Capítulo 8

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  — Mira, pon tu cabeza aquí.

Tim se estiró y acomodó la cabeza en los muslos de su amigo. Se sentía cómodo, porque eran suaves y no duros como la tierra donde estaba antes. Pero a la vez se sentía incómodo porque creía que sólo los novios hacían esas cosas.

— Tenemos que volver antes de que obscurezca o tu abuela enloquecerá de nuevo.

— ¿Recuerdas cuando salió a buscarnos con perros? Todavía había sol - Ambos niños rieron — Pero ya tenemos once años Timmy, ya no somos pequeños.

 —¿Entonces que somos?

— Grandes.

Tim sintió la mano de Conner acariciar su negro cabello y una vez más la incomodidad volvió. Por un momento quiso dejarse llevar, su hermano Dick acostumbraba hacer eso también, acostarlo en sus muslos, acariciarle el cabello y contarle historias de cuando estaba en el circo. Pero ellos eran hermanos y eso estaba bien. Aunque Conner era su mejor amigo en el mundo.

No consiguió sentirse cómodo y se incorporó.

— Mejor ya vámonos,  no me siento tan grande como para volver de noche.

Corrió en dirección a la granja donde acostumbraba pasar una o dos semanas cada verano. Tenía el corazón acelerado y le sudaban las manos, Conner no fue tras él hasta varios minutos después.

Ese y otros recuerdos ya no se veían igual en la mente de Tim. Dio vueltas en la cama, rememorando una y otra vez sucesos de su vida con Conner, charlas, abrazos y secretos quizás se estaba poniendo paranoico.

En el cajón de su velador tenía un montoncito de cartas, dibujos y notas que su amigo le había dado cuando eran niños. Parecían cosas inocentes pero quizás ocultaban algo más. Las repasó una por una, se preguntaba cómo había podido ser tan ciego y desconsiderado con los sentimientos de Conner.

Si, tenían nueve o diez años, quizás ni el mismo Conner entendía el cariño que le tenía. Eso explicaría el por qué de las notas con corazones y los dibujos de ellos siempre tomados de las manos. Tim se dio una palmada en la frente; una cosa era no haberse dado cuenta de niño, y aunque tenía años de no recibir ese tipo de notas de Conner, ahora que lo veía era más que obvio.

Llamaron a la puerta.

— Joven Timothy, desayuno en diez minutos o llegará tarde al colegio.

— ¡Ya voy!

Tuvo que ducharse y vestirse tan rápido que, por unos minutos, su cabeza estuvo despejada. Pero, mientras se anudaba la corbata frente al espejo, todo volvió.

Jason terminó su café y se levantó de la mesa. Damian tomó un poco más de fruta. Su padre se había ido demasiado temprano ese día, parecía que los estaba evitando.

Cogió un plato con pancakes y la taza de café de Tim.

— Le llevaré esto a Tim, parece que no se siente bien - el mayordomo sólo lo miró de reojo y no puso objeción, aunque no le gustaba eso de que comieran en sus habitaciones.

Jason necesitaba hablar con Tim. La noche anterior, entre todo el escándalo de su padre y el matrimonio no pudo acercarse a él. Lo sentía más lejano que nunca y eso le molestaba, ellos siempre habían sido un equipo.

Llamó a la puerta pero no esperó a que respondieran, simplemente entró.

Al escuchar la puerta abrirse, Tim se giró con algo de desesperación, el nudo no le estaba quedando.

— Alfred ya vo... - guardo silencio cuando el aroma a mantequilla, café y Jason lo invadió. — Ah...

— Hola - el mayor fue a dejar la comida al velador, vio los papeles desperdigados por toda la cama y trató de no darle importancia a las notas con corazones — Quería hablar contigo, sobre lo que pasó.

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