- Capítulo 4

560 26 0
                                    


Sacudí mi cabello y bajé las escaleras de mi casa trotando. Era increíble como de mi cuerpo nada dolía. Siquiera el pequeño rasguño que tenía en mi frente. Nada.

— ¿Qué haces tan temprano de pie hija? — Consultó mi madre cariñosa.

— ¿Me preparo para ir al instituto? — Contesté obvia.

— Solo han pasado dos días desde el accidente Jennifer — Murmuró algo preocupada — Puede darte algo, que sé yo.

— Ma, estaré bien créeme — Le pedí tomando asiento para desayunar.

Mi madre suspiró y en menos de cinco minutos yo ya me encontraba caminando hacia el instituto. No pensaba volver a subirme a un auto otra vez. Miré hacia adelante y pude apreciar que solo faltaba una calle para llegar al recinto. Vacilé por un momento al imaginarme a la clase sobre mí haciendo preguntas y preguntas a las cuales no tenía respuesta. ¿Qué les diría?

—Chicos estoy bien no se preocupen mi ángel me ha salvado la vida y ha curado mis heridas—

Obviamente no podía decir eso. Suspiré antes de entrar a clases y me introduje entre los alumnos. Caminé cabizbaja por el largo y oscuro pasillo y me paré fuera de mi clase. Vacilé por unos segundos antes de ingresar.

—Odio esto— Pensé y posé mi mano sobre la perilla de la clase de lengua.

— Y ¿ahora qué? — Exclamaron tras mío.

Voltee asustada aquello me tomó por sorpresa. Y allí estaba de nuevo mi ángel.

— No lo sé yo no te he llamado — Me defendí.

Cruzó sus brazos sobre su pecho y me miró con una extraña expresión en su rostro.

— Estás nerviosa tienes miedo, ¡Tengo que venir por obligación si te sientes de esa forma! —Balbuceó enfadado.

Jamás pensé que un ángel se enfadara. Le fulminé con la mirada y bufé.

— No quiero entrar a clases — Susurré avergonzada.

— ¿Por qué no? — Consultó más calmado.

— Todos se lanzarán sobre mí y buscarán heridas, me preguntarán cosas. Seré tal y como las ranas de laboratorio — Respondí temblando por el terror que aquello me provocaba.

No quería ser el centro de atención.

— Ok — Musitó — Vamos, no irás a clases.

Le miré asombrada y sonreí.

— ¿Es enserio? — Consulte aún incrédula.

— Un ángel — Arrastró entre dientes la palabra ángel — No miente.

— Gracias ángel — Dije burlonamente.

Me miró de reojo y carcajeo.

— No me digas ángel por favor, dime Zayn, solamente Zayn.

Asentí y comenzamos a caminar hacia la salida del instituto.

— Y ¿A dónde vamos ahora? — Consulté intrigada.

— A tu casa — Respondió obvio.

— No, no quiero ir a casa — Susurré.

Detuvo su caminar y me planteo cara.

— ¿Y a dónde quieres ir entonces? — Preguntó.

— No lo sé — Musité y dejé de caminar.

Me senté en una de las tantas bancas de paradero que por allí había.

Zayn imitó mi acto.

Estábamos en silencio y de alguna forma se sentía bien.

— Oye — Dijimos ambos al unísono.

Sonreí y él también lo hizo.

— Comienza tú — Susurró.

Asentí.

— Anoche, no terminaste de contarme cómo ocurrió todo esto — Murmuré — Aún no puedo creer que me ocurran estas cosas.

El chico sonrió nervioso y luego me miró.

— ¿Qué quieres saber? — Consultó.

— Todo, todo lo que pueda salir de tu boca.

— Yo soy un enviado, ósea, tengo una misión que debo cumplir en la tierra. Tú eres mi objetivo, la razón por la que estoy aquí. No debo dejarte caer, no debo dejar que llores o que sufras —Tosió un poco y prosiguió— Al parecer estamos extrañamente conectados, por eso fui yo el elegido. Conectados ¿Por qué? Créeme que no tengo idea. La gente me puede ver y no recordarme porque no me necesita. Supuestamente tú tampoco me ibas a recordar pero lo hiciste y eso es lo que me tiene sin respuestas — Volvió a fingir aquella tosecita — Ahora, pienso que eres un maldito imán que atrae la mala suerte. No he tenido un descanso como se debe desde que baje para ayudarte.

Sonreí. Así que... ¿Yo era un maldito imán de mala suerte? Jamás pensé que alguien me iba a decir eso. Siempre he creído tener buena suerte.

— ¿Eso es todo? — Pregunté intrigada. Anhelaba saber más, quería saber más.

El chico asintió.

— Te toca, ahora es tu turno — Susurró.

— ¿Qué quieres saber? Si ya lo sabes todo — Musité.

— Quiero saber si estoy en lo correcto. Solo dime las cosas básicas.

Asentí y lleve nerviosa una de mis manos a mi cabello.

— B-bueno, mmm... Me gusta el color violeta, no soy muy sociable — Ya estaba tartamudeando.

— Eso no, eso no quiero saber — Me interrumpió.

Subí mi mirada y me encontré con la dulce de él. Zayn era un hermoso ángel.

— ¿Qué quieres saber entonces? — Consulté.

— Tus hobbies, tus miedos, tus momento más alegres, los que nunca olvidarás. Eso quiero saber.

Asentí nuevamente y proseguí.

—Uno de mis hobbies es tocar el piano y cantar, creo que es lo más hermoso que he hecho desde que nací. No existe instrumento que iguale a mi hermoso teclado. Mis momentos alegres, fueron cuando... — Dudé por un momento — ¿Puedo saltarme eso? — Le consulté.

El chico sonrió y tomé eso como un: Puedo.

— El momento que jamás olvidaré — Pensé por un momento — El día en que te vi, el día que marcó mi vida. El momento exacto cuando trate de correr, de olvidar tu rostro. El momento en que caí y me dormí por una semana.

Sentía los nervios de Zayn. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y pude percibir que a Zayn le ocurrió lo mismo.

— No sabía eso — Susurró alarmado.

— ¿No sabías que caí en coma por tu culpa? — Consulté.

— No fue mi culpa — Se defendió.

— Pero ¿De quién? Yo no tengo ninguna enfermedad. No fumé nada ese día, solo vi tu rostro y luego ya no vi más.

Zayn seguía rígido. No movía ni un musculo de su cuerpo y yo estaba en el mismo estado de shock.

— Lo siento.

Fue lo único que dijo y no hablo más por un buen rato. Yo hice lo mismo. Solo sentía su respiración acelerada haciendo competencia con la mía.

Me di por vencida y subí mi rostro nuevamente.

— ¿Te has enfadado? — Consulté.

Negó con la cabeza.

— No puedo creer que yo te haya hecho eso — Susurró — Y me envían a protegerte cuando YO fui quien comenzó todo.

— Zayn, tranquilo — Musité y coloqué una de mis manos sobre su hombro — Zayn, me tomaste la corriente — Dije alarmada por el dolor que sentía.

El chico me miró asombrado y con sus manos tomó las mías haciendo que el dolor de apoco se esfumara.

Pero no se iba.

Mi Ángel GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora