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--10 AÑOS DESPUÉS--

El desagradable sonido de una porra contra un barrote sacó a Liam de sus pesadillas.
        -Despierta, idiota-la voz del carcelero lo terminó de despertar-. Tienes visita.
        -¿Visita? ¿Yo?-Liam frunció el ceño aún tirado en el colchón.
        -Sí, tú. Hasta tú mismo te asombras-abrió la celda.

Liam saltó literalmente del mugriento colchón y salió de la celda. El carcelero lo esposó con las manos hacia alante y lo guió a la sala de visitas.
Se sentó frente al cristal. ¿Quién querría verlo a aquellas alturas de la vida sabiendo de lo que se le acusaba? Si todo el mundo lo odiaba. Cada quién que miraba a los ojos de Liam Gates veía al asesino de la hija enferma de Robert Mayer. Hasta los demás reclusos cuchicheaban falsos testimonios sobre él.
Mientras esperaba examinó detenidamente su reflejo en el cristal. Había cambiado y mucho. Se podría decir que no era el mismo: su barba había crecido descomunalmente y su melena ya le rozaba los hombros. Su cara estaba llena de heriditas y moretones debido a las peleas que había tenido con los reclusos. Algo curioso era que en su mirada ya no se encontraba ese brillo especial e inocente de cuando era un bandido feliz y enamorado de Rose. Ahora era más viejo, más sabio y más... de piedra por así decirlo. Pero esa piedra la seguía derribando Rose día tras día. Solo ella podía escarvar en su corazón. 
De pronto el reflejo de su cara en el cristal fue cubierto por una bella adolescente que se encontraba en otro lado. Él la contempló de arriba abajo. Era morena, tenía el pelo rizado, era alta y esbelta, vestida de manera elegante; esos ojos azules y esa sonrisa se le hacían más que familiar pero, por más que quisiera no tenía la más mínima idea de quién se trataba.
Liam entornó los ojos. Aquella chica era bastante atractiva para sus pupilas.
O será que era la primera hembra que veía en diez años.
La joven se sentó en frente de él. Él se incorporó para verla más de cerca. ¿Quién era?

        -Liam-ella le sonrió y colocó su fina mano en el cristal que los separaba.
Él la seguía mirando: se fijó en su sonrisa, en su tez blanca maquillada y en sus pecas. Pero era en vano, no supo descifrar quién era.

       -¿Liam? ¿Me reconoces?-insistió la chica.

Liam negó lentamente con la cabeza. Demasiado lentamente.

        -Soy Aria. Aria Mayers. ¿Me recuerdas?

Liam entreabrió la boca. Se le llenó la cabeza de recuerdos. Sin duda, la recordaba. "¡Él ama a mi hermana! ¡Me lo ha dicho! ¡Él no la ha matado, lo veo en sus ojos!"
Liam cerró fuertemente los ojos y se pasó las manos por el pelo como si quisiera borrar aquellos recuerdos de su memoria. 

        -Aria-habló-. La pequeñita Aria.
        -Tenía miedo de que no me recordaras-dijo Aria conteniéndose las lágrimas.
         - No me olvidaría de ti jamás-sonrió melancólicamente-. Ni de Rose.

Hubo un breve silencio.

        - La echas mucho de menos-afirmó Aria.
        -Decir mucho sería poco para definir la falta que me hace tu hermana-la mirada de Liam no paraba de desprender pinceladas de melancolía.
        -Lo sé, Liam. A mí me pasa lo mismo, no sabes lo que as vivir sin sus canciones, sin su sonrisa, sin... ella.
        - Has cambiado tanto, estás muy guapa. Ya eres una mujer.
        -Gracias-se sonrojó-. Tú también has cambiado bastante.
        -Lo sé y, emocionalmente también. Ya no soy el que era.
         -Para mí lo seguirás siendo-Aria sonrió-. Pienso mucho en ti. Mi padre o mi hermano me matarían si se llegasen a enterar de que estoy aquí pero estoy dispuesta a dar la cara por ti porque sé perfectamente que tú no mataste a mi hermana. Satanás, el hermano de Kiefer, mandó a matarla.

La respiración de Liam se cortó.

        -¿Cómo?-apretó sus puños.
        -Sí, mandó a que le inyectaran veneno en el suero-Aria derramó una lágrima.

Liam de dio una patada a la mesa y aguantó sus tremendas ganas de dar un tremendo alarido. Sintió rabia, mucha rabia. Luchó contra las esposas que retenían sus manos provocando que sus muñecas sangraran.
Aria se asustó de Liam por un instante.

        -Lo tendría que haber imaginado, Aria-Liam tembló de cólera. Le costaba mantener su ira-. Las escorias de Edimburgo. Los mataré en cuanto salga y me va a dar igual si vuelvo a esta ratonera, es más, me entregaré yo mismo. Al menos moriré tranquilo por haber vengado la muerte de la que iba a ser mi esposa.
        -No lo hagas, Liam, te lo suplico. No me dejes sola de nuevo-le pidió Aria con mirada de compasión-. He perdido a mi hermana que era a quien más quería. No puedo perderte a ti también. Y estás hablando de matar al demonio.
        -Lucharé por Rose hasta el último día de mi vida. Pueden pasar los años que pasen-la voz de Liam se volvió ronca debido a su ira retenida.

Aria tragó saliva y contempló a Liam. Estaba más musculoso que hace diez años. Cómo le gustaría a ella que la viera con otros ojos, no como la tierna niña de mofletes que era antes y, cómo le encantaría darle todo el cariño y apoyo que no le estaban dando en la cárcel. Siempre había sentido demasiada admiración por él pero, ahora a esa admiración se le había sumado un intenso deseo. Un deseo imposible y no correspondido.

        -Rose se merecía una vida llena de felicidad-Liam sacó a Aria de sus pensamientos.
        -¿Por qué la vida se la llevó siendo tan joven?-Aria volvió a llorar.
        -Tú cuando estás en un jardín, ¿qué flores coges primero?-le preguntó Liam.
        -Las más bonitas.
        -Pues eso.

Aria miró a Liam con ternura.

        -Nunca cambies, ¿vale, Liam?
        - Ya he cambiado lo suficiente-él se acercó al pequeño hueco del cristal por el que les permitía comunicarse.

Aria quería abrazarlo y sentirlo, pero no podía. Aún tenía que esperar unos meses más. Había estado soñando con eso durante diez años.

        -Tengo que irme-lo miró.
        -Espero que no tardemos mucho en volvernos a ver, mi pequeñita Aria.  Cuídate-Liam le lanzó un beso.
        -Cuídate mucho tú también, Liam, por favor.
        -Tranquila. Eso haré.

Una vez concluida la visita, Liam fue regresado a su celda. En eso, escuchó un ladrido. Miró hacia la minúscula ventana que se situaba arriba a la izquierda y no pudo creer lo que veían sus ojos. Max.

        -¡Max!-alargó su brazo para acariciar su hocico- Buen chico. No sabes lo mucho que te echo de menos. Y lo mucho que la echo de menos a ella.

Max ladró.

        -¿Sabías que mi cuñada y tú sois lo único que me quedáis?

Mientras Liam acariciaba a Max, este le mordió fuerte en la mano.
Liam la apartó rápidamente y miró la grave mordida que su mejor amigo le había causado. Vio los borbotones de sangre y volvió a mirar a Max.

        -Max, ¿qué has hecho?

Su vista se empezó a nublar y de repente lo vio todo negro.

LA VÍSPERA DE LAS ROSASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora