- Capítulo 2

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Miré su rostro aún incrédula. ¿Qué? Era un sueño, eso debía ser. Era imposible que ocurriera algo como eso. Completamente imposible aun de procesar por mi mente. Aquello no podía ser cierto. 

— Tú... — Susurré al borde de un colapso nervioso.

Mi respiración se volvió una obligación para mi cuerpo.

Llevé torpemente una de mis manos a mi brazo para pellizcarlo con intención. Pero aquello solo me dejó aún más claro que estaba despierta y consciente de aquello.

Comenzó mi mente a funcionar como una película, comencé a recordar lo que pasó hace dos años atrás. Comencé a pensar si es que debía correr de aquel lugar y dejar a mis torpes recuerdos junto a él.

Su rostro, aquello que pedí a gritos olvidar pero que lamentablemente sé que jamás lograré hacer.

— Jennifer ¿verdad? — Consultó.

Asentí.

Voltee para tratar de entrar a clases y hacer como si aquello no fuera real. Quería engañar a mis ojos.

— Aguarda — Murmuró — ¿Podemos hablar?

— No eres real, no eres real, no eres real — Susurraba en voz alta. Aquello no debía ser real.

— Sí lo soy — Exclamó — Por favor voltea.

— ¡Tú no eres real! — Grité.

Voltee para plantarle cara al muchacho producto de mi imaginación. Pero ya no estaba.

Suspire aliviada y apoye mi espalda a la pared, me resbale por esta hasta tocar el piso y exigirle a mi mente que olvidara aquello.

Entré a la clase y tomé asiento en mi lugar.

— ¿Quién era? — Consultó Valery sonriendo.

— Nadie — Susurré.

La clase fue lenta. Trate de tomar atención, de olvidarme de aquello. Pero no tenía opción. 

Al salir del instituto corrí a mi carro junto a Valery. Había comenzado una tormenta y no quería llegar empapada a mi casa. Subimos rápidamente y de la misma forma arranque. Maneje con cuidado y llegue hasta la casa de mi amiga-conocida.

— Mañana nos vemos — Dijo sonriendo y bajó.

— ¡Chao! — Le grité desde mi carro.

Volteó y sonrió.

Arranqué nuevamente y comencé a conducir. No podía quitar de mi mente aquella visita tan sorpresiva. Era imposible que me haya quedado dormida en clases... Imposible. Mi parabrisas dejó de funcionar, haciendo que las gotas de lluvia cubrieran mi vista. Pero no quería dejar de conducir. Quería llegar luego a casa y contarle a mi madre lo que me había ocurrido. Prendí la radio de mi carro y comencé a escuchar música lenta y pasiva. Tarareaba las canciones que me conocía y doble a la derecha para poder entrar a la calle de mi casa. Vi unas luces venir en la misma dirección. Hice parpadear las mías para que el otro auto tomara la calle correcta, pero no lo hizo. Y cuando me di cuenta de eso ya era muy tarde. Giré el volante a todo dar pero no me ayudó de nada, solo desviarme del camino. Comencé a gritar desesperada al ver que el auto se acercaba a mí. Y entonces lo último que proceso mi mente fue el rostro del chico, y sentí el impacto.

Mi Ángel GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora