- Capitulo 1- Es... Él?!

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Di media vuelta asustada y comencé a correr hacia la salida.

- Ya lo conoces, ya lo conoces Jenni ya lo conoces - Repetía mi subconsciente a punto de entrar en un delirio fugaz.

Mis piernas temblaban de forma extraña y creí que era aquel sueño o más bien pesadilla que suelo tener. Era el mismo sentimiento de angustia, un sentimiento tenebroso.

¿De dónde era ese chico? ¿Por qué me hacía sentir tan mal?

Seguí corriendo, hasta llegar a tiempo a la salida, antes de que mis piernas pierdan el equilibrio.

Él era ese tipo de personas que ves una vez y juras jamás olvidar, él era el tipo de persona la cual no se va de tu mente, él era ese tipo de persona la cual te confunde, él era el tipo de persona con rostro tan familiar como el de tus amigos. Él... Era una de esas personas.

Mis piernas llegaron a su tope, tan solo me faltaban metros para llegar a la salida, pero caí al suelo. Un olor horrible comenzó a pasar por mis fosas nasales. Un retorcijón en mi estómago hizo que gritara de dolor, llamando la atención de cada persona que se encontraba allí. Y lágrimas hirviendo comenzaron a caer por mis mejillas.

— ¿Qué le ocurre?— Escuché decir a las personas.

— ¡Llamen una ambulancia! — Gritó otro.

Sentía los minutos pasar como si fuesen los últimos. Pero aun sentía el aire llegar a mis pulmones, me quemaba, pero llegaba. Y aquello me decía a gritos que aún seguía viva.

Desperté, sin sentir nada, con mi pulso y latir de corazón calmado. Mire a mí alrededor y verifiqué, gracias a los monitores y las blancas paredes, que me encontraba en el hospital.

— —

Han pasado dos años desde aquel día, desde que caí en coma por una semana. Desde que dejé de ser una chica normal.

— ¿Saldrás con Abbey? — Preguntó mi madre entusiasmada.

— No — Respondí seca.

— ¿Qué ocurrió Jenni? — Dijo espantada — ¿Qué le has hecho?

— Nada, no le hice nada—respondí convencida de mis palabras.

Si mi madre supiera lo difícil que es para mí hacer amigos. Si mi madre supiera lo tarada y enferma que era Abbey. Si mi madre supiera todo eso en estos momentos me estaría apoyando.

— Entonces, ¿A dónde vas? — Consultó sonriendo fingidamente.

— Iré al instituto — Susurre.

— ¿Para qué? Oí que no tienes clases — Dijo algo extrañada por mi repentina salida, y más extrañada aún porque era en mi pesadilla viviente; El instituto.

— Me inscribí en un torpe taller de música — Dije y salí de mi casa hacia mi carro.

Sentía los pasos de mi madre tras mí.

— Hija si te sientes mal...

— Mamá — Gruñí — Asúmelo de una maldita vez ¿Quieres? Ocurrió hace dos años atrás.

Subí enrabiada a mi auto y lo hice arrancar rápidamente. Conduje con cuidado por las curvas y peligrosas calles de Londres. Llegue al frío instituto y baje rápidamente para llegar al taller de música.Entre al salón sin golpear y tomé asiento en unos de los muchos y vacíos bancos. No mire a mí alrededor. Debía ser invisible, y para eso debo parecer ocupada.

Llegó un profesor, un hombre ya de edad a dar la clase. Llevaba una sonrisa consigo y parecía tan pasivo y bueno. La clase se comenzó a llenar de apoco. Comenzaron a llegar chicos. Comenzó a llegar el ánimo para comenzar. 

Pasaron las dos horas y el profesor dio el fin de la clase. Todos nos pusimos de pie de manera rápida y ligera, comenzamos a salir de la clase de forma elegante. Sin parecer desesperados por retirarnos.

Yo nuevamente salí de las últimas. Caminé por los pasillos ya oscurecidos del instituto. Y llegué a la parte delantera. Había un grupo de chicos de pie allí. Mirando no sé qué cosa. Entusiasmados. Comencé a agudizar mi vista y logre divisar a una chica en el suelo, en medio del grupo de chicos. Deposite mis cuadernos sobre mi auto y camine hacia donde la chica.

— Ayúdame — Susurró la morena.

Entonces la mire a los ojos y pude ver aquel miedo. Estaba golpeada y no tenía otra cosa más como propia protección que sus brazos; los cuales también estaban moreteados.

— Aléjate idiota — Oí que gritaron.

Cubrí a la chica que estaba en el suelo con mi cuerpo y tape mi rostro con ambas manos.

Sentía los gruñidos y los insultos que había a nuestro alrededor.

— ¡Largo! — Volvió a gritar la misma voz.

Ese aire pesado y delirante que había de un principio se comenzó a desenvolver y solo quedo el aire liviano y que expresa paz.

— Gracias — Le oí decir a la morena.

Saqué las manos de mi rostro y observé a nuestro héroe . Sonreí aliviada. Me pareció haberlo visto antes, pero aquello no importaba.

— ¿Cómo lo has hecho? Eran como diez — Alargué asombrada y con una estúpida sonrisa en mi rostro.

El chico no hablaba, solo sonreí. Y no podía ver bien su rostro ya que la luz del sol me lo impedía. Pero su anatomía se me hacía familiar.

— Yo me voy, pero chicos... Muchas, muchas gracias. No saben cómo se los agradezco — Dijo la chica — Nos vemos mañana amiga — Susurró y me dedicó una sonrisa.

Ella era la primera persona que me llama amiga con ese tono de voz tan sensible.

— Veo que no fui el único héroe — Dijo el muchacho y estiró su mano para que yo me pusiera de pie.

— Yo ya los tenia, no te preocupes — Dije riendo. Tirándome flores yo misma.

— Jajá — Rió agudamente — Como digas.

Hubo un minuto de silencio. Una pausa y el chico se movió ligeramente hacia mí, pude notar tenía un gran copete y una mecha rubia.

— Me debo ir — Le anuncie — Muchas gracias.

— No te preocupes — Señaló.

— Ok, adiós superhéroe — Me burlé — Gracias otra vez.

— Adiós, Jennifer — Exclamó cuando ya me encontraba a unos pasos de distancia.

Procese aquello en mi mente y asombrada voltee.

—¿Cómo sabes mi nombre?—dije al aire. Ya que el chico no se encontraba allí.

Camine de manera decidida a mi carro y entre en este para volver a casa.

¿Cómo sabía mi nombre?... Esa pregunta rondaba mi mente el resto del día. El resto de la semana siguiente. Con la morena; Valery nos volvimos buenas amigas... En realidad no sabría cómo decirlo. Quizás nos volvimos buenas conocidas. Es tan tímida como yo, quizás no tanto como yo, pero es tímida.

— Jenni — Me llamó el profesor de música — Te busca un chico.

Subí mi rostro asombrada ¿Quién será?

— Ve — Susurró Valery.

Me puse de pie lentamente y caminé hacia la entrada. El profesor hizo un gesto y abrió la puerta. Quedé impactada.

Mi Ángel GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora