"Confía en mí"

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Si había algo que Tulio amase sin reservas en el mundo, eso era el oro.

Desde que era muy joven, siempre le había llamado la atención aquel material brillante y dorado que todos a su alrededor parecían tener en tanta estima. Al principio no había sentido hacia él más que mera curiosidad, quizás el deseo de averiguar qué había en él que le otorgaba tanta importancia en su entorno, tanto dentro de su familia como fuera, entre las gentes comunes. Pronto, no obstante, lo entendió: cuando fue consciente de la miseria en la que su familia se encontraba a pesar de las apariencias, de que ansiaban poseerlo aunque supuestamente tenían en abundancia, empezó a comprender su valor. Y cuando vivió la experiencia de tener que ganárselo, de arriesgar su vida y su honor por conseguir suficiente para subsistir y mantener el prestigio social de su estirpe, él mismo se obsesionó con el codiciado material.

Ahora, Tulio vivía el mayor sueño que su imaginación hubiera podido concebir nunca. Una ciudad de oro, con edificios de oro, ornamentos de oro, ofrendas de oro, ¡tanto oro! Aún no podía creer que un lugar tan maravilloso como El Dorado existiera de verdad. Pero lo hacía, existía, y él se encontraba en él en esos momentos.

Mientras contemplaba la enorme pila de oro de sus habitaciones en el templo, un escalofrío de alegre histeria recorrió el cuerpo de Tulio, que no podía evitar tomar cada delicada pieza dorada en sus manos y admirarla un largo instante, como los objetos tan preciados para él que eran.

Y todo aquello era suyo. Se llevarían todo con ellos, a España, donde vivirían como reyes...

Si conseguían regresar sanos y salvos, claro.

—No, tres días no es perfecto. Tenemos un gran... —Tendió unos pendientes de oro a Chel, que parecía estar teniendo problemas para encontrar unos de su gusto—. Estos te sentarán bien.

—Gracias.

—... ¡problema! ¿Cómo seguiremos fingiendo tres días más?

Miguel se deslizó desde el gran montículo de oro en el que había estado tumbado y se estiró, sin darle demasiada importancia a su inquietud.

—Te preocupas demasiado.

—¡No, me preocupo lo necesario! Nunca debes preocuparte demasiado. Ahora hay que actuar con discreción.

—Pero, Tulio, este lugar es asombroso. ¿Y si quisiera ir...?

—¡No! ¡Ni se te ocurra moverte!

—Eje, Tulio...

—¡Te has movido!

—Un poco, no...

—¡Eh, eh, eh!

—Vamos...

—¡Ya está!

—Yo solo...

—¡Ngh!... Quieto.

—¡Solo quiero...!

—Tú... quédate ahí.

—¿Durante... tres... días?

—¡Sí, exacto! Tres días. Y ni respires. ¿De acuerdo?

—... De acuerdo. Discreción.

—Eh, eh, eh, ¿prometido?

—Sí, sí, sí, sí, claro, claro...

—Estupendo... Perfecto, bien. —Tulio asintió, satisfecho. Chel, por su parte, acababa de aparecer a su lado con los pendientes que le había recomendado, y él se los tocó de forma juguetona—. Si me disculpas, quisiera... saborear mi oro.

La ruta hacia La Era [MiguelxTulioxChel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora