Capitulo 9

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-¡Maldita sea! -exclamó Jack en la sala de espera de la primera clase del aeropuerto de Los Ángeles.
Sentía que algo en él se había roto. Había un vacío en su interior. Le había mentido deliberadamente.
Estaría mejor sin ella. Se sentía traicionado, enfadado y dolido. Durante un largo rato, se quedó sentado, con la cabeza inclinada y las manos colgando entre sus rodillas, hasta que pudo pensar con claridad.
Más calmado, comenzó a analizar su conversación con Elsa. Sabía que no podía dejar las cosas así entre ellos. No estaba dispuesto a dejarla marchar. De pronto, no le importó que pudiera tener hijos o no. Lo único que sabía era que Elsa le había hecho reír cuando ya no le importa morir o seguir viviendo.
¡Tenía que llamarla! Sacó su teléfono móvil y se quedó pensativo, sin saber muy bien qué ofrecerle. ¿Una relación temporal basada en la pasión? ¿O algo más duradero? ¿Podría perdonarle la mentira? Quizá tan sólo quería disfrutar un poco más de la atracción física que había entre ellos. ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que las llamas desaparecieran? ¿Un año, un mes? ¿Y qué ocurriría con el deseo de su padre de tener un nieto?
Demasiadas peguntas y demasiadas decisiones que tomar. ¿Qué le diría a su familia? ¿Que su esposa era estéril? ¿Ó que no estaba preparado para la paternidad? Una sensación de confusión lo invadió y no pudo pensar con claridad. Pero de algo estaba seguro: antes de volver junto a Elsa tenía que asumir el pasado.
Apretó un número de la agenda de su teléfono móvil. Tenía sus propios fantasmas a los que poner fin. Una eficiente recepcionista contestó al otro lado de la línea.
-Alessandro Ravaldi, por favor.
guardaespaldas, a quien Jack le había dado las instrucciones desde el aeropuerto la noche anterior, estaba apoyado en la encimera, apurando su café. Tymon era discreto y respetuoso.
El teléfono de Tymon sonó.
-El chófer ya está aquí.
-¿Quién es?
-Bob Harvey.
Su corazón se encogió. Quería haberle dicho a Jack que aquel hombre la incomodaba, pero ya era demasiado tarde. Tan pronto como llegara a la oficina se lo diría a Ken Pascal. Tomó su portafolios y se quedó junto a la puerta mientras Tymon se aseguraba de que todo estaba tranquilo. Cuando le hizo la señal, salió y se metió en el coche, seguida de Tymon.
El camino al trabajo se le hizo eterno y no pudo evitar pensar en lo extraño que se le haría la oficina sin Jack. Tenía que empezar a acostumbrarse a aquella sensación.
Pero de momento, tenía que pensar en otras cosas, como enfrentarse a su padre.

Empujó con fuerza la puerta y entró decidida al despacho de su padre en la décima planta. Agdar Swon comenzó a levantarse de su sillón, pero al ver quién había producido aquel alboroto, volvió a sentarse.
-Deberías haber avisado de que venías. Sé más profesional, Elsa.
-¿Por qué le dijiste a Jack que había amenazado con suicidarme?
-¿De qué estás hablando?
-¡No me mientas! Él me lo ha dicho. ¿Acaso pensabas que no lo haría?
Por un instante, pensó que su padre se inventaría algo para salir de la situación.
-¿Qué importancia tiene?
- Jack salió del país y se fue a trabajar a sitios terribles porque le mentiste. ¿Lo hiciste para quedarte con sus acciones de Sinco?
-Fue un estúpido por creerme. Nunca pensé que se lo creyera tan fácilmente o que se sintiera conmovido.
- Jack es un hombre de buenos sentimientos.
¿Cómo podría amarla? Su familia siempre lo había engañado a menudo.
-Le dijiste que testificarías para decir que la prenda que se encontró en su cama era mía y que cuando me dijiste que lo ibas a hacer, juré suicidarme.
Agdar Swon sacudió los hombros.
-Era culpable. Se merecía acabar en prisión.
La ira dio paso al desprecio.
-Nunca fue Ann. Fuiste tú el que puso aquella prenda en su cama.
Él se encogió de hombros.
-Me dijeron que habías estado en su habitación la noche anterior. ¿Quién se pensaba que era Jack para flirtear con mis hijas?
Elsa se quedó mirando a su padre.
-Gracias a Dios que Jack no es como tú.
-Mira...
-No, escúchame y entiende lo que voy a decirte porque no lo repetiré. Jack no me puso la mano encima por mucho que yo lo deseaba. Se mantuvo fiel a su esposa.
-Frost no se habría ido si nunca hubiera tocado a Ann.
-Ann mintió. Y tú lo pusiste en una situación difícil. Asustaste a su esposa y le dijiste que estaba dispuesta a suicidarme. Él era inocente y cuando su esposa murió, se quedó destrozado -dijo Elsa -. ¿Fuiste infiel a mamá?
-¡No! -exclamó palideciendo-. ¡Nunca! Amaba a tu madre.
-¿Crees que le hubiera parecido bien cómo te comportaste con Jack?
Su padre no dijo nada.
-A mamá le gustaba Jack. ¿Y quieres escuchar algo irónico? Jack se siente culpable de que mamá muriera. Cree que podía haberlo evitado.
-Eso es ridículo. Le pedí que os acompañara a tu madre y a ti a aquel concierto. Yo pensaba ir con Ann y encontraros allí. ¿Cómo podía ser responsable de aquel accidente?
-Cree que es culpable porque cambiaron los asientos en el último momento. Mamá quiso sentarse delante, en donde Jack iba a sentarse. Cree que debería haber muerto él. Por eso fue tan amable conmigo tras el accidente, porque se sentía responsable de todo el dolor que estaba sufriendo. Y yo pensé que su compasión era algo más -dijo y mirando a su padre, añadió-. Y tú le premiaste arruinando su vida.
Su padre estaba destrozado.
-Nunca me di cuenta de que estuvieras tan afectada. Siempre se te veía tan tranquila... Pensé que tu juventud te había ayudado a soportar el dolor.
-Me quedé atrapada en el coche durante horas con mamá. La oí lamentarse y luego morir.
-¿Idun no murió en el acto?
-La sentí morir y no pude hacer nada. Sólo tenía a Jack. Él se quedó a mi lado y nunca me soltó la mano durante aquellas terribles horas.
Su padre rodeó el escritorio.
-No lo sabía. Pensé que había muerto en el acto -dijo entristecido-. Te defraudé y también defraudé a Idun. Me fue muy difícil superar la muerte de tu madre -dijo ocultando el rostro entre sus manos-. Pensé que siempre estaría ahí y, de repente, una noche de verano, mi sueño se desvaneció. No sabía qué hacer, no sabía cómo sobreviviría a aquella soledad.
Elsa tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta.
-Pensé que lo único que te importaba era el trabajo -dijo con lágrimas en los ojos.
-Eras demasiado joven para hablar.
-La muerte de mamá me hizo madurar -dijo dando un paso hacia su padre-. Todavía la echo de menos.
Los ojos de Agdar Swon brillaron húmedos.
-Yo también -dijo abriendo los brazos.
-¿Dónde está tu esposa? -preguntó Umberto Frost en su habitación privada del hospital.
La madre de Jack, Bianca, estaba sentada en una silla junto a su cama, estrechando su mano mientras Bella servía un vaso de zumo.
Rico comprobó que en tan sólo un día, el aspecto de su padre había mejorado.
-Está en Nueva Zelanda. Nos pareció que debía venir cuanto antes.
-Pero no me estoy muriendo. Deberías haberla traído contigo. Quiero conocer a la mujer que será la madre de tus hijos -y lanzando una mirada hacia Jack, añadió-. El doctor me ha dicho que estoy muy bien para tener setenta años. Quizá yo mismo pueda ir a Nueva Zelanda a conocerla.
-Será mejor que esperemos un tiempo, papá -sugirió Jack.
Aquélla estaba siendo una recuperación milagrosa, pensó Jack entrecerrando los ojos. Sacudió la cabeza. No, no era posible. Umberto había sufrido un infarto. Quizá había exagerado la gravedad.
Su padre se incorporó, pidiéndole a Bella que acomodara los cojines. Jack acudió solícito a su lado y cuando todo estuvo al gusto de su padre, tomó la palabra.
-Eres un viejo sinvergüenza.
La mirada de culpabilidad que le lanzó Umberto fue la muestra de que sus sospechas eran ciertas.
-Las noticias que me traes me hacen sentir mejor. Tienes que volver junto a tu nueva esposa. Dile que la familia quiere conocerla -dijo su padre sonriendo-. ¿Cuál es el nombre de la afortunada?
- Elsa.
-Ah, Else, bonito nombre. Una buena elección, hijo.
- Elsa, papá, no Else.
-¿Y su apellido?
-Swon -contestó Jack reticente.
Su hermana ahogó un grito.
-¿Swon? -repitió Umberto-. Ése es el apellido de la familia que...
-Espera, Umberto -dijo su madre-. Deja que Jack hable.
-Es la hermana de la mujer que me acusó.
-No cometas un error, hijo mío.
-Tendréis que decidir por vosotros mismos.
-Quiero conocerla -intervino Bella-. La mujer que se haya casado contigo, tiene que ser muy especial.
La preocupación del rostro de su padre, comenzó a desaparecer.
-Le contaré a Elsa que estáis deseando conocerla -dijo Jack más decidido que nunca a detener los planes de divorcio de Elsa.
-Estupendo -dijo su padre enormemente satisfecho.
-¿Por qué tengo la sensación de que papá estaba deseando que llegara este día? -murmuró Jack a su hermana.
-Quizá porque no acabo de encontrar un marido y Claudia ya está casada. Y claro, tiene una hija, pero eso no cuenta. Tú eres su última esperanza de perpetuar el nombre de la familia.
¿Cómo iba a decirles que su esposa nunca tendría hijos?
- Jack. Deberías comunicar a los Ravaldi que has vuelto a casarte. Alessandro querrá felicitarte.
Jack inclinó la cabeza. Había estado posponiendo aquella visita, que debería haber hecho en su anterior viaje a Milán. Pero el volver a ver a su cuñado, volvería a abrir viejas heridas. Después de todo, Alessandro había perdido a su hermana.
Jack apretó los puños. Las dos mujeres que habían estado bajo su cuidado y protección, Idun Swon y Lucia Ravaldi, habían muerto.
-He quedado con Alessandro para vernos -dijo, confiando en que no le molestara su nuevo matrimonio.
Recordó los ojos azules de Elsa y los hoyuelos de su irresistible sonrisa. Lo había engañado. Pero era dulce, amable y lo único que quería era su felicidad.
Tenía que tomar lo que tenía, correr el riesgo. Pero lo del heredero... Miró las manos entrelazadas de sus padres. Elsa le hacía sentir muchas cosas que nunca antes había experimentado.
De repente, la echaba de menos desesperadamente.
La bocina de un coche sonó fuera.
El coche había llegado más pronto que el día anterior. Le dolía la cabeza y su rostro evidenciaba la mala noche que había pasado.
Se había sentido tentada de meterse en la cama y pasar el día durmiendo, pero el trabajo la esperaba. Tenía que olvidar a Jack y concentrarse en su carrera. Buscaría otro trabajo, al menos así no estaría junto al despacho vacío de su apuesto y peligroso amante.
Al oír de nuevo la bocina, tomó su portafolio y se dirigió a la entrada.
-Lo siento, Tymon, se me ha hecho tarde.
Un nuevo chófer, con gafas de sol oscuras, la esperaba junto a la puerta del coche. Ken Pascal había tenido en cuenta su opinión acerca de Bob Harvey. Al sentarse en el coche, reparó en que el modelo era diferente.
-¿Tymon? -preguntó asustada.
El asiento trasero estaba vacío. Trató de abrir la puerta. Pero estaba cerrada. De pronto se dio cuenta de que hacía unos quince minutos que no veía a Tymon. La había avisado de que el desayuno estaba listo y luego había dejado de oírlo. ¿Estaría también detrás de aquello? Su mente barajó la posibilidad de que estuviera muerto.
Elsa golpeó la ventanilla con su portafolios, pero era blindada. Otra ventanilla oscura la separaba del conductor.
-Déjeme salir.
El coche arrancó a toda velocidad. Respirando entrecortadamente, Elsa trató de controlarse para no dejarse llevar por el pánico. Aquello era lo que Jack temía que pasara, pero no estaba dispuesta a dejar que nadie se saliera con la suya.
-¿Te has vuelto a casar? Deja que te dé la enhorabuena -dijo Alessandro abrazando a Jack.
-Gracias -dijo Jack comenzando a sentirse relajado.
-Llevas mucho tiempo desaparecido, Jack.
-Sí, sé que debería haber venido antes a visitarte.
-Nunca llegué a entender por qué no aceptaste mi ofrecimiento de ayuda. Te hubiera conseguido los mejores abogados del mundo.
Jack se encogió de hombros, pensando en lo estúpido que había sido al creer las mentiras de Agdar Swon.
El pensar en un mundo sin Elsa lo hizo estremecerse.
-Lucia no creyó en mi inocencia, así que, ¿qué sentido tenía tratar de demostrársela a un puñado de desconocidos?
- Jack, sólo te diré esto una vez. Tienes una vida por delante. Olvida a Lucia. Recuerda lo que tuvisteis, pero no la idealices.
-No quiero olvidarla, Alessandro -dijo Jack, deseando poder dejar atrás el dolor.
-Lo sé. Yo también quería a mi hermana y la echo de menos. Pero no estaba ciego a sus defectos. No pienses que no sé que podía llegar a ser muy cabezota.
Jack rió ante las palabras de Alessandro.
-Sí, a veces lo era.
-¡Muchas veces! Tenía tendencia a la depresión y era muy insegura. Recuerdo lo celosa que era, siempre le preocupaba que te enamoraras de una mujer más joven.
-Eso es absurdo -dijo Jack mirando sorprendido a Alessandro.
-Es cierto. ¿Por qué crees que estaba tan furiosa de aquel desastre? Era su peor pesadilla hecha realidad.
-La amaba y nunca me sentí tentado por ninguna otra mujer -dijo Jack, enfadado de que su lealtad y su honor fueran puestos en juego.
Aunque en el fondo, se sentía culpable. Se había sentido atraído por aquella joven de dieciocho años llamada Elsa, aunque nunca habría traicionado a Lucia.
-Lo sé -dijo Alessandro dándole una palmada en el hombro-. Nunca dudé de ti ni por un instante y se lo dije a Lucia. Pero quería hacerte sufrir -añadió dejando escapar un suspiro-. Y ahora, aquí estás, enamorado de nuevo.
-Yo no... -comenzó a decir Jack, pero se detuvo.
Alessandro tenía razón. Tenía una nueva oportunidad para ser feliz. Había llegado el momento de decirle adiós a Lucia.
Entonces, su teléfono móvil comenzó a sonar insistentemente y miró la pantalla. Al ver que era un número de Auckland, su corazón dio un vuelco.
-¡ Jack!
Al comprobar que era Agdar Swon, sintió que las rodillas se le doblaban. Lo siguiente que le dijo, hizo que su cabeza comenzara a dar vueltas.
-Oye, ¿estás bien? -preguntó Alessandro preocupado, poniendo una mano en el hombro de Jack, una vez colgó.
-Mi esposa ha sido secuestrada -contestó tratando de no mostrar el dolor que sentía.

Continuará...










Chicas este es el penúltimo capítulo ya se viene el final :3

La venganza de un hombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora