- Capítulo 3

721 30 3
                                    


Un estúpido pito me tenía alerta, ese estúpido pito hacía que mi cabeza doliera, que mi cabeza quisiera reventar como si fuera una bomba. Gemí por el dolor proporcionado en todo mi cuerpo. Una voz amable que no conocía me pidió de manera dulce que me calmara, que todo iba a estar bien.

Abrí mis ojos instantáneamente. Mire a mí alrededor y reconocí el hospital de inmediato.

Traté de sentarme sobre la camilla en la que me encontraba pero un dolor agudo en mis piernas me lo impidió. Cerré mis ojos, tratando de recordar lo ocurrido con el accidente. Pero solo veía las luces, los gritos. Mis gemidos. La puerta de mi habitación se abrió de golpe y no pude evitar sentir miedo al momento en que lo hizo. La máquina que supervisaba los latidos de mi corazón se comenzó a hiperventilar. El pitito me tenía mareada y el chico solo me miraba con ternura.

— ¿Estoy dormida? — Pregunté con un hilo de voz.

Negó con la cabeza.

— ¿Va a ser como la última vez? ¿Diré que tú no existes y desaparecerás? — Le pregunté a aquella imagen con movimiento la cual se encontraba delante mío.

— Estás despierta, sana y salva gracias a mí — Dijo el moreno.

Parpadee mis ojos y observe su rostro por última vez. La puerta de mi habitación se abrió.

— Has despertado — Exclamó el doctor.

— Eso creo — Susurre.

Gire para ver al chico el cual se paró en un rincón de la habitación.

El doctor volteó y lo observó.

— Eres un testarudo ¿Verdad? — Le preguntó el médico.

— Lo siento, pero es mi mejor amiga — Le respondió el chico.

¿Qué era lo que estaba diciendo?

—Muy bien, le diré a tu familia que te has recuperado rápidamente — Dijo el doctor y salió de la habitación.

— ¿Amiga? — Le pregunte al chico.

— No hace mal mentir de vez en cuando — Susurró riendo.

— ¿Qué eres? — Pregunté asustada.

— El chico que te ayudo la otra vez con la manada de tarados que abusaban de ti y de Valery —Dijo sonriendo.

Le quedé mirando perpleja y abrí mi boca de forma repentina.

— Aguarda — Susurré — ¿Por qué no te reconocí ese día? Y ¿Por qué no me causa miedo verte sabiendo la condición tuya?

Iba a decir algo, pero calló. Y miró la puerta de la habitación por donde entró mi madre y mi padre eufóricos sonriendo y alardeando lo buena hija que soy. Escuché las bendiciones de ambos. Me acariciaron y estrujaron mi cuerpo dándome cálidos abrazos. Luego se marcharon pero antes le dedicaron una sonrisa al chico. Yo le fulminé con la mirada.

— Ese día no me reconociste porque te habías olvidado de mí — Me explicó — Y yo soy un enviado.

— Es imposible que me haya olvidado de ti, si tú has sido mi pesadilla desde hace 2 años atrás —Sollocé.

— No, no me entiendes — Dijo angustiado.

— ¿No te entiendo? — Pregunté irónicamente — ¿Qué es un enviado?

— Solo me recordaras cuando me necesites — Respondió serio y tomo asiento sobre la camilla — Y un enviado es alguien con una misión.

— ¡No te necesito! — Exclamé pidiendo que se alejara de mi vida.

Mi Ángel GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora