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Narra Calle

Si algo pudiese describir la amistad, la competencia, las ganas de salir adelante para comerte al mundo, y la mafia. Sería jugando al Monopolio.

Y cuando digo amistad, es porque Johann y yo nos hemos unido para tener más propiedades, ya que casi cae en bancarrota el ecuatoriano.

Obviamente los demás jugadores no saben de esta unión, así que tienen unas caras de estrés porque están perdiendo su dinero cada vez más rápido. Todo está calmado por ahora, pero cuando Johann y yo ganemos, presiento que se van a enojar. Aunque no tendrían porque, que Sebastián, María Laura, Poché, y Juana sean malos jugando al Monopolio no es nuestra culpa.

Tal vez se preguntarán, ¿Pero Calle, no era que iban a hacer una fiesta en tu casa? Y si no te preguntaste eso, me da igual porque lo contaré de todas maneras.
Sí, la fiesta ya fue, estuvo bastante normal, nada del otro mundo. Además Paula no vino, y no hubo ningún drama extraño.
Como estaba un poco aburrida, la gente se empezó a ir, y los que se quedaron, menos Johann, andan perdiendo en un simple y destructor de amistades como lo es este juego de mesa.

—Compro esa estación de ferrocarril, y ya tengo la colección completa, así que aprovecho y le pongo tres casas a cada vía de transporte.— ¿Se está notando que voy ganando? Creo que es una de las mejores partidas que he jugado.

Poché me mira con una cara de confusión, y le mando un besito.
Me lo devuelve y sonríe.

Aw, me encanta.

—Págame la renta Sebas, que esta propiedad es mía. Además tiene hotel así que me pagas más.— Johann el hotelero.
Al parecer esto hizo que Sebastián quedase en bancarrota, y se largase a la cocina por un trago.

—Marica Johann, dame plata que voy a perder.— Y así fue poco a poco cayendo María Laura, seguida de Juana, y de última Poché.

No teníamos nada más que hacer así que todos se fueron a sus respectivos hogares. Y si me preguntan, se fueron resentidos por la paliza que les dí.
Excepto cierta enana peliazul.

—¿Poché?— Alcé la voz mientras terminaba de guardar el juego. Estos malditos se fueron y tuve que recoger todo yo sola.

—En la cocina.— Me responde también alzando la voz.

Al llegar me la encuentro revisando la nevera.

—¿Tienes hambre?— Daba risa porque tiene que ponerse de puntillas para ver la parte de arriba.

—Nah, solo estaba viendo dónde escondes las chucherías.— No hay manera que las encuentre. Mis chucherías son lo que este más resguardado en la casa, probablemente.

—Las encontré.— Ya me fui a la verga.
¿Por qué no me puede salir nada bien en la vida?

Ay Dios, yo sí soy dramática.

—¿Tienes Pirulin? Marica esto es buenísimo.— Larga vida al Pirulin.

—Yo sé, es una de las mejores chucherías que he probado.— Agarra uno y me lo pone en la boca.

Esto se va a prender y sin mechero.

Ingiero el tubito relleno de chocolate, mientras agarro otro y se lo pongo a ella para que se lo coma.

—No sé si soy yo, o es que el Pirulin sabe mejor así.— No, no eres tú.

Ahora en este juego de alimentar a la otra, ella escoge uno y lo coloca en su boca.
Me acerco y coloco casi lo restante en la mía.
Parece la dama y el vagabundo. Solo que no hay vagabundo esta vez.

Messages [Caché]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora