Capitulo 3: La cruel realidad

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Los rayos de sol me golpeaban directamente en la cara, algo que siempre me había molestado especialmente. Abrí lentamente los ojos viéndolo todo borroso. Eran las 10:25 de la mañana. Por unos momentos estaba desorientada, no sabia que hacía allí y luego recordé todo el ajetreo del día anterior. Es increíble despertarse en la calle sin saber nada de tu vida y encontrarse con todo aquello. Podría haber despertado en una cama con un apuesto caballero al lado y descubrir que mi vida era perfecta, aunque no recordara nada. Estaba tan inmersa en mis pensamientos que ni siguiera me di cuenta de que…! Dios mío Maria! ¡Maria no estaba! ¿Dónde se había metido? Si salía del coche para buscarla, sería la primera vez que tal vez tuviera  que enfrentarme a lo que me esperaba ahí afuera y me daba miedo, así que empecé a mirar hacia todas las direcciones, pero era imposible, no alcanzaba a verla. Por un momento pensé en lo normal que hubiera echo en otras circunstancias, tocar el claxon, pero no podría hacerlo, porque sino les atraería y sería peor. Estaba agobiada, no sabia que hacer, ¿Y si le había ocurrido algo? Me armé de valor, no sin antes mirar bien por si había peligro, y fui hasta el maletero. Lo que vi si que me dejó estupefacta. Había toda clase de provisiones, comida, medicamentos, agua, mantas, ropa… Definitivamente si que era previsora. O tal vez quería hacer un largo viaje. También vi que había una escopeta con varias cajas de cartuchos, y sobre todo hachas, machetes, cuchillos… Cogí el machete, que sería lo más discreto en caso de tenerme que defender, aunque esperaba que eso  no ocurriera. Camine entre los coches, no podía decir que fuera uno de los mejores momentos de mi vida porque apenas podía dar un paso detrás de otro por el temblor de piernas que tenía. – ¡Maria! ¡Maria!- susurraba, haciendo imposible que ella ni nadie me oyera a no ser que se encontrara a menos de un metro de mí… Miré hacia atrás y me di cuenta de que me había alejado demasiado del coche. Si las cosas se ponían feas tal vez no me diera tiempo de volver a cobijarme en él, sinceramente la velocidad nunca había sido mi fuerte. El miedo se apoderó de mí. Si continuaba buscándola me arriesgaba a ser atacada, y aunque me quedara en el coche, ¿y si le había ocurrido algo a ella? No podía esperarla eternamente, ni largarme de allí dejándola tirada. Estaba en una encrucijada. A lo lejos vislumbré una silueta. “¡genial por ahí viene! Le pienso decir cuatro cosas a la niñata esta, que sea la última vez que se larga sin decir nada, ¡esta loca!” me encontré inmersa en mis pensamientos sin darme cuenta de que por el horizonte donde había aparecido esa primera persona, comenzaron a aparecer mas figuras, cada vez salían mas, ya había al menos treinta o cuarenta. Era hora de empezar a correr porque estaba claro que si Maria estaba entre ellos, no era para darme los buenos días. Si los dueños de todos los vehículos estaban en ese grupo, podría decir que estaba remuerta. Corrí y corrí intentando fijarme si veía a Maria. Chillaba su nombre pero no contestaba. Estaba claro que aquellas criaturas eran humanas, porque en cuanto me vieron comenzaron a correr detrás de mí, y no eran para nada como se ven en las películas. Corrían tan rápido o incluso más que yo y sabiendo mi defecto en este aspecto, estaba aterrorizada. No quería vivir en un mundo así, pero tampoco morir de aquella forma tan horrible. Al fin vi el coche, deseaba que María estuviera en el, pero desde donde me encontraba no se veía ninguna persona dentro. Si el coche hubiera estado a unos metros mas, seguramente me hubieran alcanzado. No acertaba a abrir la puerta. Algunos, los más rápidos, estaban a escasos metros de mí. Al fin pude abrir y me metí en el coche justo cuando uno golpeaba la puerta. Se fue directo a la maneta de la puerta. Quería abrir y sabía perfectamente como, supongo que conservaban algunas costumbres. Yo rápidamente pulsé el botón que cierra todas las puertas. Los demás comenzaron a llegar. Golpeaban fuertemente el coche y yo no estaba segura de que pudiera resistir allí adentro. De pronto la vi. Era ella. Salía de una bifurcación y traía más provisiones. Si no se escondía rápidamente estaría acabada. Pero una de esas criaturas la vio y avisó a las demás. María dejó caer todo al suelo y fue corriendo a meterse en un coche. Todos fueron corriendo hacia ella, con tan mala suerte que el dueño había dejado las ventanillas abiertas. Intentó subirlas de forma desesperada pero cada vez estaban mas cerca. Yo toqué el claxon para intentar llamar su atención, pero ellos lo tenían claro. María era una presa más fácil que yo y estaba acabada. Vi como la sacaban del pelo por una de las ventanillas. La llevaban de un lado a otro a causa de los tirones que le daban. Todos querían su trozo. Ya no parecía ella, solo un trozo de carne como en los documentales de leones. Me quedé paralizada. Ya había visto de lo que eran capaces esas cosas. Ni siquiera pude hacer nada para ayudarla. Me sentía mal y además me encontraba sola de nuevo. Lo que debía hacer en ese momento era pensar con la cabeza fría. No podía quedarme allí, porque en cuanto acabaran con la pobre María volverían a la carga conmigo. Arranqué el coche y me di rápidamente la vuelta. Salí disparada de allí mientras veía como algunos se percataban de mi huida e intentaban perseguirme, pero yo sabía que no podrían alcanzarme. Lágrimas caían como ríos por mis mejillas, dificultándome la visión. Lo que había visto me había dejado muy traumatizada, aquella imagen no podía desaparecer de mi cabeza. No sabia hacia donde me dirigía, y no tenia esperanzas de encontrar a mas supervivientes con aquello que acababa de presenciar. Tal vez estaba destinada a acabar mis días sola. Pero ahora no podía pensar en eso, lo único que me repetía una y otra vez era, “no dejaré que me alcancen, no dejare que me hagan eso a mi”.

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