Quince minutos más tarde entraban al departamento de Jimin que como el muy bien había explicado, estaba completamente vació.
Suga dejo el cuadro ahora de Jimin contra una de las paredes
blancas, ya que habían aprovechado el viaje para traerlo, evidentemente el había tenido un gusto exquisito porque además de la imagen que representaba, el conjunto de blancos y grises contra la blanca pared–¡Me gusta! –dijo él mirándolo
El sintió un leve calor subir por su cuerpo, que disimuló dándole la espalda a su brillantes y gatunos ojos, para dirigirse al cuarto, donde se hallaba el mueble en cuestión.
–Esto me gusta más –dijo él poniéndose a trabajar.
Corrió las cortinas, retiró el acolchado blanco y las sabanas, dejando todo revuelto pero no precisamente al azar. Luego de cambiar todo a su gusto, simplemente como si se acordara de que el existía, su cabeza se
dirigió para observarlo y se quedó allí con sus ojos parados en los de el esperando.No se atrevió a decir nada, solo saco su cámara y se dedicó a
enfocar con el lugar donde se imaginaba que sacaría la foto desde el ángulo que calculaba sería el que usaría para hacer el cuadro.
Cuando todo para él quedó resuelto volvió a mirarlo insistentemente, el estaba de brazos cruzados viéndolo moverse y dijo simplemente–¡Ya sé! Sólo te falto yo
Suga sonrió y le dijo con un tono muy suave
–Soy un niño grande. No te imaginas la cantidad de seres humanos desnudos que he visto durante mi carrera.
Jimin apartó los ojos, el también era una niño grande y
normalmente desnudarse ante un extraño no le habría parecido un problema, pero él y su estúpida sonrisa de algún modo lo intimidaban.Comenzó por sacarse la camisa y luego el pantalón de vestir.
–¡Esta bien! –dijo él, leyendo en sus ojos algo que el mismo no
sabía que era y agregó, quizás simplemente adivinando que el no se sentía del todo bien-con la ropa interior puesta será suficiente por ahora, súbete en la cama y ponte como quieras, luego yo te arreglo y te me
quedas quietito. ¿No tienes algo con lo que se te pueda atar?Jimim sí sabía algo de estar atado y quedarse quieto. Tenía a
propósito, varios largos y bonitos pañuelos de seda, así como cinturones de toda especie. Le señaló el lugar del vestidor de donde podía sacar los
accesorios y se entregó a lo que él quisiera de modo tímido, dulce y sobre todo sumiso, pero dejando de verlo a los ojos de modo definitivo, lo cual Suga notó, pero sin decir una sola palabra al respecto.
Él lo ató al techo y luego de separarle un poco más las piernas que lo sostenían arrodillado sobre la cama, le vendó los ojos con habilidad para luego ponerse a trabajar.
