La infamia de los Dioses

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*División del capitulo anterior por larga extensión.

Llegué al templo y antes de que el fuego pudiera apagarse derramé la libación de aceite que estaba en el alabastro, pasaron tres días y todo el tiempo pensé en Axio, así que decidí ir al Egeo, quería sentir que estaba en el lugar donde nos habíamos conocido, había acabado mis labores de sacerdotisa temprano, así que mientras caminaba por la playa no podía dejar de pensar en Axio, era un hombre... no era más que eso, era un dios, un dios menor, pero al fían y al cabo un ser que superaba con creces mi edad y mi conocimiento, bastó poner mis pies en la orilla para sentirme de nuevo viva, fuera de la monotonía de mi rutina. Una voz me sacó de mi ensoñación, está vez era yo pensando en Axio y un bebe nuestro...

-La olas me dijeron que la diosa Atenea tenía una sacerdotisa muy bella, pero no me dijeron que... además de más bella que Hera,... fuese cautivadora.

-saludos mi señor, -me incline sobre la arena y le rendí respetos, según el protocolo para señores poderosos, el hombre era en toda la palabra un dios, más hermoso que axio, sus ademanes refinados, su figura deseable, e increíblemente apuesto, no necesite preguntar su sombre sabía quién era y además el me lo hizo saber.

-Soy Poseidón señor de los mares y amo de todos los ríos y fuentes de agua.

Dijo todo su título mientras me besaba la mano y yo no podía más que sentirme alagada y temerosa, debía volver ya, todo él no me impresionaba, No me atraía tanto como Axio, podía ser más bello, pero había algo en su boca que no me gustaba, eran las palabras de un seductor.

-si me permite Majestad, debo volver al templo, mi ama me espera para que cumpla mi deber.

-No sabía que Atenea se dejará ver, pero estoy seguro que nunca la has visto, no creo que se moleste sí llegas tarde, después de todo no estará para darse cuenta.

Mientras decía esto, sus manos se cruzaban con mi cuerpo, su fuerte pecho se acercaba a mí y sus labios dulces embriagaban mi mirada, antes de que pudiera saber algo, él ya me había besado, con tal pasión y arrebato que me dejo confundida, pero sus besos no sabían cómo los besos imaginarios de Axio, estaba segura que esto estaba mal, muy mal, el dios quería seducirme y yo no lo permitiría, con un poco de coraje y toda mi fuerza de voluntad me escapé de su agarre y me eché a correr por sobre la costa, los azafranes y el valle de lirios como una loca.

Me sentía sucia y sentía muy en mi corazón que había traicionado a Axio, me dormí pensando en mi primer beso y en lo mucho que me hubiera gustado que fuera del oceánida y no del olímpico. Los siguientes días fueron normales, hasta que una mañana en mi dormitorio observé un ave que no acostumbraba volar por aquí, entró a mi balcón y me dejó una hermosa flor de alguna parte de la tierra, jamás la había visto pero era hermosa. Era el, mi amado rio, mi oceánida amable y gentil,

En la tarde recibí un cofre con oro, joyas y muchas cosas brillosas, me medí unas, pero no me gustaron, fui a ver mi flor y la observé, era hermosa y aun no se marchitaba, de pronto cayó una gotita de agua sobre mi cuerpo y sentí la presencia de Axio, "Hola bella Aria" sentí su toque y sus besos suaves en mi piel, era imposible que no estando el aquí pudiera hacerme sentir de esta manera.

A pesar de todo, yo jugaba con fuego y no lo sabía, es inconcebible que una sacerdotisa consagrada ame o se entregue a alguien alguna vez, cuando ponía el fuego sobre la palangana de arcilla del majestuoso altar.

-Saludos bella Aria, -sus manos hacían un camino sobre mi vientre, me pareció repulsivo, podía ser un dios, pero no podía simplemente venir y tocarme sin mi permiso, y encima ¡en el altar sagrado!

-no me toque por favor, estoy consagrada a Atenea la de glaucos ojos,

-A sí, ¡pero eso no te impidió dejarte besar por mí! ¡y tampoco te impidió formar una alianza de almas con Axio!, escúchame bien, mortal decadente, soy el dios de las tormentas marinas, los mares, los temblores y las fuentes de agua, los caballos y los ríos, y Axio se somete a mi voluntad, no he podido dejar de pensar en ti, así que se mía o atente a las consecuencias,

YO, LA IDIOTA ANTES DE SER MEDUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora