Gestión de Riesgos

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(Cuento Corto)

Nunca tomé las riendas de ningún asunto, nunca cuidé a nadie, nunca tuve a nadie bajo mi tutela. Porque claro, todos los que me conocen saben bien que soy alguien a quien se cuida y no un cuidador. Y eso se notaba mucho en esta grave situación.

La alerta del tornado había evolucionado hacia el nivel más alto de peligro. Mis padres comenzaron a llevar las cosas a la última habitación de la casa. Todo era locura y desesperación.

Y las cosas se complican más cuando sos un chico con serios problemas de pánico. Es más, en este momento estoy a punto de tener uno. Ya siento la alteración en mis respiraciones y el dolor en mi pecho.

—Simón— me grita mi padre de pronto sacándome de mi pre-ataque.— ¿Qué hacés ahí? ¡Ayudá nene!

—Sí, ya voy.— Le contesto nervioso.

—Apuráte Simón, este es el primer tornado en plena ciudad ¡Hay que disfrutarlo!— Dice mi hermano, enfermo de la adrenalina, todo lo contrario a mí. A él le encanta el peligro mientras yo intento repelerlo a toda costa.

—Simón estás pálido ¿Te sentís bien?— Pregunta mi madre acercándose a mí.

— Si mamá. Todo bien.

— Hijo, decime.— Dice agarrando mi cara.

—¡Dejá a ese pendejo ahí!—Grita mi papá.

—¡Calmáte David! ¡No me hables así!—Responde mi madre con ferocidad.

—Aclaremos algo.—Comienza mi padre, deteniendo lo que estaba haciendo para hablar con nosotros.—Simón es un miedoso, ya todos lo sabemos pero eso no quiere decir que el pánico se lo coma y se comporte como un inútil.

—¡Ya hablamos de esto !— Le grita mi madre incrementando la discusión.

—Simón te prohíbo que te de un ataque de pánico ahora ¿Me escuchaste? ¡Si te pasa eso te juro que te reviento!

—¡Me estas cansando!—Le grita mi madre.

—Ustedes están tranquilos porque no tienen a nadie para proteger, no tienen una responsabilidad grande, yo los tengo a ustedes.—Parece tranquilizarse y se acerca a mi.— Algún día vas a tener alguien a quien cuidar y por quien tomar responsabilidad, cuando llegue ese día me vas a agradecer hijo. Y en cuanto a los ataques de pánico, recorda esto: “El miedo tiene una gran sombra, y una estatura muy pequeña.” Lo dijo Ruth Gendler.

—¿Quién es Ruth Gendler?

—Después te explico. ¡Vamos!

La verdad es que estoy muerto de miedo, pero trato de no mostrarme así frente a mis padres, aunque presiento que me voy a quebrantar en cualquier momento.

Una vez que llevamos todas las cosas a la habitación, tratamos de calmarnos. Yo tengo la llave asique la responsabilidad cerrarla cae en mí. Mi padre se da cuenta de que la luz está apagada asique la enciende solo para darse cuenta de una realidad bastante estúpida.

—¿Dónde está Rocío?— Pregunta abriendo los ojos enormes.— ¡Pensé que estaba acá!

—Está en la casa de mi hermana ¡ya te lo había dicho!-Dice mi mamá y luego mira a mi hermano.-Hijo andá a buscar mi celular.

Mi hermano sale y comenzamos a sentir un temblor cautivante que me espanta hasta en lo más profundo de mí ser. Mi hermano vuelve a entrar.

—¡Acabo de hablar con Rocío! ¡Estaba pidiendo ayuda! ¡Nunca llegaron a la casa de la tía!

Mientras el temblor y los ruidos imponentes del tornado se intensifican también así lo hacen las discusiones de mis padres.

Miro la puerta y convencido (pero asustado) tomo una decisión que me determinará de por vida, más que una decisión, un impulso. Salgo de la habitación y encierro a mi familia adentro, luego apoyo un sillón en la puerta para que no puedan abrirla.

Recorro mi casa hasta que puedo salir afuera. Cierro la puerta de la casa y me lanzo a la calle. Ahora que estoy afuera veo los cielos grises llenos de truenos y el viento poderoso me impulsa de un lado a otro y a una distancia importante, veo al tornado acercándose hacia mí de una manera devastadora. La lluvia es abundante y pronto estoy completamente empapado.

La casa de mi tía queda a tres cuadras, Rocío y los demás deben estar cerca de la casa aunque no hayan llegado asique me dirijo allá.

No alcanzo a recorrer una cuadra cuando un auto pasa volando cerca de mí, el auto cae en el pavimento y explota en mil pedazos.

El viento aumenta cada vez más pero todavía tengo control de mi cuerpo. Luego, una casa sucumbe por donde pasaba y veo las chapas del techo perderse entre medio del desastre.

Cuando ya considero que la idea que tomé es estúpida, veo la camioneta de mi tía dada vuelta en una esquina a dos cuadras de distancia.

Corro rápido y me acerco solo para ver a mi tía muerta y bañada en sangre. Me siento impactado, no puedo creer que haya muerto. La impresión me descoloca hasta que escucho a Rocío y a mis dos primos llorar.

—¡Simón!-Me grita. Y la veo enredada en el cinturón de seguridad al igual que a mis primos que no paran de llorar.

—Tranquila, vine por ustedes.—Le digo mientras la desenredo y luego me abraza al igual que mis primos.

Los saco de la escena para llevarlos a la casa de mi tía que es la más cerca, pero el viento cada vez aumenta más al igual que los destrozos a mí alrededor.

Al fin llegamos a la casa de mi tía. Rompo la puerta de un empujón y mis primos entran primero. Luego mi hermana y luego yo. Los llevo a la habitación y comienzo a atrincherarme de la misma manera que lo hacían mis padres en mi casa. Al terminar de atrincherar la habitación, los cuatro nos metemos debajo de la cama mientras afuera la destrucción continua.

Me siento extremadamente triste por la muerte de mi tía pero por otro lado siento satisfacción de no solo haber vencido mis miedos sino también de haber salvado a mi hermana y a mis primos.

La devastación afuera parece no terminar nunca y el miedo impregna la habitación entera.

—¿Vamos a morir Simón?— Pregunta Rocío asustada. Mi primera reacción es volverme loco y quizá decirle que sí, todos vamos a morir, pero comienzo a pensar en lo que me dijo mi papa antes de salir de casa.

““El miedo tiene una gran sombra, y una estatura muy pequeña.”

Y aunque las posibilidades de salir vivo de acá son ínfimas, simplemente no quiero que los chicos mueran sin un poco de esperanza. Y yo no quiero morir sin haber infundido un poco de esperanza.

—¿Sabés qué? Nadie va a morir Rocío, esto se va a terminar y te voy a llevar con papá, mamá y nuestro hermano ¿Ok?

—¿Cómo podes estar seguro?— Pregunta gritando por tanto ruido alrededor. Está asustada, mucho más por el llanto de mis primos. Asique tomo su mano y le hablo con firmeza.

—Porque yo tomo la responsabilidad y te juro que los voy a proteger con mi vida… con mi vida.—Ella se acurruca a mi lado al igual que mis pequeños primos.—No se preocupen… yo los cui...

No Tengo MiedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora