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Liam estiró el brazo para acariciar el cuerpo desnudo de su amada Rose acompañado del susurro de un: "Buenos días, amor". Pero su brazo se topó con la gélida almohada. Éste levantó la cabeza y parpadeó repetidas veces para verse solo en la cama.

        -¿Rose? ¿Cariño?

La silueta de la joven aún seguía intacta en la cama mas a ella no la vio en la habitación. "Estará desayunando".
Liam se levantó para coger su ropa del suelo y al ver que el vestido de Rose seguía esparcido por el suelo-se sonrojó al recordar lo que había pasado la noche anterior-se extrañó. También se percató de que su riñonera con su inseparable suero estaba en la silla. Se acercó para tocarlo. "Ella anoche no se quitó el suero".       

Terminó de vestirse a la velocidad de un rayo y salió a paso decidido de la habitación de Rose en su búsqueda.
Sus pies se detuvieron en seco al escuchar un despojado llanto proveniente de la sala.
Liam se llevó la mano al corazón al contemplar la vista desde lo alto de las escaleras: Robert Mayer abrazando a Joe y Aria, los tres envueltos en un mar de lágrimas ante los ojos de cuatros agentes. Liam tropezó con un peldaño de las escaleras, lo que causó que todos lo miraran.

        -¡Has sido tú!-Robert soltó a sus dos hijos para dirigirse como una fiera hacia Liam-¡Tú has matado ha mi hija!

Dos agentes frenaron a Robert, que no tenía fuerzas ni para mantenerse en pie pero, él continuaba gritando sin cesar:

        -¡Tú la mataste, malnacido! ¡Tú la mataste!-A Robert le fallaron las piernas mientras los agentes lo sostenían ya en el suelo-¡TU MATASTE A MI HIJA!

La voz de Robert retumbaba en los oídos de Liam. No se lo podía creer. Rose había muerto. Rose. Su amada Rose. Su pequeña. Su futura esposa. La mujer a la que planeaba acompañar hasta que su vida se lo permitiera. La mujer de la que se había enamorado perdidamente en cuestión de segundos. La mujer cuya vida había salvado de las garras de Kiefer.

        -¡Tú mataste a mi Rose! Agentes... él mató a mi hija...-dijo Robert antes de desmayarse.

Liam se cubrió los oídos mientras su espalda se escurría hacia abajo y se hacía un ovillo en la esquina de un peldaño.

        -¿Dónde estás pequeña?-murmuró Liam para sus adentros mientras dos lágrimas se escurrían por sus mejillas- Cariño, ¿dónde estás?

Lo último que vio Liam antes de cerrar los ojos fue la imagen de Aria refugiándose en los brazos de su hermano Joe.
Los otros dos agentes subieron las escaleras para dirigirse a Liam. Él levantó la cabeza de sus rodillas y Aria salió en su defensa.

        -¡No! ¡Déjenlo!-exclamó la benjamima de la familia. Soltó a su hermano y corrió hasta Liam para envolver sus bracitos alrededor de su pierna.

        -Aria, suéltalo-intervino Joe-. Es un asesino.
        -¡No lo es! ¡Yo le creo!
        -Aria, me estoy enfadado. No digas tonterías-Joe alzó la voz-. Ya llévenselo, agentes y que se pudra en la cárcel.

Los agentes levantaron a Liam del suelo por la fuerza.

        -¡Levanta!-uno de ellos lo golpeó con una porra en el peroné.
        -¡Paren! ¡No le hagan daño!-volvió a gritar Aria con los ojos llenos de lágrimas- ¡Él ama a mi hermana! ¡Él no la ha matado!

Los agentes, mientras esposaban a Liam con las manos en la espalda, miraron con ternura a Aria al oír su dulce y aniñada vocecilla.

        - Yo no he hecho nada, agentes-habló Liam resistiéndose-. Yo no maté a mi novia, lo juro.
        -¡Cállate!-el mismo agente le volvió a golpear en el mismo sitio.
Liam se quejó. Ya le empezaba a arder esa zona de la pierna.
        -¡Liam ama a mi hermana! ¡Él me lo dijo! ¡No la ha matado, lo veo en sus ojos!
        -Aria, no te preocupes, preciosa-le dijo Liam con lo que le quedaba de aliento-. Sobreviviré. 

Los agentes se llevaron a Liam de la casa. Él miró atrás y lo único que pudo ver fue a Aria clavada en el suelo cada vez más lejos mirándolo con lágrimas recorriendo sus grandes y lindos mofletes.

***

Liam respiraba profundamente expulsando su aliento contra el frío hormigón de la celda. Y por enésima vez cambió de postura en aquel mugriento colchón que en él se podía apreciar de todos los colores menos el blanco.

No podía parar de pensar en su amada Rose. Ya no estaba. Ni para lo bueno ni para lo malo. Ya no estaría cada mañana con él para despertarle con un beso como se prometieron.

        -Amar nos conduce a morir-susurró Liam mirando al infinito a través de esos barrotes que le impedían buscar el por qué de la muerte de su amada.

Rose estaba bien. No le había llegado la hora todavía. No era aquel el momento. Ella estaba mejor que nunca. Todos sabían que estaba mejor que nunca.

        -Amar nos conduce a morir-volvió a susurrar tensando su mandíbula.

Pero él juró por ella que, nada más salir de la ratonera en la que lo habían apresado injustamente, iba a investigar. No sabía cómo pero iba a hacerlo aunque se le fuese la vida en ello. Porque así se ama de verdad. No hará justicia por él pero sí la hará por ella.

        -Amar me conduce a morir... amar me conduce a morir...

LA VÍSPERA DE LAS ROSASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora