Capítulo 39:

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Narra Luz:

Es increíble como pequeñas cosas pueden alegrar tú vida, pueden hacerte volar sin cohetes, puede llevarte a lugares sin moverte y también es increíble como esas pequeñas cosas son arruinadas con tanta facilidad, por que así como fue tan repentina esa pequeña felicidad de esa manera tan rápida y espontanea se va. Y es así como me hace sentir Christopher, me hace sentir una felicidad momentánea y esa felicidad es estropeada por nuestras acciones, por que lo sé estoy muy consiente de que los dos nos hemos equivocado, yo con mi cobardía y el con sus estupideces, con esas circunstancias que nos han alejado hasta el punto en el que nos encontramos justo ahora, simplemente lastimándonos por no estar juntos, yo creyendo que seria feliz con alguien más y él creyendo que estando lejos estaría mejor.

Cada noche lo eh escuchado borracho por teléfono desde que se fue, en ocasiones es más fácil lidiar de esa manera con él a cuando esta sobrio, ni siquiera logro entender el juego del gato y del rato que jugamos siempre, parece ser un estúpido libro cliché en el que nunca podemos estar juntos.

 Todo parecer ser sacado de una película, por que justo ahora veo toda la ciudad por la ventana del auto, mientras pasamos  todo ahí afuera parece ser tan irrelevante, para todos, incluso para mi, ya que lo único que parece importarme son mis estúpidos problemas amorosos y es ridículo por que me hace sentir como una maldita perra sin sentimientos, una muy tonta que solo se preocupa por si misma, ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez que le pregunte a alguno de mis amigos que tal estaba su día, solo me concentre en mi, vaya si soy una maldita perra sin sentimientos.

—¿Estás bien?—pregunto Pablo sacándome de mi propia reflexión. Solo lo voltee a ver y asentí.—no pareces estarlo, bueno no desde que contestaste el celular....

—¿Tan obvia soy?—interrogue con una risa de ironía, riéndome de lo mala actriz que puedo ser en ocasiones.

—Puedes mentirle a todos pequeña, menos a mi por que te conozco más de lo que crees—respondió sin dejar de ver el camino. 

—Perdóname Pablo enserio, soy la peor amiga de todo el mundo, deberías odiarme y aún así sabiendo lo mala amiga que soy sigues estando aquí—le digo ya cuando el estaciono el auto enfrente de la casa.

—¿Cómo puedes decir eso?—quiso saber tomando mi cara para que lo viera de frente—Eres una de las chicas más espantosamente dramática que eh visto en toda mi vida, caprichosa, pero una dulzura, no eres una mala amigas, no digas esas tonterías boba solo haz tenido un mal día, mejor vamos entremos a la casa y duerme un poco, yo voy a cuidarte ¿de acuerdo?.

—De acuerdo—respondo sin poner resistencia. 

Me bajo del auto y con gran pereza subo las escaleras, como si mis piernas pesaran kilos voy arrastrándome hacia la habitación, me acuesto en la cama y en seguida hace lo mismo Pablo, se acuesta junto a mi sobando mi cabello, dándome consuelo en sus brazos como solo él sabe hacerlo.

 Sin darme cuenta me quedo profundamente dormida hasta que unos ruidos hacen que despierte de un salto, veo a mi alrededor y Pablo ya no está a mi lado, veo el reloj que se encuentra junto a mi y son las 5 de la tarde, vuelvo a escuchar ese ruido pero esta vez es una voz llamándome, diciendo mi nombre, escucho otra vez esas voces al igual que cuando encontré a Carla en la casa de Christopher y fui a golpear un saco de boxeo, esas voces que me decían que era una estúpida, pero esta vez no parecen estar en mi cabeza, si no que están afuera intentando decirme algo que no logro entender, me siento desorientada.

Empece a escuchar otra vez el llanto de ese niño que estaba en el parque, volví a escuchar como lloraba Daniel, vi de nuevo a ese hombre tirado, muerto, escuche un choque y recodé aquel sueño que había tenido, escuchaba como una mujer llamaba con desesperación a una chica «Isabell, Isabell» decía una y otra vez. Todo eso estaba escuchando al mismo tiempo esos gritos desgarradores, ese olor a sangre, la desesperación de la mujer; Quería levantarme y salir de ahí, trate de hacerlo pero me caí al instante que pies tocaron el suelo estos se enredaron y me hicieron caer, la luz empezó a fallar y se apago de un solo, no podía ver nada solo podía escuchar el llanto de Daniel y eso me aterraba, empece a llorar de la desesperación y del miedo me senté y metí mi cabeza dentro de mis piernas tratando de tapar mis oídos, solo quería que todo se callará; empecé  gritar que se callarán, que todo era un sueño. Pablo entro rápido con una linterna y me vio ahí sentada, se acerco a mi y me abrazó.

Nunca dejes de soñar (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora