8 - Señales de Envidia

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Heber tuvo la decencia de ofrecerse para dejarme en casa de mi mejor amiga, se rehusaba completamente a dejarme ir, nos queremos y le sabemos, pero entendía que debíamos ir más despacio. 

Pasaron dos semanas, y en aquellas dos siempre fue lo mismo. 

De lunes a miércoles me llamaba por teléfono después de la cena, y cortábamos cuando ya ninguno de los dos podía más del sueño. 

El primer Jueves cuando llegué a mi escritorio había un arreglo floral pequeño de rosas blancas, con una tarjetita deseándome buenas vibras para la semana, que soy la mujer más bella que él ha visto en su vida, la más buena de corazón y llena de inocencia. Fue muy lindo de hecho trabajar al lado de ellas, las miraba y sonreía al recordarlo. 

El segundo Jueves fue un ramo de rosas azules, pero ellas me llegaron en un momento muy inesperado, mientras volví de ir a buscar el café de Joyce, toqué su puerta y me hizo pasar, le tendí su café, y las rosas las tenía él en su escritorio, me anunció que eran para mi, al principio lo miré perpleja y confundida, luego vi la nota y vi que venía de Heber, me retiré a mi puesto y Joyce no me dijo más en todo el día. 

Los viernes me retiraba a las afueras del trabajo para llevarme a cenar o algún cine. Luego cuándo iba a dejarme de madrugada a casa de mi amiga ésta misma nos regañaba de que no eran horas de llegar, por último Heber me robaba un beso  y se iba, Thalia quedaba con la boca abierta y me recordaba lo zorra que era, le besaba la mejilla de vuelta e iba a mi cuarto a descansar. 

El Sábado de la segunda semana llegó a buscarme para pasar el día juntos, Thalia tenía cita, así que no me reclamó nada. 

—Estás hermosa hoy.—dijo mientras escogía algo del menú. 

—No puedo decir lo mismo.—bromee mientras hice una mueca de disgusto.

Levantó su mirada de inmediato mientras me miró ofendido, le había dado en su ego con una broma y su cara era la mejor, no aguanté la risa. 

—Estoy jugando contigo. 

—Pareciera que estás jugando conmigo en todo momento.—bufo. 

—No lo hago, así que no exageres. Y te ves increíble.—dije mientras observé la carta. 

Yo pienso que fue un almuerzo único, ya que el tema de conversación fue de nuestras familias, lo maravillado que él estaba con la suya y lo complicado que estaba la mía, pero de todas formas necesitábamos enterarnos de cuanto habíamos cambiado. 

Él se notaba contento, según el haberse mudado fue la mejor decisión para su familia, habían mejorado sus condiciones económicas, tenían más amigos y sus padres ya no trabajaban tan duro y sólo se dedicaban a disfrutar más de la vida. 

Los míos sólo trataban de llevarse bien y acordarse de que estaban casados por amor, que cualquier circunstancia podríamos resolverla como familia. Ahora el tema de mi hermana me había colapsado y ya no quería saber nada de ellos, por darme la espalda, ni si quiera me habían llamado desde la última vez que los vi, eso demostraba lo poco preocupados que estaban por mi existencia. 

Heber me demostró en toda la conversación que estaba ahí por mi, cosa que yo necesitara ahí él estaría para mi, como amigos o lo que resultara de nosotros a futuro. Y se lo fui a agradecer con lo que más me costaba, pero no me dolía. 

—Iré al baño, no demoro.—le dije mientras me paraba. 

 Una vez que ya no estuve en su dirección y fui a la caja para pagar nuestro almuerzo, no habíamos pedido mucho pero si había salido bastante a lo normal, de todas formas pagué y me retiré para ir en busca de Heber. 

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