Capítulo 15

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Capitulo 15

—No te acerques a mí de ese modo.

—Lo siento, pero estabas tan absorta por tu diálogo...

De mala gana, Elsa sonrió también.

—Algunas veces Eugene se pierde un poco en la conversación, por lo que me veo obligada a ayudarlo —comentó—. Míralo. Ni siquiera sabe que estás aquí.

—Mmm, tal vez debería aprovecharme de su distracción —susurró Jack.

Extendió la mano y agarró un mechón del cabello de Elsa y se lo metió detrás de la oreja. Ella notó enseguida la calidez de sus dedos, lo que provocó que el pulso comenzara a latirle a una alarmante velocidad.

—Oh, hola, Jack. ¿Cuándo has llegado?

Tras escuchar las palabras de Eugene, Elsa lanzó un suspiro, sin saber si era por alivio o frustración.

*

Diciembre fue pasando poco a poco. El progreso que iban haciendo en el proyecto era mucho más avanzado de lo que habían esperado, por lo que parecía que todo estaría terminado definitivamente para antes de Navidad. El contrato que Elsa tenía con Jack llegaba hasta el mes de marzo, por lo que ella no dejaba de especular lo que haría cuando terminara el proyecto y él ya no la necesitara. Existía la posibilidad de que Jack la liberara de sus obligaciones, aunque estaba segura de que no era muy probable. Con toda seguridad no querría que trabajara para ningún otro competidor antes de que su propio proyecto estuviera publicado.

«Tal vez me encontrará alguna otra cosa que hacer durante esos meses», pensó. O tal vez podría estar sin trabajar durante un tiempo. Esto último le apetecía bastante, lo que la sorprendió. Le gustaba mucho su trabajo. Era duro, pero casi nunca resultaba aburrido. Por supuesto que disfrutaba con su trabajo. Era suficiente para ella y tenía la intención de mantenerlo en su vida durante los próximos años. Después de eso, podría retirarse o se tomaría unas largas vacaciones, viajaría... lo que fuera. Entonces, cuando todo estuviera en su lugar, tendría tiempo para encontrar el amor en serio. Hallaría a un hombre agradable, de fiar, con el que pudiera casarse y sentar la cabeza. Aquél era su plan, perfecto y sensato. Sólo que en aquellos momentos, cuando lo pensaba bien, le parecía demasiado frío y aburrido.

Durante la segunda semana de diciembre, el estudio de Eugene estuvo mucho más concurrido de lo habitual. Aquella mañana en particular, las voces y los cuerpos se mezclaban en la sala en medio de un encantador caos.

En aquella sesión, Elsa iba a compartir protagonismo con un niño de once meses, dado que tenía que representar la imagen de una joven madre.
Una pequeña parte de la sala estaba decorada como un salón. Cuando Elsa terminó con la peluquera, vio que Eugene estaba muy ocupado comprobando su equipo. Jack estaba trabajando con él, compartiendo ideas sobre la sesión. Al ver que no pudo evitar contemplar su fuerte y esbelto cuerpo, se regañó en silencio.

Decidió dejar a los hombres con sus quehaceres y se dirigió a conocer a la joven madre Aurora y al niño que sería su hijo durante unos pocos minutos frente a las cámaras. El parecido que el pequeño tenía con ella la sorprendió y la divirtió al mismo tiempo.

Philip , tal y como su madre lo presentó, tenía una mata de pelo tan brillante y tan rubia como el cabello de Elsa. Los ojos del niño, aunque no de un azul tan profundo como el de ella, se asemejaban mucho. Cualquier desconocido daría por sentado que aquel pequeño era su hijo.

—¿Sabes lo difícil que ha sido encontrar a un niño que se parezca a ti? —le preguntó Jack, que acababa de acercarse a ellos. Elsa tenía a Philip sobre el regazo y lo hacía saltar sobre sus rodillas. Al presentir su llegada tanto ella como el pequeño levantaron sus profundos ojos azules para mirarlo-. Cualquiera se quedaría atónito por tanta brillantez. Tal vez deberías bajar un poco el voltaje.

— ¿No te parece precioso? —preguntó Elsa mientras acariciaba suavemente las mejillas del pequeño.

—Es espectacular. Podría ser tuyo.

—Sí, el parecido es sorprendente —admitió ella, con los ojos bajos por el repentino anhelo que le causaron las palabras de Jack—. ¿Estamos listos?

—Sí.

—Muy bien, socio —le dijo al niño mientras se ponía de pie y se lo colocaba sobre la cadera-. Vamos a trabajar.

—Sólo tienes que jugar con él —le instruyó Eugene—. Haz lo que te apetezca. Lo que estamos buscando es espontaneidad. Creo que me comprende —añadió, al ver que el pequeño lo miraba muy fijamente.

—Por supuesto -afirmó Elsa-. Es un niño muy inteligente.

—Esperemos que responda bien. Sólo podemos trabajar con niños durante sesiones de pocos minutos.

Se pusieron manos a la obra. Las dos cabezas se inclinaron la una muy cerca de la otra sobre la zona alfombrada. Mientras Elsa jugaba con los bloques de colores, Philip, lleno de alegría, destruía sus esfuerzos. Muy pronto los dos estuvieron inmersos en el juego y prestaron muy poca atención a los movimientos de Eugene o al suave clic de la cámara. Elsa estaba tumbada boca abajo, con los pies en el aire, construyendo torre tras torre para que el niño pudiera demolerla. De repente, el pequeño extendió la mano. Parecía haberlo distraído un mechón del sedoso cabello de Elsa. Lo agarró con sus regordetes dedos y trató de llevárselo a la boca.

Elsa se dio la vuelta y se colocó de espaldas. A continuación, levantó al niño por encima de su cabeza. El pequeño comenzó a reír de alegría ante el nuevo juego. Ella se lo colocó sobre el vientre y, muy pronto, Philip sintió una profunda atracción por los botones de perlas que ella llevaba en la blusa verde claro. La joven observó atentamente la concentración del bebé y comenzó a trazar sus rasgos con la yema de un dedo. Una vez más, sintió una fuerte sensación de anhelo. Levantó al niño una vez más sobre su cuerpo y comenzó a hacer el sonido de un avión mientras lo movía por encima de ella. Philip gritó de felicidad. Elsa se colocó al pequeño de pie sobre el vientre y dejó que el niño saltara al ritmo de su propia música.

Después, se puso de pie con él y lo abrazó con fuerza. De repente, se dio cuenta de que aquello era lo que más deseaba. «Un hijo propio, unos bracitos tan pequeños como estos alrededor del cuello. Un hijo con el hombre que amo», pensó. Cerró los ojos y se frotó la mejilla contra la de Philip. Cuando volvió a abrirlos, se encontró frente a la intensa mirada de Jack.
Lo observó fijamente durante un instante y, de repente, comprendió que aquél era el hombre que quería, el hombre cuyo hijo deseaba tener entre sus brazos. Llevaba algún tiempo sabiendo la verdad, pero se había negado a reconocerla. En aquellos momentos, no encontró modo alguno de negarla.

El fuerte tirón de pelo que Philip le dio rompió el hechizo. Elsa se dio la vuelta, aturdida por lo que acababa de admitir. Aquello no era lo que había planeado. ¿Cómo podría haber ocurrido? Necesitaba tiempo para pensar, tiempo para solucionar sus cosas. En aquellos momentos, se sentía demasiado confusa.

Cuando Eugene marcó por fin la conclusión de la sesión, se sintió profundamente aliviada. Con un gran esfuerzo, Elsa mantuvo su sonrisa a pesar de que, en su interior, temblaba por lo que acababa de descubrir.

—Maravilloso —declaró Eugene—. Los dos trabajaron como si fueran viejos amigos.

En silencio, Elsa corrigió las palabras de su compañero. No era trabajo sino una fantasía. Había estado representando una fantasía, tal vez llevaba la vida entera haciéndolo. Una risa histérica se apoderó de ella, aunque la reprimió con fuerza. No podía permitirse hacer el ridículo en aquellos instantes ni pensar en los sentimientos que la recorrían por dentro.

—Vamos a tardar un rato en estar listos para el siguiente decorado, Elsa —le dijo Eugene tras consultar el reloj—.Ve a comer algo antes de cambiarte. Date una hora.

Elsa asintió aliviada ante la perspectiva de poder pasar algo de tiempo sola.

—Yo te acompañaré.

Tu Dulce Mirada |•Jelsa•| Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora