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La poca agilidad de Liam jugó en su contra. Este soltó la manivela de la compuerta y cayó desde un metro y medio sobre un montón de libros viejos apilados haciéndolos caer junto a él y provocando que numerosas motas de polvo bailaran por aquella buhardilla. El bandido yacía dolorido en el suelo atrapado bajo aquellos libros sobre los pensadores de la Ilustración. Recorrió la apacible buhardilla con sus ojos. Los únicos indicios de que se encontraba en una casa de gente adinerada eran esos caros libros y una vitrina llena de vajillas de oro puro-que valían más que el propio Liam-situada a la esquina. "Y, ¿ahora cómo coño se supone que debo escapar de aquí sin que me fusilen o me metan en el talego?" Pensó. La buhardilla no tenía mucho que contemplar aparte de la vajilla de oro la cual Liam se moría por llevarse. Entonces vio un reflejo humano en el cristal de la vitrina y se sobresaltó. "Ahora si que no tengo escapatoria". Sus miradas se cruzaron. Él se fijó en su calva brillante, en sus manchas estremecedoras plantadas en su tez blanquecina, en su ropa vintage de marca, en el cablecito que salía de su manga conectado a un suero que llevaba a su lado pero, sobre todo se fijó en sus ojos del color de un mar pacífico llenos de alegría. Ella se fijó en lo gracioso que él se veía atrapado en sus libros? en sus fachas propia de un bandido-o incluso de un sin techo-pero, sobre todo, en sus ojos color miel rebozando de pánico.
         - Te estás sentado encima de Montesquieu-habló ella con cierto tono burlesco y cantarín.
Él, al darse cuenta que tenía un libro debajo de su coxis, se apresuró a levantarse.
         -Lo siento mucho de verdad, eh... yo... -tartamudeó el bandido apavorado-verás... yo...
         -¿Cómo te llamas?-preguntó ella regalándole una sonrisa.
         -Liam-dijo más tranquilo ante el hecho de que le estuviera sonriendo-. Liam Gates.
         -Yo soy Rose, encantada. Aunque pronto seré cenizas-dijo Rose de lo más natural.
  Liam no supo que decir. Solo se limitó a mirar su belleza deslumbrante.
         -Eres poco hablador, Liam Gates. ¿No me vas a contar nada sobre ti?
         -Rose... -habló atónito. ¿Es que acaso no le tenía miedo?- Soy un bandido que roba a ricos como tú para satisfacer las necesidades de pobres como yo...
         -¿Y?-Rose le incitó a que prosiguiera ampliando aún más su sonrisa.
         -Y vengo escapando de unos guardias.
         -¿Y?-repitió.
         - Ya está. Era eso. ¿No estás asustada? ¿Ni vas a llamar a papi para que me detengan?
         - No-se encogió de hombros-¿Por qué debería? Tu profesión me parece muy cabellerosa.
         -¿Me lo estás diciendo en serio?
         -Todo lo que digo lo digo en serio, bandido.
         -Eres la primera persona que me dice eso-a Liam le dio por reír-todo el mundo o se esconde cuando me ven o corren tras mí para detenerme.
         -En mi caso todo el mundo se esconde cuando me ve.
         -En ese caso-Liam dio un paso hacia ella-la gente es gilipollas.
         -No lo son. Les comprendo. El melanoma me ha cambiado la vida y pronto me la quitará como se la quitó a mi madre.
         -Vaya-Liam se estremeció-lo siento muchísimo.
         -¿Por qué no me robas a mí?
         -¿A ti?-Liam se puso nervioso y se aclaró la voz.
         -Sí, a mí-la risa cantarina y jovial de Rose retumbó por toda la buhardilla-. Mi santo es mañana, podríamos celebrarlo por adelantado tú y yo.
         -Ganas no me faltan-acarició su rostro y se dio cuenta lo suave que era-pero nos meteríamos en un buen lío.
         -Nunca me he metido en uno. Ya va siendo hora de que me metas en uno.
Ambos estaban tan cerca que sus alientos chocaban.
         -Debería irme-dijo Liam con todo el dolor de su corazón. La sonrisa de Rose se evaporó.
         -Ha sido un placer conocerte Liam Gates. La puerta de atrás esta justo al salir. Te agradecería que no te llevaras la vajilla-y se fue arrastrando el suero dejando a Liam solo y despojado en la buhardilla. Este salió de la mansión y se encontró a Max esperándole. El perro lo miró pidiendo una respuesta. Liam asintió.
         -Sí. Al final me he metido yo en el lío.
        
         

LA VÍSPERA DE LAS ROSASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora