-Volveremos a jugar, no tenemos elección- quince años. Habían pasado quince años desde que Nay se alejó de mi vida, desaparecida completamente. No me casé, jamás volví a amar a alguien como a ella. Pero lo que había sucedido, le generaba miedo y vergüenza. Ahora convertida en toda una mujer divorciada, con dos pequeños en pijama que nos miraban asustados mientras planeábamos todos en conjunto. Sergio alzó la voz, mientras observaba con detenimiento que galleta elegir de la máquina expendedora -La última vez, yo no jugué, porque cuidaba a mi padre. Ahora no tengo nada que perder. Déjenme ser uno de los cuatro oponentes- asentí con un pulgar arriba -Bien, entonces, somos Sergio, Alberto, Xavier y yo. Nay tú tienes dos pequeños, no jugarás- no podía ni acercarme a ella. Su perfume, su sola presencia me quería enloquecer -No puedes decidir por mi, Martha- volteé a mirarla -Si yo hubiese decidido por ambas hace años, no estaríamos en este problema- ella abrazaba a sus hijos. Yo no les quitaría a su madre y con lo que haríamos, impediría a cualquier costo que ellos sufrieran lo mismo.
El monstruoso, se apareció a medianoche, entre simulaciones de fantasmas y gritos, logró que todos en el edificio salieran a unas gradas mohosas que había acomodado para el público. Una orquesta pequeña conformada por zombies lo acompañaban y hacían música incidental.
-¡Señores con ustedes Rocko, quien nos brinda nuevamente la música de tan bella noche!- las personas lo miraban pasmado. El tosió y se acercó al maestro de ceremonias -Hola Rocko años sin verte ¿Cuál es el nuevo sonido para cuando caminen nuestros jugadores?- El zombie, que tenía el cerebro pútrido a la vista, contestó -Pues había pensado en un sonido como de alma en pena gritando al recordarse muerta, pero ¿Sabes? comentado con la audiencia- miró a los vecinos que obligados a sentarse con una lámina de ectoplasma en sus rodillas, estaban mirando el show -Y me comentan que quieren algo más suave, como corneta de payaso. ¿Qué te parece?- sonrió con sus dientes cobálticos -Suena deliciosa...Muy bien, en unos momentos más, jugaremos pieza por pieza para que mis patosos amigos ¡Puedan llegar al final del tablero!- gritó mientras la banda concluía con un jingle para comerciales.
El juego, como este siniestro personaje lo llamaba, comenzó una noche de hace quince años, mientras nos comunicábamos con la ouija en el sótano del edificio. Ese era nuestro lugar para fumar y beber sin que nuestros padres se enteraran. Jugábamos antes de medianoche, puesto que mi abuela comentaba que no se usara después, porque no habría almas. Esa noche, Nay se encontraba abrazada a mi, meditando la muerte repentina de su padre, que aunque no conocía, sentía tristeza por saber que jamás tendría esa oportunidad. Ya casi era la hora de cerrar, cuando la aguja comenzó a escribir NAY una y otra vez. Le advertí que la cerráramos, pero ella creía que su padre quería comunicarse. -Papá, Papá, soy yo, háblame- la aguja se movió con fuerza al sentir sus manos, pero la palabra nos aterró a todos -J...U...G...A...M...O...S- cerré la ouija de golpe, alejándola, pero Nay la arrebató, mirándonos furiosa -Es mi papá- intenté calmarla -Amor, eso no es humano, mira la hora- sus lágrimas me lastimaban -No sabes nada, nadie de ustedes sabe. Si él quiere jugar, juguemos- no entraré en detalles de esa noche, pero al no seguir jugando hasta el final, todos tuvimos pesadillas y sentíamos que nos miraban en cualquier lugar oscuro.
Las reglas son sencillas: Afuera, tenemos un terreno valdío en donde está un tablero con una meta. Cada persona arroja los dados y camina, mientras tenemos nuestro "yo" del sueño en una simulación del edificio. En cada casilla hay retos, ya sea retos patosos como los llama él (sencillos, como acariciar una flor) o juego real, como jalar la cola a un tigre y luego golpearlo hasta que muera. No se puede salir de la simulación del edificio. Y gana, quien al finalizar el juego, a las seis de la mañana, conserve su cuerpo sin menos heridas o bien, llegue al final del juego, antes de la hora indicada. Esa vez, no logramos ganar, todos éramos jóvenes que habían muerto a mitad de las pruebas, lo que ocasionó que jugáramos hasta que logré quitarle a Nay la ouija, que yacía con fiebre desde que comenzó. En cuanto la escondimos en los ductos del aire de su departamento, ella se recuperó de golpe y su madre decidió enviarla con una de sus tías, en otro país. En ese momento y hasta ahora, no sabemos que pasará si uno de nosotros gana.
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Ciudades Oníricas: Pesadilla
Science FictionTres noches después de la charla con mi padre, en un momento de insomnio, sentí un vacío en el segundo molar derecho; era la misma sensación del dentista usando equipo de succión. Este es el lado opuesto, no existe un final feliz. Las partes extraña...