Fue

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Él siente que el hedor quema cada que pasa por sus fosas nasales, cada uno de los animales que en su soledad le hicieron compañía ahora yacen con sus huesos parcialmente descubiertos, su carne llena de gusanos que se mueven frenéticamente, y las moscas revoloteando en su cercanía; aquellas malditas moscas que solo saben zumbar y posarse sobre la mierda, esas que comenzaron a aparecer la tarde en que encontró la tabla. Un pedazo de musculo cayó de su brazo; se fue deslizando viéndose obstaculizado por la viscosidad de su sangre y los fluidos que comenzaron a brotar hacía unos días, esa que salía cuando sus poros se abrían en donde aún le quedaba piel y brotaba una sustancia verde muy bajo con un olor característico que se asemejaba a leche en mal estado. El pedazo de carne cayó con un ruido seco. Las ratas (que no sabía de donde salieron y donde se escondían mientras no estaban corriendo por aquel lugar oscuro) se agruparon en torno al trozo leproso y comenzaron a mascar; llenando sus diminutos bigotes de sangre y de la sustancia verdosa.

Cada día despertaba un poco más muerto que el anterior, pero a medida que eso pasaba, los recuerdos se iban haciendo más claros, llegaban como fino polvo, esparciéndose por el aire y se incrustaban en su mente para quedarse; no eran precisamente cosas que uno guste recapitular. Pero sentía la necesidad de hacerlo, recordar tanto pudiera y quizás ahí estaría la clave para recuperar su antigua estado, a pesar de que en algunas partes de su cuerpo ya no hubiera piel que tocar y que poco a poco la vista se le nublaba para dejarlo a solas con el zumbido de las moscas y los dientes de las ratas chocando; aún creía que había esperanza y una salvación para él. Uno de los roedores comenzó a trepar por su tobillo y lo mordió, en un lugar que apenas estaba cicatrizando, producto de la misma situación con una de sus hermanas. Le costó trabajo localizar su cama en aquella habitación que ya no era más como la recordaba, sino un lugar deforme y lleno de hongos. Al encontrarla se recostó viendo hacia el techo, desde el domo que tenía ahí no se veía luz alguna del sol, y así sumergido en la oscuridad le calculaba tres semanas.

No sabía con certeza si en ese lugar pasaba el tiempo, pero acostumbraba dormir cuando podía, se acostó y comenzó a recordar, al principio sólo fragmentos, caras nubladas, a medida que el progreso de sus recuerdos era claro, se comenzó a sentir mejor. Tal vez había algo que su "aquello" quería que viera, o tal vez solo lo sanaba para volverlo a destruir. Cual Prometeo, condenado a regenerarse solo para volver a hacerlo día tras día. Comenzó entonces, recordaba claro que fue un día de primavera, el calor era sofocante y en una banqueta de una transitada avenida lo conoció...

Las Runas Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora