Capítulo 5: Abre los ojos

124 2 0
                                    

Sentí que me encontraba en movimiento. La luz del sol me cegaba, pero pude ver un corro de cabezas sobre mí. En ese momento deduje que el momento había llegado, habían dado conmigo, tal vez dejara las puerta abiertas y ahora me arrepentía pero no podía dejar que me hicieran lo que a María, todo lo que dije anteriormente no tenía valor, yo quería vivir y si finalmente moría sería luchando. Empecé a patalear y a pegar puñetazos encorajada, solo quería que se me quitaran de encima. Y entre toda aquella fiesta de agresividad escuché gritos y voces que me decían: “¡para, para, tranquilízate!” cuando al fin se apartaron pude ver como un chico alto y una mujer rubia de estatura media se acercaban corriendo a mi con una jeringuilla. Estaba totalmente desorientada, el hombre intentó agarrarme mientras la mujer me pinchaba en el brazo, yo no quería, no sabía quien era esa gente, pero mi cuerpo ya no reaccionaba, sentía como las fuerzas me abandonaban y me dormía, todo se volvía oscuro y solo pude ver finalmente la cara de la mujer que me acariciaba el pelo y me decía “tranquila, tranquila…”

Últimamente todo para mi consistía en despertar, y cada vez que lo hacía era una sorpresa y no precisamente para bien. Estábamos definitivamente en movimiento. Me vi tumbada en una cama más bien estrecha en lo que parecía ser una autocaravana. Se veía una pequeña cocina de gas, una mesa con unos bancos acolchados alrededor frente a una ventana que incluso tenia unas bonitas cortinas, más allá se veía una puerta de corredera que estaba cerrada. Era bastante amplia, para ser un vehículo, y estaba muy bien equipada. Colgando del techo y recogidas en algunos rincones podían hamacas de las que se suelen colgar en los árboles, tantas como el espacio permitía. Al final se encontraba la zona del conductor, con un asiento para él y otro para el copiloto. Esta zona estaba delimitada por una mampara de cristal que en aquel momento estaba cerrada y no se escuchaba la conversación que mantenían las personas que había dentro, que eran dos hombres, uno conduciendo y el otro se encontraba de pie entre ambos asientos, y al apartarse éste último pude ver a la mujer rubia que me había puesto el calmante sentada en el otro asiento. Me sentía observada y cuando mire a mí alrededor me di cuenta de que había un grupito de niños arrinconados, mirándome con cara de miedo. Supongo que eran ellos quienes se me abalanzaron cuando me desperté, por la simple curiosidad de encontrar a alguien nuevo, y yo tomándoles por zombis había comenzado a golpearles. Me sentí fatal en ese momento, quise disculparme pero no me aparecían las palabras adecuadas, espero que no me guardaran rencor durante mucho tiempo. Algunos de ellos fueron corriendo hacia la mampara y le dijeron al chico que estaba de pie que “la nueva ya ha despertado”. Se dieron rápidamente la vuelta, temiendo que de nuevo me hubiera puesto a patalear como una loca, pero yo estaba tumbada mirándoles con cara de idiota preguntándome qué pasaba. El chico acarició el pelo de la niña con la que había hablado y se dirigió hacia mí con paso firme, era el mismo que me había agarrado mientras me ponían el calmante. –Buenos días, espero que te encuentres mejor porque has dormido casi 3 días, supongo que estarías agotada- me dijo sin mucha simpatía mientras cogía un taburete y se sentaba a mi lado. – ¡3 días!- dije yo realmente sorprendida, y esperando alguna contestación que permitiera comenzar una conversación. El se dispuso a tomarme las pulsaciones. Me cogió la mano y yo me sentí un poco intimidada de que me tocara sin pedirme permiso, aunque el presentaba una total indiferencia hacia mi persona. Mientras tanto me quedé mirándole, era un chico moreno, tanto de cabello como de piel, mediría un poco más que yo. Llevaba una camiseta blanca normal ceñida sin ningún tipo de dibujo. Era un tipo musculoso. Llevaba también unos pantalones estilo militar, y eso me hizo dar un vuelco el corazón, pues pensé que tal vez les habían enviado en tarea de rescate y nos llevarían a los supervivientes a un lugar seguro. Tendría unos 25 años pero con un aspecto maduro y responsable, de quien se ha forjado a sí mismo, pasando las penurias propias de una vida en solitario. Cuando acabó de tomarme las pulsaciones me puso un termómetro, que pitó en seguida, lo que indicaba que tenía fiebre. Y fue en ese momento cuando su mirada, que no había sido muy amable, aún se endureció más.          –Tienes fiebre…38 grados y medio- Se me quedó mirando haber cual era mi reacción, pero yo no sabía que quería decir con eso, ni que esperaba que dijera yo. –Esto es serio, podrías estar infectada poniendo a todo el grupo en peligro-. Lo dijo como si le estuviera ocultando algo.  Entonces me sentí ofendida, porque aunque no quería ser desagradecida, yo no les había pedido que me llevaran con ellos para que ahora me recriminaran que les estaba poniendo en peligro.    –Yo…- Comencé a decir, pero antes de poder explicarme el muchacho llamó a la mujer rubia. -¿Qué ocurre?- dijo ella. –Tiene fiebre- le contestó el muy serio, y ella rápidamente cambió la expresión de su cara. El chico se levantó, y la dejó a ella en su lugar. -Bien, necesitamos saber si estás infectada, porque si lo estás podrías ponernos en peligro y no querrás eso ¿verdad?, aquí hay muchos niños, niños inocentes…- Genial, ahora parecía una psicópata que me había puesto enferma a sabiendas… Y su tono de voz me ponía histérica, parecía que estaba hablando con un niño de 2 años, no entendía nada pero estaba ya muy cabreada. –Mire señora, no se que coño pasa aquí pero yo no he venido a hacerle daño a nadie, es más ni siquiera les he pedido que me traigan, pero si supongo un problema solo tienen que dejarme donde me encontraron- Ya está, mi rabia me había hecho hablar de mala manera y quedar como una desagradecida… ¡Aquella situación era surrealista! –Esta bien tranquilízate- dijo la mujer muy calmada, ahora me sentía peor aun por haberle saltado de esa manera. -¿Tienes alguna herida?- dijo la mujer. –Bueno no que yo sepa…al menos de esta última semana…- Con mi contestación se quedaron más confusos y preocupados. –Bueno, es que no recuerdo nada a parte de esta última semana-. Dije yo para tranquilizarles, pero el efecto fue el contrario, su mirada era de terror y si les hubiera valido en ese momento, me hubieran tirado por la ventanilla del vehículo en marcha. – ¡Es que me di un fuerte golpe en la cabeza!- Dije yo ya desesperada, sin saber que hacer para salir de aquella situación inverosímil. –Pues entonces tendrás que enseñarme esa herida, y decirme como se produjo- Le dije como me la había hecho, y cuando ella me miró la herida, miró al chico moreno que también la estaba viendo. –Está muy infectada, además debió ser un golpe muy fuerte porque vas a necesitar puntos de sutura, no te preocupes no te dolerán demasiado. Bueno creo que esto lo explica todo, aunque de todas formas tendrás que quitarte la ropa para examinarte, por si tienes alguna herida que te haya hecho contagiarte. Aún así creo que por ahora lo mejor es tenerte en cuarentena.- Se dirigió al chico- Habla con los chicos haber quien quiere quedarse con ella haciendo turnos.- El chico llamó a los niños y les dijo que en cuanto pararan, debían salir del auto. Ninguna persona, aparte del conductor, el vigilante y yo debía permanecer allí, y se alejó hacia el asiento del copiloto. Primero me limpió bien la herida, y me dio los puntos que me había prometido, aunque dolieron muchísimo más de lo que me había dicho y después me pidió que me quitara la ropa. La mujer me examinó centímetro a centímetro cada parte de mi cuerpo. Lo hacía muy concentrada y yo miraba a todos lados sintiéndome bastante incómoda. –Bueno, parece ser que todo está en orden, pero como te he dicho te mantendremos en cuarentena durante unos días para ver si la fiebre remite…- “O no, que será lo mas seguro”, le faltó decir, me había tocado la pesimista. –Por cierto, mi nombre es Ana.-  -El mío es Alessandra…- dije yo sin muchas ganas, a la luz de los acontecimientos. –Bienvenida cariño, no tenemos mucho que ofrecerte, pero espero que te encuentres a gusto entre nosotros, ¡seguro que todos te acogerán con los brazos abiertos!- “Ya veo ya…” dije yo, pensando en que si todos lo hacían de la misma forma, no haría muchos amigos allí, pero para no quedar mal le dediqué la mejor de mis sonrisas. –Tendrás hambre, pronto pararemos y le diré a Ángela que te prepare algo para comer.- Y sin más se dio la vuelta y se marchó en dirección a la parte trasera del vehículo, corrió la puerta y la cerró a su espalda. Y yo, estupefacta, me quedé allí. Ahora era una amenaza y nadie quería pasar mucho tiempo conmigo. Lo único que podía hacer era esperar a mejorar, o convertirme en otra zombi…

SonámbulosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora