Prefacio.

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ATENAS, 20 de junio de 451 A.C. 4:03 de la madrugada.

Me ha despertado un fuerte estruendo. Veo que hay mucha gente reunida en la calle, parecen preocupados. Sale una extraña humareda de las montañas del norte. Un valiente ha propuesto ir a inspeccionar la zona, cree que es una tentativa de los espartanos de saquear la ciudad. Por simple curiosidad y porque me había desvelado he decidido seguirles. Hemos llegado al cráter del que salía la humareda después de caminar durante dos kilómetros en dirección norte, tiene forma esférica y aún desprende muchísimo calor. No hay ningún objeto que hayan dejado los espartanos como trampa ni restos de madera quemada de la hoguera la cual debería haber estado ocasionando la humareda.

Me ha parecido ver una sombra a lo lejos.

ATENAS, 20 de junio de 431 A.C. 4:03 de la tarde.

La ciudad arde en llamas. Shyra ha muerto. He salido a la calle para esconder de los espartanos a todos los atenienses que he podido.

Le he vuelto a ver, pegado a la oreja de un comandante de alto rango, parecía estar formulando—o más bien imponiendo—sus nuevas estrategias para ganar esta guerra. Según me han contado, es un hombre venido de Corinto conocido por sus originales y arrolladoras estrategias las cuales habían conseguido reducir a cenizas centenares de hectáreas. Su sed de sangre era voraz.

Nuestros ojos coinciden en medio de la escena infernal de casas ardiendo e inocentes asesinados a bocajarro. Observo sus ojos: dos cuencas sin fondo, abismos que parecen querer absorberme. Le maldigo, le veo mover los labios sosteniéndome la mirada, parece maldecirme. Le amenazo, le veo mover los labios más rápido mostrado esta vez sus dientes afilados, parece responderme a la amenaza doblando la apuesta.

"Te mataré", vuelvo a jurarle. 

Sombras Oscuras. La PuertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora