Día 3: Fugitivos / Canon divergence

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Esa noche era fría y el viento soplaba con fuerza, como si les advirtiera que no debían escapar como lo estaban planeando, porque podía terminar en algo malo; pero aún así, las ganas de irse de Sanguinem eran demasiado grandes.

Cuidadosamente, y después de que Mika hubiese consultado con Yuu su decisión de irse, ellos y los niños salieron silenciosamente por los pasajes de la ciudad; gracias al mapa que se había robado de la mansión de Ferid, el rubio podía guiar a su familia relativamente fácil, pues aún había vampiros rondando por ahí.

Los niños Hyakuya iban juntos y trataban de no separarse mientras corrían sigilosamente; y entonces finalmente aparecieron en una gigantesca habitación que tenía una puerta que al parecer, daba al exterior.

Emocionados, los infantes sonrieron y entonces el rubio dijo que podían correr y huir, claro, luego de cerciorarse de que ningún vampiro andaba por ahí.

Pero como nada en la vida es justo, cuando los huérfanos iban cruzando la habitación, como si fuera un fantasma, Ferid bajó del techo y se los quedó viendo con una sonrisa divertida.

—Qué niños tan traviesos —mencionó el ojirubí poniendo una mano en su cadera.

—Yuu-chan, cuando te diga, corres con los demás —susurró el rubio poniendo detrás suyo al azabache—. ¡Ahora!

Y entonces, Mika se lanzó sobre Ferid con una arma en su mano, incluso logró dispararle en uno de sus hombros; y aunque el peliplatinado tuvo la oportunidad de asesinar al niño, simplemente no quiso, porque de una forma u otra, le había tomado algo parecido a cariño —que realmente no era así— y no pudo hacerlo, tan solo lo empujó fuertemente y lo lanzó al suelo.

Pero respecto a los demás niños y niñas, el ojirubí no dudó en asesinarlos cruelmente frente a los ojos de los Hyakuyas mayores, uno cerca de la salida y el otro levantándose en la mitad del salón.

—Qué divertido —rió el peliplatinado mirando en ambas direcciones—. ¿Qué harás, Mika-chan? ¿quieres asesinarme mientras él escapa? ¿o quieres huir con él? —se burló.

—Ferid-sama, déjelo irse —jadeó el rubio.

¡No, Mika! —chilló Yuu—. ¡N-No quiero irme solo!

—Aw, qué tierno amor —se mofó el vampiro arreglando su cabello—. ¿Qué debería hacer con ustedes?

Los dos niños se miraron con añoranza, ninguno quería dejarse, porque después de ver cómo su familia moría, iban a necesitar del apoyo mutuo que solo ellos podían darse para superar ese trágico suceso.

—¡Ferid-sama! ¡¿dónde está?! —se escuchó una voz masculina desde fuera de la habitación.

Con una sonrisa ligeramente retorcida, el noble salió de la sala caminando lentamente y dándole un guiño a los dos chiquillos.

—Mika... —llamó un sorprendido Yuu—. Mika, huyamos.

—¿Qué...? —espetó el ojizafiro volteándose para ver a su amigo—. Ah, sí, vamos...

Lentamente, aún sorprendido, Mika se levantó totalmente del suelo y fue agarrado del brazo por Yuu, quien al sostenerlo se largó a correr mientras lo jalaba.

Y finalmente, ambos estaban fuera de Sanguinem, con el frío e invernal viento golpeando en sus rostros y jóvenes cuerpos; aquello hizo que el rubio regresara en sí y tomara la mano del azabache.

Mika, estamos afuera —mencionó el moreno apretando la mano ajena en la suya.

—Yuu-chan, ven —dijo jalándolo.

MikaYuu Week 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora