Arándanos explotando entre los dientes como cohetes de sabor a mi paladar. Tengo los labios húmedos de saborear. Champán y arándanos, no hay mayor placer.
El vapor de la bañera empaña mi mente con los recuerdos de otros vapores, de otros sabores en lugares distintos.
También recuerdo besos de ladrón robados a traición, mordiscos en los labios y juegos de pasión.
Recuerdo ver el sol filtrandose entre unas cortinas blancas, tras los cristales de las ventanas se colaban retazos de cielos lejanos y nubes pasajeras.
Los recuerdos son como golpes a mi memoria que hacen que sangre por las costuras rotas como un pobre muñeco de trapo.
Paso la mano por mi nuca, la cicatriz se vuelve más gruesa conforme repta por mi cráneo roto. Esas, me recuerdo, son mis verdaderas costuras.
Gimo al reincorporarme como un perro viejo y apaleado.
-María...
-¿Sí, señor? - La voz de mi ama de llaves me llega amortiguada por la puerta.
-¿Puede llamar a Rodrigo, si es tan amable?
-Por supuesto, señor.- Oigo sus pasos alejarse de la puerta y bajar por las escaleras.
Contengo el aliento para hundirme por completo en la bañera. Unas burbujillas de aire se escapan de mi nariz. Me gusta sentir el agua por encima de mí, abro los ojos y los colores emborronados de las cosas que me rodean tiemblan como la llama de una vela a través de la cortina de agua.
-Dante...
La voz de Rodrigo suena como un eco en mi cabeza más que como una voz real. Saco la cabeza a la superficie y la sacudo hacia lados para liberar de agua mis oídos.
-Me has mojado el traje, cabrón tullido.
-Yo también te quiero, Rodrigo querido.
Sus manos me cogen por las axilas y me ayudan a reincorporarme. Me pasa la toalla y me coge en vilo mientras yo me lío en ella. Siento la estructura metálica de la silla de ruedas en la espalda desnuda. Reprimo un escalofrío, está helada.
-¿A qué viene el traje, si se puede saber?- Oigo sus pies arrastrarse y tamborilear en el suelo, y se que está nervioso.- ¿Mónica?- Adivino sin demasiado esfuerzo.
-Dante... Yo...
-Está superado, créeme. - Ambos sabemos que es una mentira como un castillo, aún así fingimos creernos.
-Si no te parece bien, no iré.
- Ambos sabemos que irás.
-Soy un capullo ¿verdad?
"El más grande de los capullos", de verdad que me encantaría decírselo, pero ambos sabemos que no puedo.
-No, está bien, de veras.
- Es que Mónica no es como las demás.
"Lo sé, cabrón egoísta, yo me acostaba con ella antes que tú." Aunque me duela pensarlo siquiera, aguanto. Aguanto como he estado haciendo estos últimos meses.
- Te entiendo.
-Ya...-Esta profundamente incómodo. Y se de sobras que si le dijera que no me parece bien la dejaría de ver al instante por más que le doliera, pero no puedo hacerle eso, al fin y al cabo es la única persona que se ha quedado a mi lado.
-¿Le vas a pedir hoy matrimonio?
-...
-Deberías hacerlo antes de que ese cabrón de Felipe se te adelante.
-¡¿Quién cojones es Felipe?!- El tono alterado de la voz de Rodrigo me hace reír, al fin y al cabo, por mucho que nos parezcamos y que nos conozcamos, sigue sin pillar mis bromas.
-Pues ¿Quién va a ser? El príncipe de la bella durmiente. Guapo, cantarín, con mallas...
-Eres un loco sin remedio.
-Un loco tullido sin remedio.- Lo corrijo. - Me estoy helando, haz el favor de pasarme los gayumbos.
Rodrigo me los tira al regazo. Me ofrece su ayuda (como siempre) para vestirme, pero bastante humillante es mi vida como para añadirle la humillación de que me tengan que vestir. Así que me dedico a hacer malabares sobre la silla de ruedas hasta que Rodrigo me ayuda cogiendome bajo los brazos y alzandome lo justo para poder ponerme la ropa interior.
-Necesitarías a alguien que te ayudará con esto.- Lo dice mientras me sube los pantalones, lo cual no resulta lo más alentador del mundo.
-Estoy bien, con María me basta.
-María está vieja, ya no puede cargar contigo como cuando eras un niño.
-Ya... Ya lo sé. Pero no quiero más niñeras, de verdad que estoy bien.- Me termino de poner la camiseta y hago rodar mi silla de ruedas fuera del baño, hasta mi habitación.
-Dante...- Por la forma en la que suspira mi nombre sé que no me va a decir nada bueno.- Quería decirtelo con Mónica delante, pero ella pensó que lo mejor sería que lo habláramos ambos en privado...- Hizo una pausa en la que sus zapatos de vestir marcaron el ritmo de sus pasos nerviosos sobre la tarima.
-Rodrigo...
-Está bien... Mónica está embarazada.- Lo suelta tan de golpe que me veo obligado a parpadear, desconcertado.
-...Vaya... Y... ¿Fue buscado?
"Idiota, Idiota, idiota... Me gustaría darme de golpes contra la cómoda."
- La verdad es que fue toda una sorpresa, pero sí, estábamos buscándolo.
-Entonces no sería tanta la sorpresa, ¿No?
- La verdad es que no esperábamos acertar tan pronto, pero estamos felices y nos encantaría compartir nuestra felicidad contigo.
-Va...Vaya... que considerados.- El tono sarcástico de mi voz no impide a mi hermano seguir con el tema.
- Nos gustaría que fueses el padrino de nuestra boda y de nuestro pequeño.
-...
-Con lo bocazas que siempre has sido y ahora te quedas sin palabras.
"No, no y no. De ninguna manera me voy a denigrar de esa forma, bastante tengo con que me pusierais los cuernos acostandoos en mi propia casa. Lo último que me faltaba es ser vuestro padrino de bodas además de el padrino de vuestro pequeño engendro. Jamás. "
- Me haría muchísima ilusión que dijeras que sí.
- No tengo pareja para que sea la madrina.
- No hay ningún problema, Mónica tiene una amiga a la que le hemos ofrecido ser la madrina. Y... Está soltera.- El modo cantarín con el que pronuncia esto último hace que me den arcadas.
-Y yo soy un jodido minusválido que apenas siente nada de cintura para abajo, creo que eso es aliciente suficiente para que ninguna mujer cuerda se acerque a mí.  Pero gracias por la oferta.
- La palabra minusválido está en desuso por su connotación  negativa ahora se dice...
-Persona con diversidad funcional, lo sé, te lo dije yo. Pero odio lo políticamente correcto.
-Desde que estas en esa silla odias demasiadas cosas.
-Ya...
- Acerca de Marga...
-¿Quién coño es Marga?
- La amiga de Mónica.
-Así que no has terminado con el tema.
-Es masajista...
-Puede que la contrate para que me haga la rehabilitación, seguro que le pone muchísimo.
- Las cicatrices son sexis.- Lo dice alzado las cejas con intención.
-¿Recuerdas que estoy imposibilitado?- Con las cejas hago un gesto elocuente hacia mi entrepierna.
-Puede que tan sólo necesite un meneo.
-Tu si que necesitas un meneo a ese cerebrito que se estancó en la pubertad.
-Touché.
Oigo sus pasos alejarse y la puerta de mi habitación al abrirse, el olor de los famosos bollitos de manzana y canela de María sube por las escaleras e inunda la estancia.
-¿Cuento contigo, Dante?
Cierro los ojos e inspiro con hastío.
-Claro.
- Eres el mejor, hermano.
Cuando cierra la puerta me permito respirar hondo. Paso las manos por mí pelo largo y enredado, palpo la tela del chándal de algodón, la tela de las rodillas está gastada del uso. Es reconfortante tener algo que me recuerde quien era.
La camiseta tiene un estampado en vinilo en el centro del pecho, sigo el contorno del dibujo con los dedos. Un trébol de cuatro hojas, de un viaje a Irlanda. Me la regaló Mónica. Mierda. Tiro de ella con ambas manos hasta rasgarla. Tengo que luchar contra los jirones de camiseta para deshacerme de ella. Con rabia, me la quito a tirones, entonces tiro los restos de la camiseta al suelo y me llevo las manos a la frente, asqueado.
La puerta de la calle se cierra de un portazo y oigo el crujido de las ruedas del Jaguar de Rodrigo al derrapar sobre la gravilla.
-María... ¡¡¡María!!! - Rujo como un león amordazado.
-Señorito Dante...- Jadea la buena de María desde el piso de abajo.
-Cancela la comida con Carlos, dile que estoy indispuesto.
-¿Se encuentra mal, señor?
-Sólo enfermo, María, me siento enfermo, como siempre.

InmarcesibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora