El timbre suena initerrumpidamemte durante más de siete minutos. Lo vuelvo a intentar, pero no tengo fuerzas para levantarme.
-¡María!
No oigo los pasos de María (debe ir en zapatillas), pero sí el sonido de la puerta al abrirse, seguido de la chirriante voz de mi hermano voceando mi nombre desde el pie de las escaleras. Sus pasos resuenan contra el mármol al subir apresuradamente las escaleras e irrumpir sin avisar en mi habitación. Se avalanza sobre mi cama.
- No me jodas, Rod.- Le gruño mientras me tapo la cabeza con la almohada.
-Vamos, viejo cascarrabias...
-Siete años, Rod. Siete puñeteros años nos separan.- Le espeto con inquina.
-Vaaamosss. Vístete, quiero que me acompañes a un sitio.
-No.- La pereza es la dueña y señora que domina mi cuerpo y toma las decisiones por mí.
-Eres mi padrino, tienes que acompañarme...- Insiste Rodrigo mientras zarandea mi cama.
-¿Te casas hoy?
-No.- Responde él, desconcertado. Nunca ha sido el más espabilado.
-Entonces aún no ha llegado mi día.- Le espeto, revolviendome entre las sábanas.
-Quiero que vengas para probarmos los trajes.- Su tono suplicante me hace dudar aunque no quiera.
-Ufff...
-Vamos, perezoso...¿Quieres que sea yo quien te vista?
- Que te jodan.-Le espeto, cansado.
-Menudo piquito de oro que tienes.-Se queja mi hermano.
-Estás a tiempo de buscarte otro padrino.- Le ofrezco.
- Te espero abajo.- Dice ignorandome, mientras, de un salto que me hace botar en la cama, se pone en pie.- Quince minutos.- Me da de ultimátum, suspiro ruidosamente e intento prepararme mentalmente para una tarde de tortura.***
Acaricio pajaritas de terciopelo y corbatas bordadas. Camisas con chorreras y gemelos de todas las formas, tamaños y materiales habidos y por haber. Menuda majadería.
-¿Qué prefieres, corbata o pajarita?
-Corbata.- Contesto sin dudar, me niego a llevar un lazo aterciopelado al cuello como si fuera un gato.
-¿Bordada?
-¿Me ves llevando una corbata bordada?
-Son el último grito.
-De Munch.
-Ja, ja. En fin... Los colores tienen que ser pasteles.-Me informa.
-...
-¿Rosa o verde?
-Dada la situación le pegaría más el Rosa, a juego con el color de vuestras almas en consonancia.- Mascullo con sarcasmo.
-Dan...
-Verde.-Suelto con un suspiro.
-Gracias.
Aprieto los labios, aguantando las ganas de gritar. Hay tantos gritos en mis silencios que agradezco el que nadie los pueda escuchar.
-Sólo quiero que te impliques un poco ¿vale?
-Entonces que sea Rosa, el verde pálido no queda bien a nadie.-Me corrijo.
-Pastel.- Me corrije.
-Eso.***
La tarde se convierte en una sucesión de preguntas y respuestas acerca de telas, colores y tallas de todo tipo de prendas y complementos de los trajes masculinos. Al final, tras tantas agotadoras sesiones de vestuario, nos dirigimos a un bar cercano a tomarnos unas cañas.
-Dan...- Murmura Rodrigo a la entrada del bar.- No hay rampa.
-No importa, iremos a otro.- Contesto con indiferencia, aunque por dentro se me remueva algo.
-Puedo ayudarte a subir...-Me ofrece.
-Está bien, Rod, iremos a otro.- Sé que no me lo ha dicho con mala intención, pero odio ver como mi hermano menor se comparece de mí.
-Puedo subirte en volandas, en serio...
- No, Rodrigo.
-No pasa nada, en un segundo estaremos dentro.- Las manos de Rodrigo aferran mi silla con firmeza y tira para levantarla.
-Sueltala.- Le ordeno, aterrado, Rodrigo no obedece, el corazón me martillea dentro del pecho y parece que se me va a salir. Oigo voces de hombres en la dirección del bar y sé que nos están observando. La ira me embarga y siento como bulle y explota dentro de mí. Con todas mis fuerzas, empujó a Rodrigo en el centro del pecho.
Mi hermano cae al suelo y hace que mi silla vuelque. Doy un par de vueltas por el suelo y caigo desde la acera hacia la calzada. El sonido de un claxón me alarma, ruedo hacia un lado, pero no es suficiente. Unas manos tiran de mí, oigo el frenazo del coche. Me han sentado en la calzada y quien quiera que haya sido, me está abrazando con fuerza, empapando mi camiseta con sus lágrimas.
-¿Rod...?-Pregunto sin aliento. Terriblemente desorientado y con ganas de vomitar.
- No, Dante, soy yo.-Su voz suena distorsionada por las lágrimas y porque tiene la cara enterrada en mi cuello. Aún así la reconozco, y no puedo evitar que mi cuerpo se tense y por un segundo, se me olvide como respirar.- Soy Mónica.
- No... No me dejes.- Murmulla mi inconciente, desalentado,desde la parte rota de mi mente. Estoy mareado. Muy mareado. El mundo me da vueltas.
-Nunca.- No sé si es ella o la mujer de mis recuerdos la que me habla, pero estoy cayendo y eso ya no importa.
Es entonces cuando mi mente cae al vacío y a la más densa y absoluta oscuridad.
Con su voz, con los recuerdos, con el accidente, con todos los ruidos dentro de mí cabeza pidiendo que los libere... Pero ya es tarde, ya son libres.

ESTÁS LEYENDO
Inmarcesible
General Fiction*Inmarcesible: que no se marchita. Inmarcesibles son los recuerdos, los sabores, los olores. Inmarcesible es el firmamento y las grandes cosas, así como algunas de las más minúsculas cosas que existen. Pero no de las cosas ordinarias. Nada ordina...