Conociendo a los dioses

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La bestia no se limitó a espiar fuera de su hábitat, le habló con una voz que trataba de imitar a una humana.

–Veo que al fin has venido, creí que tardaría mucho más, tanto tiempo sin ver el rostro blando de un humano. Aún mejor, es el tuyo. Eres el portador, perdí la cuenta de hace cuánto te espero. Pero al fin estás aquí. Leviatán, demonio de la envidia, siendo ahora el último contrincante de Asmodeo en la lucha por este plano.

–No veo necesidad de presentarme, ¿cierto? Dices que me estabas esperando, queda claro que todos aquí me conocen menos yo mismo.

–No, no es necesario, lo que sí es necesario es un caparazón, ¿no piensas que es divertido? Así como esos animales que llaman tortugas. El maldito engañó a mis seguidores para mantenerme cautivo aquí, este senil pueblo.

–Veo que no tienes la textura común del lugar.

–¿No es obvio? Yo estoy presente, no lo estoy, marchitable, inmarcesible, el fiel, el traidor. Vamos, sé que sabes más de lo que aparentas, tu masa es especial. ¡Vamos!

El monstruo agitaba las aguas, sus movimientos cada vez más agresivos. Acercándose, con esa furia que mostraba pero con precaución. Su lengua salió entres su afilados colmillos, no era rosa y blanda como el concepto que tenemos. Sino estaba formada por una larga cadena de brazos y piernas, no había torso, tampoco cabeza, solo aquellas extremidades sosteniéndose unas a otra; como si en cualquier momento fueran a desprenderse y fueran a caer al profundo pozo de los lamentos intestinales. Eso no sucedió. La punta concluía con unos brazos, los dedos de la mano de éstos tocaron la punta de la nariz de Damián y volvió a su escondite.

El espacio ahora se regía en una inexistencia casi total de olas, el agua se comenzó a drenar.

–Es hora de marcharme, extraño conocido, íntimo desconocido. Sabes lo que tienes que hacer.

Damián en definitiva no sabía qué hacer, todo lo que hizo el monstruo fue soltar una sarta de incoherencias, en su opinión. Muchas cosas de las que dijo, no cobraban ningún sentido, incluso después de analizarlas. ¿Qué clase de broma le querría jugar el pasado?

Al desaparecer la laguna, se hizo visible una escalinata, no había otra salida, por lo que comenzó a bajar por ella. Después de caminar largo rato, por un laberinto subterráneo teniendo que virar sin saber qué espera, quién espera. Aparecían lugares en los que ya no había rastro de agua, pero ninguna salida aparente, regresar no era una opción, lo mejor era seguir hasta salir. Lo logró al enfrentarse a unas bisagras oxidadas conectadas hacía décadas al gran trozo de metal que no tenía siquiera forma de puerta. Entró. ¿Se hallaba, acaso, en una cueva con pintura rupestres? No. Sin duda eran dibujos pero no databan de la prehistoria. Las paredes su lienzo, sangre como pintura. Huesos antediluvianos postrados en un tiempo remoto sin búsqueda. Soledad.

Eran representaciones de un rito, Leviatán estaba ahí. En todos los dibujos; pero no solo él. Contaban una historia, la interpretó como mejor pudo.

Antes de todo, existía el caos, los demonios no son ángeles caídos, no hay un dios, los príncipes son los dioses, la avaricia existe en todos, el infierno tiene emociones. Solo hay lugar para un dios. Una esfera de vida y una lucha interminable por el dominio de ella. No existen las legiones, los humanos son legión de los demoniacos y aquel que cree en jehová es impío. Privilegiados y condenados. Cinco derrocados, dos en lucha por el control remoto.

La habitación se llenó de voces susurrando, incomprensibles. Después de estar minutos escuchando logró captar algo, era otra lengua, lo entendió como Cedit malum illud quod anima non sit exorcismus curabit pauperes.

Una puerta se abrió con un crujir. Se halló a sí mismo en una especie de misa convertida en una masacre, sin distinción de sexo, humanos con túnicas rojas yacían tuertos y manchados de sangre. Un joven y una mujer de mediana edad estaban desnudos en el suelo, ella degollada, él lleno de cortes por todo el cuerpo. No había un solo sobreviviente. Después de tiempo halló la salida, una escalera que desembocaba en una antigua casa. 

Salió a la intemperie, una tormenta caía, las gotas eran suaves al deslizarse en su piel. Reflexionó todo lo que había pasado en el subsuelo. Lloró. Las salinas lágrimas se mezclaron con la lluvia. En tan solo unos días su vida entera había dado un vuelco, metiéndose en realidades fantásticas dignas solo de la imaginación, con criaturas horrendas. Pero lo más impactante eran los demonios, los verdaderos dioses. 

Las Runas Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora