de ese chico Min Seok, ¿verdad Myung Soo?
     El muchacho volvió a apretar los ojos y cuando su jefe dio un paso más para marcharse, el azabache se puso de pie con rapidez.
     —¡Señor, no lo haga! Se lo imploro.
     —¡Myung Soo! —le llamó Sung Kyu.
     —¿Y por qué debería aceptar tu petición? ¡Rompiste las reglas, y sabes muy bien cuáles son las consecuencias!
     —Por favor, señor... Todo esto fue mi error. Yo soy el único que merece ser castigado.
     El demonio mayor frunció el ceño y se dio la vuelta, clavando su fría mirada en la de Myung Soo, provocando que un siniestro escalofrío le recorriera la columna.
     —¿Desde cuándo te volviste tan blando? ¿Dónde está el demonio cruel y despiadado que solías ser? Estoy muy decepcionado.
     —Por favor, señor Lee... sólo por esta vez, le ruego que acepte lo que le estoy pidiendo...

Soy yo... | MyungYeolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora