Benevolencia

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     —¿Sólo por esta vez?
     —Sí, señor...
     Myung Soo lo miró a los ojos, esperando con ansiedad que su jefe mostrara algo de indulgencia hacia él. Y su mirada se afilió al ver el gesto de aprobación del demonio.
     —Está bien. En lugar de quitarle la vida, sólo le borraré la memoria, pero...
     Un intento de sonrisa quiso aparecer en el rostro de Myung Soo, pero su semblante se volvió sombrío al escuchar el resto de las palabras de su jefe.

◇◇

Sung Yeol se levantó temprano, aunque Sung Jong le dijera que tenía el día libre. Lo hizo, porque quería aprovechar el tiempo al máximo; sólo tenía algunas horas antes de que Myung Soo volviera a ser un gatito. Así que no lo pensó mucho cuando decidió poner su alarma a la misma hora, como todas las mañanas.
     Preparó unos huevos fritos y varias rebanas de pan con mermelada, jugo, café y leche para Myung Soo. Sonrió frente a la mesa, observando los alimentos, y luego se dirigió a su habitación para despertar a su inquilino.
     Myung Soo dormía con demasiada comodidad sobre el colchón y Sung Yeol quiso negarse a despertarlo, pero sus ganas de pasar un buen día al lado del muchacho, lo obligaron a llamarlo para que se levantara. El azabache se removió bajo el cobertor y abrió los ojos con lentitud. Miró de reojo a Sung Yeol, tirando de él para tumbarlo a su lado.
     Lee no hizo otra cosa más que sonrojarse al quedar a escasos centímetros del rostro del joven.
     —Buenos días —dijo Myung Soo, con una enorme sonrisa.
     —Buenos días. El desayuno está listo. ¿Por qué no te vistes y vienes a la me-...?
     Y como siempre, Myung Soo lo besó.
     Sung Yeol ya se estaba acostumbrando a que ese muchacho nunca le dejaba terminar sus frases, pero le encantaba que lo hiciera de esa manera. La sensación de cientos de mariposas en su estómago se estaba volviendo algo difícil de sobrellevar. Eran tantas las emociones y sentimientos que Myung Soo estaba despertando en él.
     El moreno se separó de sus labios, y Sung Yeol no pudo evitar sonrojarse de nuevo y adornar su rostro con una sincera sonrisa.

...

Después de tomar su desayuno ambos muchachos se sentaron frente al televisor. Myung Soo había descubierto que le gustaba la programación en ella y se acomodó con la cabeza en los muslos de Sung Yeol para mirarla. Estuvieron así cerca de una hora, y luego Sung Yeol recordó lo que le dijo el día anterior.
     —¿No quieres hacer otra cosa? —inquirió, y Myung Soo giró su cabeza para mirarlo.
     —Pues, ahora que lo mencionas...
     Myung Soo se incorporó y subió una pierna al sofá para estar más cerca de Sung Yeol, rodeando también sus hombros con un brazo. Se acercó a su rostro y, mientras Lee se ponía rojo como un tomate, el azabache atrapó sus labios en un candente beso.
     Sung Yeol cerró los ojos y, sin pensarlo, se dejó llevar por la deliciosa sensación mientras Myung Soo lo sujetaba de la cintura y lo pegaba más a su cuerpo. Lo abrazó del cuello y dejó escapar varios gemidos cuando el moreno subió una mano hasta su pecho y comenzó a rozar con suavidad su piel sensible.
     Entonces Sung Yeol sintió que su entrepierna empezaba a endurecerse. Ya no podía aguantar más la creciente lujuria que estaba absorbiendo su cuerpo, pero en el fondo tenía miedo, y estaba muy nervioso porque quería hacer el amor con Myung Soo, pero aún no estaba listo para ello.
     Apretó los ojos y, con lentitud, se separó de los labios del chico. El demonio lo miró, enarcando una ceja.
     —¿Qué sucede? —preguntó Myung Soo mientras se acercaba al cuello del muchacho para besarlo. Sung Yeol se mordió los labios, lo sujetó de los hombros y lo alejó un poco más.
     —Yo.. no...
     —¿No te gusta?
     —Sí... Sí me gusta, pero...
     —No te haré daño, sólo quiero estar contigo.
     Myung Soo volvió a atrapar los labios de Sung Yeol y éste se estremeció. Se acomodó encima de su cuerpo y deslizó una pierna entre las suyas.
     Lee jadeó por el repentino frotamiento del muslo del azabache sobre su miembro y cuando sintió sus manos viajar hasta sus pantalones, dio un respingo y lo empujó levemente.
     —No. No estoy listo. Por favor, no sigas.
     Sung Yeol se levantó del sofá de pronto y corrió a su habitación. Myung Soo se desconcertó, pero cuando el muchacho cerró la puerta de su cuarto no pudo evitar que sus labios se curvaran en una malvada sonrisa.

Soy yo... | MyungYeolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora