Abraham West

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Johnny West se encontraba en su casa, abriendo un cajón del armario. Del cajón sacó un antiguo diario. En la portada estaba escrito: A. West.

Johnny West: Hoy se cumplen 42 años desde que has muerto. Mi mayor ídolo. He intentado no ser como tú y como papá, pero parece que Dios me tiene preparada otra cosa. No me avergüenzo, si llego a ser al menos la mitad de hombre que tú, abuelo, ya estaré satisfecho.

Johnny abrió el diario de su abuelo y comenzó a leer con satisfacción, dado que ahí habrían escritas grandes historias.

Mi nombre es Abraham West, esto de los diarios me parecía absurdo. Hasta que un hombre al que conocí le dió sentido. Nací en 1905, cuando se suponía que la gente se empezaba a civilizar, se suponía.

Con apenas 15 años de edad, me manché las manos de sangre por primera vez. Mi padre, que dios lo tenga en su gloria, escondió a un hombre en nuestra granja. A aquél hombre le buscaban unos pieles rojas renegados. Y un día... un día le encontraron, y a todos nosotros. Presencié como mataban a aquél hombre y a toda mi familia incluida. Mi padre, mi madre... Mi abuelo y mi abuela.

Había una banda, les llamaban "Los chicos de Smith". Cada dos semanas nos robaban algo de ganado. Mi padre no les daba importancia, no quería ponernos a todos en peligro. Roban por necesidad, decía, si quisieran hacernos daño robarían mucho más. Un gran hombre, desde luego.

Tuve la gran suerte de que justo cuando nos atacaron los pieles rojas, a Los chicos de Smith les tocaba robar. No sé por qué lo hicieron, pero me salvaron. Incluso me dieron una pistola para matar al líder de aquellos monstruos. Como si de un don se tratase, la bala acabó en su frente, atravesándole la cabeza. Así no sufre, me dijeron, pero ya aprenderás más adelante.

Me acogieron, me intentaron enseñar a disparar, pero como dije, parecía que tenía un don. Eran buenos conmigo, el líder sobretodo. El señor Smith, tenía una banda, la gente diría que es despreciable solo por conocer eso de él. Aquél hombre conseguía que sus hombres no fueran más malos de lo necesario, les llevaba por el buen camino.

Pronto ya era uno de ellos, no eramos ricos, pero vivíamos bien. Sin embargo no todos pensaban como yo. Pedían más, querían riquezas, eran malos hombres y eso no iba a cambiar. Un día, mataron al pobre señor Smith. Ahí fue donde derramé sangre por segunda vez, mucha sangre.

Cogí mi revolver y el del señor Smith, y maté a todos los miembros de la banda yo solo. Eramos 17 miembros... Escribo esto desde una prisión, pero no estoy aquí por aquello.

1930, Bodie:

Bodie era un pequeño pueblo de California. Abraham West tenía una pequeña casa a las afueras. Era respetado por todo el pueblo, para ellos era un santo. Siempre ayudaba a todo el mundo sin dudarlo.

Un día, Abraham estaba en la tienda conversando con el dueño. Un chico joven entró y comenzó a mirar las estanterías. Abraham vió algo extraño en él, parecía estar nervioso. Efectivamente había algo extraño, el chico tenía pensado atracar esa tienda. Cuando iba a agarrar su pistola, Abraham le cogió de la oreja y le sacó fuera.

Chico: ¡¿Qué se cree que está haciendo?! ¡Podría dispararle si quisiera!

Abraham West: Adelante.

Chico: ¿Qué?

Abraham: Disparame.

Chico: No entiendo...

Abraham: ¿Cómo te llamas, muchacho?

Chico: ¿Y a usted qué mas le da?

Marcus SpeedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora