El cascarón III

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Les juro por lo más sagrado que intenté enfocarme mi cabeza en algún propósito en todos estos meses. Clases de pintura, carpintería, electrónica, uso de armas. Después de dos clases sentía mucha pereza y para la tercera, mientras que veía como los demás estaban haciendo buenos proyectos, yo solo estaba atrasándolos.

Salí de la clase de modelaje en arcilla con lo que parecía un florero desnivelado por haberse caído en el suelo, y muchos agujeros, que entonaban con mi mirada de fracaso viéndome la arcilla en los pantalones cuando una mano me acercó un panfleto colorido.
-¡Únete a nuestro colectivo!- era una chica vestida de lycra negra, ropa que resaltaba su cabello ondulado y rojizo.
-¿Yo?- fue lo único que salió de mi boca. Al buscar su mirada, me encontré con unos ojos grises.
-¡Por supuesto! Aquí a unas cuadras, tenemos un colectivo con artistas de todo tipo ¿Eres conceptual cierto?- dijo esto al observar el intento de florero como si fuese sumamente interesante. Jamás más había pensado en ser artista de los ridículos que en tiempos de mis padres tomaban fotografía de latas de sopa, pero si esto, me permitía tener unos meses más de vida, un propósito, intentaría con todas mis fuerzas, adentrarme en el papel.
-Si, por supuesto- la mentira más grande que comenzó con toda mi desgracia.

Ciudades Oníricas: PesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora