Capítulo II

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Habían pasado muchas cosas, demasiadas para ser verdad. 

Los meses habían pasado y las cosas habían cambiado de muchas maneras. Hacía no mucho tiempo que había "resucitado" por decir el verdadero Shiro. Las notas habían disminuido la frecuencia con la que aparecían, sin embargo, quien sea que se daba el tiempo de escribir esos mensajes estaba logrando su objetivo, ya que muy a su pesar le alegraban los días y  hasta se sonrojaba leyendo las dulces palabras que estaban estampadas en aquel papel. Sin embargo, su mente seguía muy confundida. Ni las batallas épicas, ni la muerte de Lotor, ni el descubrimiento de nuevos alteanos, ni siquiera tener a alguien tan importante para ella como Shiro inconsciente podía despejar por mucho tiempo su ya alborotada mente; muchas veces hasta llegar a las lágrimas, y no porque le dolieran las palabras en sí, si no que le dolía pensar que alguno de los chicos que consideraba como una de las cosas más preciadas en su vida le estuviera ilusionando en vano ¡Por todos los universos! No era necesario preguntar para saber que Pidge no tenía la vida amorosa más emocionante de la vida, si es que podía considerar que tuvo una. La única experiencia que había tenido fue un fracaso y Hunk era el único que era conocedor de esa patética historia que prefería no contar a no ser de que fuese necesario.

Soltó un pesado suspiro y miró hacia el cielo estrellado de aquel planeta en el que estaban mientras Shiro se recuperaba en la cápsula de curación, sus ojos se sentían llorosos y para su suerte estaba sola como para poder desahogar el amargor que sentía en la boca del estómago, no quería saber quien era su compañero que la estaba molestando, no quería saber que una de las personas más importantes que había tenido en su vida fuese tan cruel con ella ¿O es que acaso lo merecía?

Sintió los ojos desbordarse en lágrimas.

-¿Pidge?- Se levantó rápidamente al ver un rostro mirándola, interrumpiendo el campo de visión entre el cielo y ella.

-¡Keith! No me asustes de esa forma estúpido- dijo ella secando las lágrimas rápida y de la forma más disimulada que pudo. Quizás la oscuridad del lugar la ayudaría.

-¿Pasa algo?- dijo sentándose en frente suyo. 

-Yo...uhh ¿Por qué crees eso?-  genial Katie, como si no te hubiera visto llorar ¿Acaso soy estúpida?

-No lo sé, quizás porque ya todos están durmiendo y tu estás aquí llorando a oscuras en medio de la nada - dijo el asiático levantando una ceja.

¿Desde cuando Keith era tan perceptivo? Maldita madurez, si hubiera sido el Keith de cuando recién se conocieron ni lo hubiese notado.

-No estaba llorando, se me irritaron los ojos por estar frente al monitor mucho rato- dijo ella, de todas formas, eso a veces pasaba.

-Supongo que no hay de otra- Pidge lo miró confundida mientras el chico se colocaba audífonos acostándose ahí en el suelo donde estaba.

-¿Keith?- Esto no era para nada normal. Kogane suspiró.

-Iré al grano- el de cabello azabache desvió la mirada a algún punto del cielo avergonzado. 

Esto se está poniendo interesante.

-Todos están durmiendo y no puedo dormir, así que te haré compañía- dijo en un puchero involuntario el paladín. Pidge al principio se sorprendió y luego sintió ternura. Puso una sonrisa traviesa apoyando su mano en su mentón.

-¿Así que Keith, el lobo solitario y el emo por excelencia se sentía sólo y abandonado por lo que vino a buscar compañía de esta dulce y adorable chica? Eres tan adorable Kogane- Pidge se rió y Keith frunció el ceño a la vez que se sonrojaba y se sentaba ocultando el rostro de la vista de la castaña.

Para La Chica Más Bella Del Mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora