Capítulo 6: Cuarentena

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Pasadas lo que a mi me parecieron un par de horas, nos detuvimos. A los cinco minutos entró una mujer de unos cuarenta y pocos. Con el pelo a mechas rubias, cortado por la nuca. Sus ojos verdes parecían cansados, y su cara presentaba arrugas que no eran propias de su edad. La mujer, que era alta y de figura delgada, andaba echando el cuerpo hacia adelante, provocando una ligera curvatura en su espalda. Supuse que era Ángela, porque sin mediar palabra se dirigió a la cocina y comenzó a calentar el contenido de una lata en un cazo. De vez en cuando me miraba por el rabillo del ojo, como queriéndome hablar, pero luego se volvía hacia la puerta de salida del auto, donde se encontraba un hombre de unos 32 años fumándose un cigarrillo, y entonces se volvía a girar rápidamente hacia la comida. Ese hombre tenía el pelo castaño claro, casi rubio natural, pero a mechones mas largos que los del chico moreno y despeinados. Eso unido a la barba de tres días que lucía, le daban un aspecto desaliñado y sucio. No llegaba a ser musculoso, aunque sus brazos eran fuertes, pero bajo su camiseta verde militar no se dibujaban abdominales. Su chaleco, con los compartimentos propios para llevar munición, me hacía entender que aquel hombre era cazador. Yo me quedé contemplado la escena, y entendí que yo debía de ser un problema para ellos, cuando ni tan siquiera se permitía entablar conversación conmigo. Un calor me surgió de dentro y, sin pensarlo dos veces, comencé a cantar una rumba para llamar la atención, haciendo palmas al compás y golpeando lo que me encontraba para seguir el ritmo. El hombre cambió su semblante, tiró con rabia el cigarrillo y se dirigió con paso firme y rápido hacia mí. Me agarró fuertemente las manos y se dirigió a mí con voz amenazante. -Así que la mocosa nos ha salido graciosa...- aunque al principio me asusté por su agresividad repentina, no permití que me viera asustada, y volví a sonreír. -OH vaya, ¿te he molestado? Lo siento...- Dije yo con voz burlona, lo que hizo que se enfureciera más. -Estaré encantado de meterte un balazo entre tus dos preciosos ojos cuando te conviertas en sonámbula...- Dijo con una risa burlona. Eso si que hizo borrar mi sonrisa de la cara, sabía donde dar para hacer daño y en ese asalto yo había perdido. Me soltó sin dejar de mirarme con esa mirada satisfecha de quien ha ganado el asalto, y salió de la caravana. -No se lo tengas en cuenta, él es así, no lo dice en serio- Me asusté al escuchar su voz, pues ya ni recordaba que Ángela se encontraba allí. -Ah, no te preocupes, ya estoy acostumbrada a los capullos como el- Dije yo intentando no darle importancia. -Toma, es sopa, y un poco de chocolate. No podemos ofrecerte otra cosa, pero te reconfortará.- Dijo la mujer tímidamente. -Gracias-. Comencé a comer mientras la mujer se me quedaba mirando, y yo me di cuenta de que ella quería saber mi historia. -¿Qué ha querido decir con que me convertiré en "sonámbula"?-. Dije yo para entablar conversación, puesto que mi historia no la recordaba. - Los sonámbulos son las personas que se han contagiado de la enfermedad, y al despertar se convierten en "eso", ya sabes, pero vamos no lo pienses, nunca ocurrirá te pondrás bien ¿de acuerdo?-. Dijo para tranquilizarme, y se quedó callada. -Bueno y... ¿hacia donde nos dirigimos?- pregunté yo, para seguir charlando. -Pues a ningún sitio concreto, nos acomodamos en un lugar tranquilo hasta que se acaban las provisiones y después nos mudamos.-Esperaba que me contara como me habían encontrado, pero se veía que era mujer de pocas palabras, lo que hacía difícil entablar una conversación sin silencios incómodos, como el que había en ese momento. -Y...que sorpresa cerrar los ojos y encontrarme aquí... ¡no se ni como me descubrieron!- dije con la esperanza de que ella me lo contara. -Si...tuviste mucha suerte...-. Y no dijo nada más. Me rendí con esa mujer...así que me bebí rápido la sopa y me zampé el chocolate para que aquella "conversación" acabara de una vez. Cuando le devolví el cuenco se me volvió a quedar mirando, de nuevo con ganas de hablar. -Me encuentro muy cansada...debe de ser por la fiebre. Será mejor que me recueste un rato...- Dije yo, esperando que captara la indirecta. -OH por supuesto querida...descansa.- y salió dejando el cuenco en el fregadero. En verdad no sentía que la estaba engañando, porque la fiebre me seguía subiendo y solo tenía ganas de dormir. A veces me despertaba el frío que tenía, y otras el calor. Y entre medias tenía horribles pesadillas. En una de ellas me veía yo en un apartamento, donde me encontraba delante de la tele. Estaba viendo los informativos y se veía mucha gente por las calles, destrozando comercios y atacándose unos a otros. Se veían militares disparando sin distinciones. Yo sentía miedo y de pronto sonaba el teléfono. Hablaba con un hombre, pero nunca llegaba a saber qué me decía en esa conversación. Sólo me movía nerviosa por el apartamento y lloraba desconsolada. Cuando intentaba recordar las palabras de esa conversación telefónica me despertaba. Otra pesadilla recurrente era despertarme en la calle y encontrarme rodeada de sonámbulos que me atacaban y no me los podía quitar de encima, pero de pronto no era yo la que estaba siendo atacada, sino que miraba desde fuera como la devoraban intentando ayudarla, pero no podía y aquello me hacía sentir tanta impotencia que me hacía despertarme. Durante una semana casi todo se resumía en constantes pesadillas y desvaríos, igual me despertaba gritando, que pronunciaba nombres que no conocía, o no recordaba, todo a causa de la fiebre que no cesaba de aumentar. Esto hizo que el grupo se preocupara aún más, porque lo más probable, dadas las circunstancias, era que estuviera infectada. A veces cuando recuperaba la conciencia me encontraba al chico moreno sentado a mi lado, o al indeseable chico rubio, que me vigilaba con una pistola por si daba la tan esperada sorpresa, y me miraba con una sonrisa de medio lado, como diciéndome "lo estoy deseando...", y me daban algo de comer antes de volver a caer en un terrible sueño. Después de varios días me desperté en medio de la noche. Tenía cada parte de mi cuerpo entumecida por haber guardado cama tantos días sin levantarme, ¿cuántos habrían sido? ¿6 o 7? Ya me encontraba mejor y noté como nos encontrábamos en movimiento de nuevo. Me apetecía asomarme a una ventana, tomar el aire fresco. Siempre me había gustado viajar de noche y me fascinaba ese paisaje, pero a pesar de tener una pequeña ventana justo encima de mi cama, me levanté para caminar un poco y verlo desde la cabina del conductor. Apenas me puse de pié, escuché como a mi espalda una pistola era cargada y suponía que me apuntaba directamente. - ¿Dónde vas?-. Me dijo una voz. -Yo no sabía que decir, estaba asustada de saber que me estaban apuntando. Noté como se incorporaba, si no me explicaba rápido seria mi fin. -So...solo quería estirar las piernas...pero...pero no importa estoy bien...- Y hice el amago de volver a tumbarme en la cama. -Tranquila, puedes ir donde quieras, me alegro de que te encuentres mejor... ¡Uf! ¡Me has dado un susto de muerte!, toma, ponte el termómetro, aunque creo que el peligro ya ha pasado.- Efectivamente, cuando pitó ya solo me quedaban pocas décimas de fiebre. -Los sonámbulos no hablan, recuérdalo- Me dijo. -Todos aqui me llaman Marco....Bienvenida a nuestro clan.- Había acabado mi cuarentena, ya era libre de abandonar aquella dichosa cama y mañana al fin podría conocer al resto del grupo.

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