Dolor. Dolor e ira. Son lo primero que siento al despertar. Estoy cansado, terriblemente cansado, y hambriento, me recuerda mi estómago entre rugidos.
Hago fuerza con los brazos para deslizarme desde la cama a la silla de ruedas. Cada vez es más fácil, y eso, en lugar de animarme, me hunde más. El saberme atrapado en este cuerpo de títere con los hilos cortados me está matando.
Intento, como siempre, olvidar mi situación y centrarme en el ahora. Sé que es la única forma de continuar.
Hago rodar las ruedas de mi silla hasta la puerta y de ahí, al pasillo. Han colocado un ascensor que me lleva directamente al pasillo central de la planta baja.
-María.
-Señorito Dante, me sorprende verlo levantado tan pronto.
-Ya...
Antes me levantaba a las seis de la mañana para ir a correr, después llegaba, desayunaba y me iba con la bicicleta o los patines. Siempre he sido un alma inquieta, ahora lo único que hago es ir de la cama a la cocina y viceversa.
-He hecho crepes.
-Ponme dos, estoy hambriento.
Dos crepes recubiertos de chocolate y un café. No tardo en atacarlos con ganas.
-Se va a poner redondo, señorito.
María apoya las manos sobre la encimera con un palmetazo que cjasquea en mis oídos sensibilizados. Su moño canoso y prieto, redondo como una castaña y su adelantar de lunares es lo más cerca que estaré nunca de llamar a algo hogar. También su cara llena de arrugas y manchada por el sol, sus ojos pequeños, oscuros y vivarachos. También sus vestidos con estampados florales. No me hace falta mirarla para saber que siendo domingo, llevará el vestido de flores Rojas.
-¿Hoy no vas a misa?
-No.
-No tienes que preocuparte por mí.
-Lo sé.
-Anda, hazme el favor y ve
-Rodrigo me dijo lo de Mónica.- Lo suelta de golpe, como un exabrupto.
-¿Y...?
-¿Y...? ¿Es lo único que vas a decir acerca del tema?
-Si ellos son felices, yo no tengo porque no serlo.
-Dante... cariño, te he criado desde que eras un chiquitino. No me vengas con pamplinas.
-No sigo enamorado de ella, si es lo que me quieres decir.
-¿Y con Rodrigo?
- Rodrigo es mi hermano y, para bien o para mal, siempre lo será.
-Eso no responde a nada.
-No importa, María. Todo ha terminado, no merece la pena llorar sobre cenizas.
La conversación parecía más que terminada, pero María, traqueteando con los platos y colocando los enseres con medida brusquedad expresaba así su disconformidad por no obtener más respuesta del asunto.
- Deberías salir con tus amigos.- La réplica extendida durante los muchos meses por mí automarginación volvió a bombardearme desde los labios de la buena de María.
-Y tú deberías ir a misa o se te hará tarde.- Mí voz restalla con brusquedad, odio hablarle así, porque en el fondo sé que es la que menos se lo merece, pero no puedo más.
-Dante...
-Estaré en el estudio.Me deslizo hasta el escritorio y poso mis manos sobre las teclas de la máquina de escribir. El chasquido de las teclas al escribir calma mi nervios crispados. Palpo con cuidado casa tecla, pulsandola con suavidad mientras deslizo las yemas de los dedos hacia la siguiente. El ejercicio con las manos me calma y hace que una parte de mí desconecte. Empiezo a sentirme más en paz conmigo mismo cuando unos golpes insistentes a la puerta hacen que pierda el hilo de la narración.
-Adelante.
-Dante.
-Carlos...
Las duras suelas de sus zapatos de vestir chasquean contra la tarima hasta llegar enfrente de mi escritorio. Arrastra una silla y oigo el crujido del cuero del asiento al sentarse.
-Faltaste ayer a nuestra comida.- Aunque sea una réplica, suena despreocupada y vanal, como si estuviera hablando del tiempo.
-Ya, no me encontraba bien.
-María me dio tus excusas, ¿Hasta cuándo piensas que te van a funcionar?
-Con suerte, si no es mucho tiempo (lo que creo más que probable), hasta que me muera.
-¿A qué estás jugando, Dante?
- La última vez que jugué me partí la crisma, ya no juego.
El suspiro de resignación de Carlos es lento y profundo.
-Sé lo de Rodrigo.
"Lo sabía, seguramente yo era el único mentecato que no estaba enterado. Como siempre."
-¿Y...?
- Me preocupas.
-Ya...
- La indiferencia fingida y esa actitud insolentemente indolora no engaña a nadie. Sé que estas jodido, pero sí no te dejas de idioteces nadie podrá ayudarte.
- Es que nadie puede ayudarme.- Lo corrijo con retitín. Aunque sé que lo hace de buena fe odio que me trate como el mostruito tullido y malherido que soy.
-Vale, probemos entonces con otra táctica. - El cuero del asiento cruje cuando se inclina hacia delante.- Vámonos de fiesta está noche.
Lo dice como si fuera el maldito plan más brillante del mundo.
-Estás loco.- Me tengo que reír de su ocurrencia, tal disparate es casi imposible que haya podido salir de los labios de mi amigo.
- Lo digo totalmente en serio.
-Vaaayaa... Permíteme, querido Carlos que llame a mi psicóloga para pedirte cita con ella.
-Dante, en serio, ¿Cuánto tiempo llevas encerrado en esta casa?
-...
- Que no sea para ir al médico.
-Siete meses.
-¿Y eso te parece normal?
-¿Y qué es normal en mi vida, Carlos? Por el amor de Dios, me he convertido en el monstruo de Frankstein.
- Si te cortaras esos pelos de Tarzán hormonado estarías más potable, la verdad.
-Ja Ja.
-Hazme un favor, como amigo y como hermano.- Levanto la cabeza hacia él, sabe que cuando habla así no puedo decirle que no.- Vamos está noche a cualquier pub, un par copas y volvemos. Palabra de boy Scout.- Escucho una palmada y se que se ha dado un golpe contra el pecho para hacerme saber que lo dice de corazón.
-Bueeeno.
-Eso incluye vestirte como una persona normal y no gruñir a la gente, Mr Grinch.
-Palabra de boy Scout.- Me doy una palmada en el pecho y casi puedo ver su sonrisa reflejandose en la mía.
"Puede que no sea tan terrible", me digo a mi mismo mientras ruedo camino a mi habitación diciéndome que podría ser peor y lo recuerdo, "Sí, definitivamente, podría ser peor." El recuerdo del accidente hace que me duela la cicatriz de la cabeza y el último recuerdo antes de perder la lucidez. El grito de alguien llamándome antes de caer al vacío.
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Inmarcesible
General Fiction*Inmarcesible: que no se marchita. Inmarcesibles son los recuerdos, los sabores, los olores. Inmarcesible es el firmamento y las grandes cosas, así como algunas de las más minúsculas cosas que existen. Pero no de las cosas ordinarias. Nada ordina...