Catorce

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Alonso

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Alonso

Gruñí haciendo un último levantamiento para dejar la barra en su lugar. La banca donde estaba acostado se encontraba llena de sudor; me levanté después de recobrar el aliento y pasé una toalla tratando de secar un poco el lugar, pues además de que eran políticas del gimnasio lo hacía por higiene a quien tomaría el turno en la banca.

Sentía los músculos de los brazos y el pecho tensos mientras jalaba aire estirándome. Héctor junto a Ulises llegaron hasta donde estaba con las camisas y el cabello empapados de sudor;  era viernes en la mañana y mi hermano nos había levantado a ambos para acompañarlo en su rutina diaria, no podía quejarme, la verdad es que el ejercicio me ayudaba a liberar ciertas tensiones.

—¿Listo para irnos? —preguntó Héctor palmeando mi espalda. Asentí; luego de estirarme un poco más y tomar de mi bote de agua empezamos a caminar a la salida.

En cuanto salimos sentí el sol quemando mi espalda a pesar de la ligera brisa que corría por la ciudad. El cielo se veía algo oscuro a pesar de que no se pronosticaba lluvia, pero debido al exceso de gente en el estado y los contaminantes de sus coches, era algo común el no tener un cielo despejado; al menos en ese lugar, pues recordaba un viaje con mi familia al norte donde el aire se sentía más puro.

—¿Te llevo? —inquirió Ulises. Observé las calles atiborradas como siempre, pero era incluso más, pues al día siguiente se llevaría a cabo el desfile de la Independencia de México* y anunciaron el cierre de algunas avenidas para su preparación.

—Creo que en el metro llegaré más rápido, pero gracias amigo. Saluda a Hannia de mi parte. —Sonreí mientras comenzaba a esquivar personas para llegar a mi destino, sentía el sudor recorriendo mi frente y un poco de vergüenza por el olor que seguramente desprendía mi cuerpo.

Por los alrededores podía ver los puestos ambulantes con banderas, trompetas, tamborcitos, sombreros, rebozos, matracas, camisas y vestidos de manta con bordados multicolores. En México, septiembre era un mes patrio, donde cualquiera olvidaba sus diferencias o problemas del país mientras se reunían a celebrar con comida y bailes típicos, donde las calles se llenaban de gente vistiendo de verde, blanco y rojo. Hacía más de doscientos años que la Independencia fue realizada, pero aún así como buenos mexicanos, siempre se encontraba una excusa para llevar la fiesta a las calles.

Pasé por un puesto de gorditas y el olor me detuvo, tenía hambre y aún me sobraba tiempo hasta la hora de la sesión; debido a que era día festivo cancelaron el ensayo y sería usado para tomar las fotos necesarias para la promoción de la obra.

La señora torteaba la masa en sus manos con una rapidez impresionante, mientras otras gorditas se cocían en el comal a lado de los guisos; decidí sentarme y pedir unas cuantas.

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