Capítulo 4: Camino a ninguna parte

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Conduje por carreteras secundarias durante días. No quería pensar en nada, porque sino tendría que decidir hacia donde dirigirme, y francamente no tenia ni idea. No dejaba de recordar la escena de la muerte de María. Nunca había presenciado algo tan terrible, y lo peor es que tal vez no fuera la última vez que lo viera. Cuando volví de mis pensamientos me di cuenta de que estaba entrando a un pueblo y siquiera me dio tiempo de ver el cartel. Como de costumbre, el paisaje era desolador. No se veía ni un alma y había locales saqueados, coches abandonados, cristales rotos, escombros e incluso cadáveres mutilados por el suelo. De vez en cuando aparecía uno de esos salvajes que se me quedaba mirando y hacía el amago de perseguirme. Yo avanzaba por la calle principal despacio curioseando todo lo que aquel espectáculo me ofrecía. Al pasar por el cruce de una calle vi un grupo de unas 10 o 15  “personas” que se arremolinaban habiendo conseguido un perro y entre todos se disputaban el trofeo. Parece ser que no hacían distinciones entre especies. La luz de la reserva se había iluminado unos diez minutos antes, y no estaba segura de cuánto tiempo más podría aguantar, lo que me volvió a llenar de ansiedad porque me preguntaba qué demonios haría cuando ya no tuviera ningún coche con el que escapar a ninguna parte. Yo sabia que no tendría fuerzas para enfrentarme a ese mundo yo sola, buscándome un refugio y mis propias provisiones, tenía algunas cosas en el maletero pero no serían suficientes para una larga vida. Parece que la suerte me sonrió y divisé una gasolinera. Me bajé del coche silenciosamente y cogí la manguera, apreté el gatillo pero no salió nada. Pensé que no lo estaba haciendo bien, pero luego me di cuenta de que no quedaba ni una gota. Me lancé hasta el otro surtidor, nada. Había otro mas, tampoco echaba nada. El tanque estaría seco, supongo que otros muchos ya habrían pasado por allí en mi misma situación. Ahora si que estaba perdida. No podría avanzar mucho más y tampoco sabía donde me dejaría tirada el coche, no podía permitir que lo hiciera en el peor momento. Lo mejor sería avanzar un poco más, haber si había suerte y encontraba otra gasolinera, esperando que aguantara un poco más. Me puse en marcha y continué por las calles abandonadas, ahora si miraba con interés buscando desesperadamente algún cartel de alguna gasolinera. A medida que me acercaba al centro del pueblo, cada vez encontraba a más caníbales y la aguja del gasoil estaba al límite. Comencé a rezar y de pronto mi vehículo se acelero, yo sabia lo que significaba, era un aviso de que si no le alimentaba me abandonaría, avancé unos metros mas hasta que por mucho que aceleraba el coche ya no respondía. Se acabó lo que se daba, ahora estaba abandonada a mi suerte, que nunca había sido muy buena, y ni siquiera tenia recuerdos, aunque no se que era peor si no saber nada de tu vida, o recordar a tu familia y demás seres queridos sabiendo que lo mas seguro es que estén muertos. Decidí, que ni por todo el oro del mundo saldría de allí, donde al menos sabía que no podrían entrar y si me escondía bien no me verían. Y también decidí que ya que tenía todo el tiempo del mundo hasta que inevitablemente muriera de hambre o sed, intentaría recordar todo lo que pudiera, para saber hacia donde me dirigía. Cogí todo lo que había en el maletero y lo eche en los asientos de atrás, así no tendría que salir mas veces del coche. Había un bote de spray de pintura naranja fosforescente y pinte con letras grandes en el capó del coche “HAY ARMAS Y PROVISIONES EN ESTE VEHICULO”, porque aunque yo muriera tal vez alguien me encontrara y pudieran serle útiles. Me apresuré a meterme en el vehículo porque ya había atraído la atención de algunos caníbales. Entre mis pertenencias, como ya dije había comida, agua, armas, medicamentos…Las típicas cosas que uno se lleva para sobrevivir. Pero también había otras muchas cosas. Había muchísimas fotos y otros objetos, supongo que serían recuerdos. Me puse a mirarlas mientras picoteaba de la comida que había. En la mayoría salía yo con gente, a distintas edades, pero no reconocía ninguna de ellas. Había también muchas fotos a distintas edades de una chica rubia con el pelo rizado, ojos azules, de piel muy morena y bastante guapa…Aquella era mi hermana. Pude recordarla y eso me provocó un pellizco en el corazón. Era la única persona en mi vida que de verdad me importaba, prometí cuidarla siempre y no me explicaba porqué no estaba allí conmigo en aquel momento, tal vez no podría defenderla de todo aquello pero daría mi vida por ella hasta el último momento. Seguí mirando, también había fotos de una pareja que sentí que eran mis padres, una en especial en la que salían abrazados y que me gustaba porque mi madre nunca había sido muy fotogénica, pero en aquella salía bien y por eso la cogí y en algunas salía un chico de aspecto normal, que a mi me parecía guapo y tierno a la vez. Ese chico era moreno, ojos color miel, un poco mas alto que yo, en una de las fotos estaba bronceado y llevaba unas gafas de sol que le quedaban realmente arrebatadoras, estaba fuerte y tenia una pose chulesca lo que me llevó a pensar que sería un chico extrovertido y gracioso, pero no recordaba quien podría ser, ¿mi hermano? ¿Algún amigo o un primo tal vez?... Había fotos de más chicos mayores que yo, algunos ancianos que supongo serían mis abuelos, fotos de cumpleaños… Mi mente no respondía y yo no quería vivir en un mundo así, sin mis seres queridos, totalmente sola y obligada a morir de una manera horrible, fuera del modo que fuera. Lloré y lloré amargamente durante horas, desesperadamente, esperando que alguien apareciera y viniera a consolarme sabiendo que eso jamás ocurriría. Lloré hasta que no me quedaron fuerzas ni más lágrimas para seguir llorando. Y creo que fue en ese momento donde decidí rendirme. Me tumbé en los asientos traseros, abrazando un pequeño peluche que rondaba por ahí, dejando que las últimas lágrimas rodaran por mis mejillas y cerré los ojos esperando no despertarme nunca más. Lo último que escuché fue a esos malditos golpeando mi coche, ni siquiera sabía si había cerrado bien las puertas pero sinceramente me daba igual, ya nada importaba, lo importante era morir, cualquier manera estaba bien. Mi mente se fue calmando, mi cuerpo se fue relajando, mis ojos se llenaron de oscuridad y todo se tornó en paz y tranquilidad…

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