El nacimiento de la leyenda

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Capítulo 3

Después de perder la conciencia y mi garganta en los múltiples gritos a causa de mi maldición, me levanté, o más bien, traté de levantarme, pero no podía, tomé mis mantos rotos y ensangrentados, los apreté con fuerza y lloré, lloré mucho, pero mi s lagrimas eran piedras que irritaban mis ojos, mis piernas apenas sostenían mi peso, vi mi espejo y lo pateé a un lado, la edificación había perdido su hermosura, se consumía junto conmigo, las voces de mil furias comenzaron a taladrar mi cabeza como atormentándome, que bajaban por mi cuello hasta mi espalda, que se retorcían en mi cara besándome las mejillas y peleándose entre ellas, ¡mi cabello¡, mi hermoso cabello ondulado había desaparecido ¡mi cabello era repugnante, monstruoso,!

Los siguientes días, meses, ¿años? Lo pasé muy mal, no me moví de mi posición, no esperaba nada de la vida, el viento pasaba, los árboles crecían, floreaban hermosas flores, morían, cardos y espinas surgían de los arcos, de las almenas, y mi tristeza no desaparecía, fue una eternidad pasada en una exhalación, esperaba que alguien se apiadara de mí y,... nadie vino, jamás supe nada del rio, de mi amado oceánida, y... no esperaba saberlo, mi alma y mi cuerpo eran escupidos por maldiciones que nada ni nadie podrían quitar.

No Salí del templo, ni de día ni de noche, no necesitaba comer, no quería nada y de pronto mi duelo eterno se vio interrumpido por una sombra, nunca me había percatado del olor de algún humano, antes no tenía forma de saberlo, las serpientes malditas guardaron silencio, se conectaban entre ellas y ellas se conectaban conmigo, como si cada cabeza procesara la información de diferente forma, veía en muchas direcciones, sentía el aire de cada rincón del templo, y allí estaba el buscando, o mejor dicho: buscándome. Por primera vez en mucho tiempo me sentía viva, necesitaba dejar salir a la bestia de adentro...

Cuando me di cuenta hacia donde se dirigían mis pensamientos paré en seco, no podría, yo no, ¡yo no!... era así. Me detuve, pero las serpientes en mi cabeza comenzaron a atacarme, mordieron mis párpados, mi cuello, mis manos que trataban desesperadamente de arrancarlas de mi cabeza y de pronto pararon, aun cuando estaba de espaldas, vi al guerrero, un griego, un hombre curtido en la guerra, con coraza, arco, espada, cota de malla y fuertes sandalias de cuero de una especie rara, venia por mí, venía para matarme. A pesar de su temor el ataque no se hizo esperar, alcanzo a herir mi hombro, pero la furia se apodero de mí, y me gire para atacarlo, fue cuestión de que el viera mis ojos para que quedara petrificado en su lugar, aprendí mucho ese día, que no le diera la espalda a nadie y que ahora todos querían matarme, para ellos yo era un monstruo. No sé cómo se enteraron de mí, en mi confinamiento de soledad nadie sabía de mí, pero el vino directamente a asesinarme, y yo en verdad esperaba que lo hiciera, pero esa fue la primera vez que maté.

Ese fue el primero de muchos ataques, pronto comenzaron a invadirme hordas de guerreros afanosos de actos heroicos, demás está decir que nunca lograron nada, en parte porque cada vez aceptaba más mi "peculiaridad", en parte porque me volví una experta cazadora, nadie podía ganarme, venían a mi territorio y yo lo conocía perfectamente bien, cazaba con cautela, era divertido incluso ver sus expresiones de pánico cuando se enfrentaban a mí.

Pero supe que pronto vendrían más, así que con los pocos metales que quedaban del templo me construí un arsenal de armas, Con el metal de sus corazas me hice lanzas, con los yelmos me hice corazas, lo único que no pude hacer con sus pertenencias fue un arco, pero de un fresno que crecía en el mismo templo me hice uno magnifico, digno de mí, después de todo, no tenía otra cosa mejor que hacer. Para recubrirlo de belleza fui al altar de la diosa, y con mis manos lo demolí, ya no me importaba ofender a un dios, ya no podía perder nada.

YO, LA IDIOTA ANTES DE SER MEDUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora