Capitulo 26

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Los comentaros han bajado... ¿dónde esta el amors?

Capitulo 26

—Creo que sí —respondió ella—. Se ven imágenes si se sabe buscarlas. Por ejemplo, allí hay un castillo con sus torreones y allí un caballo con las crines flotándole sobre el viento.

—Y allí un anciano sentado sobre una mecedora —dijo él.

Elsa se volvió para mirarlo, muy sorprendida de que él hubiera visto también aquella imagen.

Jack le devolvió la mirada con la intensidad de un abrazo. Ella se levantó inmediatamente, abrumada por la debilidad que aquellos ojos eran capaces de evocar.

—Ha sido un día muy largo —anunció, sin mirarlo a los ojos—. Creo que me voy a la cama. No quiero que Eugene se queje mañana por la mañana de que tengo un aspecto muy cansado.

Tras desearles las buenas noches a todos los presentes, se marchó rápidamente del salón sin dar a Jack la oportunidad de decir nada más.

Cuando se despertó a primera hora de la mañana, el dormitorio estaba iluminado por la tenue luz del alba. Estiró los brazos y se incorporó en la cama, sabiendo que ya no podría dormir más. Cuando se metió entre las sábanas la noche anterior, sus emociones estaban sumidas en una profunda confusión. Creyó que se pasaría horas dando vueltas en la cama, pero se sorprendió al darse cuenta de que, no sólo se había quedado dormida inmediatamente, sino que también había descansado muy profundamente, lo que le hacía recibir el nuevo día con alegría.

Rapunzel y Mérida seguían dormidas, por lo que Elsa se levantó de la cama y comenzó a vestirse en absoluto silencio. Se puso un jersey azul marino con un pantalón verde musgo. Decidió prescindir del maquillaje y se colocó el mono de esquiar que Jack le había proporcionado. A continuación, se colocó la gorra a juego en la cabeza.

Bajó con mucho cuidado las escaleras y escuchó cómo se desperezaban los sonidos de la mañana. Sin embargo, la cabaña seguía sumida en un profundo silencio. Tras colocarse las botas y los guantes, Elsa salió de la cabaña.

El sol brillaba con fuerza. El bosque estaba en silencio. Parecía que el tiempo se hubiera detenido y que las montañas fueran una tierra mágica sin habitantes humanos. Sus únicos compañeros eran los majestuosos pinos cubiertos de nieve y cuyo fuerte aroma penetraba el aire.

—Estoy sola —dijo en voz alta—. No hay otra alma en el mundo entero —añadió. Entonces, echó a correr por la nieve, embriagada por la liberación que sentía—. ¡Soy libre!

Comenzó a arrojar nieve por encima de su cabeza al tiempo que daba vueltas sobre sí misma antes de lanzarse sobre el frío manto blanco.

Contempló una vez más las nevadas montañas y comprendió que su corazón se había expandido para dejar sitio a un nuevo amor. Estaba enamorada de las montañas heladas, al igual que lo estaba de los campos cubiertos de trigo. El nuevo y el viejo amor la llenaban de alegría. Se puso de pie rápidamente y echó a correr una vez más por la nieve, pataleándola con fuerza antes de dejarse caer de espaldas. Se quedó allí, tumbada, con brazos y piernas extendidos, mirando al cielo hasta que un rostro adornado con unos risueños ojos azules entró en su línea de visión.

— ¿Qué estás haciendo, Elsa?

—Haciendo un ángel —replicó ella—. Verás. Te tumbas y luego mueves los brazos y las piernas así —le explicó, para hacerle una demostración inmediatamente—. El truco es levantarse sin estropearlo. Requiere una tremenda habilidad y un equilibrio perfecto.

Se sentó con mucho cuidado y luego apoyó todo su peso sobre los pies. A continuación, comenzó a ponerse de pie sin dejar de tambalearse.

—Dame la mano —le ordenó—. He perdido práctica —explicó. Se aferró a la mano que Jack le extendía y, entonces, dio un salto. Después, se dio la vuelta para admirar el resultado-. ¿Ves? Es un ángel.

—Muy bonito. Tienes mucho talento.

—Sí, lo sé. No creía que hubiera nadie más levantado —comentó mientras se sacudía la nieve del trasero.

—Te vi bailando en la nieve desde mi ventana. ¿A qué estás jugando?

—A que estaba sola en medio de todo esto —contestó ella. Volvió a dar vueltas sobre sí misma con los brazos extendidos.

—Uno nunca está solo aquí. Mira.

Jack señaló hacia el bosque. Elsa abrió los ojos de par en par al ver el enorme ciervo que la miraba fijamente. Su cornamenta le adornaba la cabeza como si fuera una corona.

—Es magnífico —susurró, antes de que el ciervo se diera la vuelta y desapareciera en el corazón del bosque—. ¡Oh, estoy enamorada! —exclamó echando de nuevo a correr por la nieve—. ¡Estoy completamente enamorada de este lugar! ¿Quién necesita un hombre cuando se puede tener todo esto?

— ¿De verdad? —preguntó Jack.

Elsa sintió que una bola de nieve le golpeaba en la parte posterior de la cabeza. Se volvió y lo miró con ojos entornados.

—Ya sabes que, por supuesto, esto significa la guerra.

Tomó un puñado de nieve y lo convirtió rápidamente en una bola. Entonces, se lo lanzó a Jack con fuerza. Intercambiaron disparos de nieve, aunque las bolas daban en el blanco casi tan frecuentemente como fallaban. Poco a poco, Jack fue cercándola y Elsa tuvo que emplearse en una retirada estratégica. Su huida se vio interrumpida cuando él la agarró y la tiró al suelo para rodar con ella por la nieve. Las mejillas de Elsa relucían por el frío y los ojos le brillaban de alegría.

—Muy bien, tú ganas, tú ganas...

—Así es —afirmó él—. Y el vencedor se queda con el botín.

La besó suavemente, moviendo los labios encima de los de ella con ligereza. Rápidamente, consiguió acallar las risas de Elsa.

—Tarde o temprano, siempre gano —murmuró mientras le besaba los ojos cerrados—. Y me parece que no hacemos esto con la suficiente frecuencia -añadió. Entonces, profundizó el beso hasta que los sentidos de Elsa comenzaron a dar vueltas—.Tienes nieve por toda la cara...

Le acarició la mejilla con los labios. Con la lengua, fue retirándole uno a uno todos los copos. Sin poder evitarlo, Elsa sintió un exquisito terror.

—Oh, Elsa. Eres una criatura tan deliciosa... —susurró. La miró fijamente a los ojos y respiró profundamente.

A continuación, comenzó a quitarle la nieve con las manos-. Creo que los demás ya se habrán levantado. Vamos a desayunar.
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—Ponte aquí, Elsa.

Estaba una vez más sobre la nieve, pero aquella vez iba acompañada por Adrien, Eugene y su cámara. El fotógrafo llevaba haciendo fotografías durante horas, según le parecía a Elsa. Ella deseó fervientemente que la sesión terminara. No hacía más que pensar en el chocolate caliente que se tomaría delante de la chimenea.

—Muy bien, Elsa. Vuelve a la tierra. Se supone que te estás divirtiendo, no perdida en tus pensamientos.

Tu Dulce Mirada |•Jelsa•| Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora