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Capítulo ocho.
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—¿Aquí está bien?
La Señora Huang detuvo el auto frente a una tienda de electrodomésticos.
Jaemin observó por la ventana. El lugar era bastante elegante y atractivo a pesar de ser pequeño. Renjun estaba a su lado, concentrando en sus propias manos. Jaemin había logrado convencerlo después de todo.
—Si. Desde aquí podemos seguir nosotros.
—Bien. Llámenme cuando quieran irse, y espérenme en este mismo lugar. Los vendré a buscar —Dijo la Señora Huang, y los miró por el espejo retrovisor.—Disfruten de su recorrido.
—Gracias por traernos.
Jaemin abrió la puerta del auto después de despedirse. La Señora Huang parecía emocionada por traerlos. Renjun había notado aquel brillo en los ojos de su madre. Hace tiempo que no la veía tan feliz, y descubrir eso le revolvía el estómago.
—¡Adiós! —Exclamó Jaemin, despidiéndose con su mano.
El auto se alejó por la calle hacia la carretera, perdiéndose bajo la sombra de los árboles.
Jaemin se giró, mirando a Renjun de reojo. Estaba algo nervioso, no sabía que decir luego de lo que ocurrió en el bosque. A Renjun no parecía haberle molestado, porque no reaccionó de ninguna manera a ello, pero Jaemin no podía quitarse aquel hormigueo de las manos y ese cosquilleo en su estómago.
—¿Vamos?
Renjun asintió con su cabeza, poniéndose en marcha junto a Jaemin. Las calles eran acogedoras; el pueblo mantenía una infraestructura antigua, de hace algunas décadas atrás. Era como volver hacia el pasado.
Jaemin no podía evitar ser curioso ante todo lo que veía. Se metía a cada tienda que cruzaran o pegaba su nariz contra las vitrinas. Se movía tan rápido de un lado a otro, que Renjun se mareaba por la cantidad de cuentas que daban.
Le impresionaba la gran cantidad de energía que tenía Jaemin. Renjun apenas tenía tiempo de asimilar dónde estaban antes de que fueran a otro lugar.
Eso hasta que Jaemin se quedó enganchado en una tienda de objetos de segunda mano. Había todo tipo de cosas, desde ropa hasta relojes antiguos y caseteras de los sesenta. Renjun se dedicó a vagar entre los cortos pasillos, escuchando como Jaemin se enfrascaba en una larga conversación con la anciana que atendía el lugar.
—¿Esto es una cámara de video? —Dijo Jaemin.
Renmin alzó la mirada de un marco de fotos, viendo como Jaemin giraba un objeto entre sus manos.
—Si. Esta bastante vieja, pero creo que aún sirve —Dijo la anciana desde el mostrador, mirando una telenovela que se reproducía en una pequeña televisión.
—¿Y si la llevamos? —Dijo Jaemin, esta vez dirigiéndose a Renjun.
Renjun miró el pequeño aparato viejo entre sus manos. Solo pudo reconocer el modelo, porque su madre solía tener una de la misma marca.
"Debe coste mucho dinero" , señaló, esperando que Jaemin le entendiera. Para su suerte, Jaemin realmente se esforzaba aprendiendo lenguaje de señas.
—¿Está a la venta, abuelita?
¿Abuelita?, pensó Renjun.
—Veintidós won para ti, querido.
Jaemin lo miró y sonrió. Renjun entendió que la compraría sin importar lo que él opinara.
Cuando terminaron de vagar por la tienda, ya no solo llevaban la cámara. Habían agregado un frasco con mermelada de moras y galletas de limón caseras. Al final, Renjun debió pagar con su dinero, ya que Jaemin acabó en la quiebra con sus objetos.
"Me debes diez won", recalcó Renjun al salir de la tienda.
Jaemin rodó los ojos, y comenzó a caminar entre saltos delante de él.
Al dar el reloj las cinco de la tarde, ambos se encontraban descansando en el pasto, cerca de un pequeño arroyo a las afuera del pueblo. Un sauce llorón les daba algo de sombra ante los fuertes rayos del sol, y las galletas que pasaban cada cierto tiempo por la mermelada hasta su estómago los mantenían entretenidos.
Jaemin comenzaba a creer que ese verano ya no era tan malo, y Renjun sentía que el silencio no era tan aterrador si podías compartirlo con otra persona.
—¿Crees que funcione? —Preguntó Jaemin, al sacar la cámara de la bolsa.
Jaemin abrió la pantalla que tenía al costado y la encendió con un chillido de alegría. Al darse cuenta que Jaemin había comenzado a grabarlo, Renjun desvió su rostro hacia otro lugar.
Nunca podía estar tranquilo con ese chico. Ni siquiera en su descanso, mientras comían de esas ricas galletas de limón con mermelada
—¡Renjun, saluda! ¡Vamos! ¡No ignores a este pobre camarógrafo necesitado de un rostro hermoso! —Insistió Jaemin, levantándose para grabarlo desde más lejos.
Renjun frunció el ceño, y le levantó el dedo del medio al lente.
—¡Oye! ¡Eso es muy grosero!
Jaemin lo apunto acusadoramente, pero siguió grabándolo. Cada cierto tiempo hacia un poco de zoom, captando de cerca las pequeñas acciones de Renjun.
Renjun se veía hermoso desde allí, con el viento alborotando su pelo y las hojas del sauce rozando sus pies. Jaemin sintió una presión en su pecho al mirarlo. Siempre tenía ese impulso de acercarse más a él, de querer saber más, saber que estaba pensando. Inconscientemente, era atraído por él.
Sin embargo, podía notar la tristeza que afloraba de los ojos de Renjun. Un brillo de nostalgia y anhelo.
Siempre había un silencio plagado de palabras sin decir alrededor de Renjun. Acordes propios, que no emitían ninguna melodía.
Esa silueta impregnada de silencio, siempre estaba extrañando algo.
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SILENCE | RENMIN.
أدب الهواةCubiertos por el bosque, ocultos entre el silencio de las montañas y unidos bajo el suave abrazo de un sauce llorón, dos adolescentes se miran el uno al otro con sus corazones acelerados. Para Jaemin, Renjun es una persona maravillosa, sin importar...