Capitulo 9

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Mikayla se acurrucó en el abrazo de Lachlan. Estaba sudorosa y pegajosa, y todo estaba empezando a secarse en lugares incómodos. Nunca había sido tan feliz de oír la ducha abierta en toda su vida.

Lachlan la ayudó a ponerse en pie y le tomó la mano para ayudarla a equilibrarse mientras entraba en la ducha. Volvió la cara hacia el agua tibia, dejando que la relajara de la cabeza a los pies.

Después de un momento sintió pasar a Lachlan tras de ella. Aliviada, contenta, y ya necesitada por el hombre que se le había negado por tanto tiempo, se dio la vuelta y envolvió sus brazos alrededor de su cintura.

—Gracias —susurró.

—Pequeña —rió entre dientes mientras le extendía champú en el pelo—. Acabo de ver cómo haces el amor con mis siete hermanos. ¿De verdad crees que sería capaz de resistir después de eso? —Ella se encogió de hombros, no estaba dispuesto a admitir que en realidad había pensado que podía. Había sido tan fuerte, tan obstinado en los últimos meses que en realidad no sabía qué creer—. Aunque —dijo en una risita—, creo que tal vez voy a evitar los cuartetos. Dios, pensé que Peter iba a caerse de la mesa, se reía tan fuerte.

Ella se rió de eso. Se había sentido algo extraño, considerando que el hombre tenía su polla en el culo en ese momento, pero el orgasmo había sido bastante esclarecedor.

Se quedaron en silencio por un momento.

—Lachlan, sabes que el aborto no fue culpa tuya, ¿verdad?" —dijo esas palabras lentamente, no queriendo romper el ambiente, pero finalmente sintiendo que el momento había llegado. Necesitaba saber qué lo había apartado de ella durante los últimos meses. Lachlan había sido reticente a hacer el amor con ella cuando estaba embarazada, pero no habían tenido relaciones íntimas en absoluto desde su aborto involuntario.

—Lo siento, yo no estaba allí para ti —dijo. Se veía tan triste que por un momento no pudo formar palabras. Había estado bastante segura de que su naturaleza protectora le había hecho sentir como si la hubiera decepcionado, pero confirmarlo le hacía sentirlo más por él.

—Estuviste —dijo. Él arqueó una ceja con incredulidad—. Lo que quiero decir es que estabas en el planeta helado rescatando a Brock. Estabas exactamente donde necesitaba que estuvieras en ese momento. —Él asintió con la cabeza como si no había pensado en ese ángulo. Sabía sin sombra de duda de que habría estado con ella si las circunstancias lo hubieran permitido.

—Pero sigo lamentando no haber estado allí para ti.

—Bueno, ¿qué tal la próxima vez que quede embarazada —dijo mientras trataba de tragarse su miedo a otro aborto involuntario—. Tú y el resto de mis maridos aseguraos de permanecer en el mismo planeta conmigo.

—De acuerdo —dijo con voz áspera mientras le tocaba la cara con las yemas de los dedos—. Te amo, Mikayla.

—Yo también te amo, Lachlan.

Ella le dio un beso suave en los labios, y él la metió bajo el agua, le enjuagó el champú del pelo, y después le enjabonó la espalda y los hombros. Se arrodilló, tomándose su tiempo para lavarla de una forma que sólo un Dom consideraría su deber, y luego se puso de pie y rápidamente se lavó a sí mismo.

Unos minutos más tarde, con las piernas cruzadas sobre la cama, Lachlan se sentó detrás de ella para secarle el pelo más a fondo.

—Debería azotarte el culo por mentir —dijo mientras tiraba de su pelo lo suficiente para conseguir su atención.

—¿Mentir? —preguntó con voz chillona. Pensó que la única vez que no estaba buscando una paliza, se las arreglaba para ganar una.

—Sí, mentir. ¿Creías que me engañabas, pequeña?

Ella se encogió de hombros, no queriendo cavar su propio hoyo.

—¿No vas a tratar de convencerme de que estoy equivocado? —preguntó mientras la empujaba hacia adelante para que los hombros y la cara descansaran sobre el colchón y su culo quedara levantado en el aire. Le pasó una mano tibia por el trasero, acariciando la carne, con la amenaza de un latigazo.

—Bueno, estaba afectada por el almizcle en cierto modo.

Él gruñó y se inclinó sobre ella para reír en voz baja al oído.

—¿Y cómo te diste cuenta de eso, pequeña? —Él presionó su polla dura contra su culo, y ella tuvo problemas para recordar la maldita pregunta.

—Mis maridos necesitaban ayuda y, bueno eh ... —Ella gimió mientras frotaba su pene de arriba a abajo en su raja—. Um ... no podía dejarlos así con otras tres mujeres a punto de aterrizar en el planeta.

—Ya veo —dijo él, deslizando lentamente su polla en su coño—. El almizcle te hizo territorial, y has tenido que luchar por tus hombres.

Salió de ella y volvió a entrar lentamente.

—Eso es correcto —se las arregló para jadear—. Yo estaba protegiendo a mis hombres al igual que todos vosotros me protegéis a mí.

Él montó su coño, golpeándose las pelotas contra su piel y luego permaneció quieto.

—Así que el sexo con Bryce y Brock que no fueron afectados por el almizcle fue ¿qué? —Sintió el aleteo de sus músculos alrededor de su invasión, mientras trataba de concentrarse lo suficiente para no admitir su engaño. Ella gimió cuando él se retiró de ella por completo y luego pulsó de nuevo con dureza—. Dime —se burló—. Explícame cómo estabas protegiendo a Bryce y Brock con un polvo muy duro, tanto que apenas podía moverme después. —Él se rió entre dientes en su oído—. Dime cómo sabías que follarte a los demás en el laboratorio de la manera que lo hiciste sería poner fin a su lujuria.

Ella gimió cuando él empezó a penetrarla más duro, más profundo. Jadeó cuando clavó su polla dentro de ella, presionando su clítoris con fuerza contra el colchón.

—Dime otra vez —jadeó al oído, de repente muy serio—. Dime otra vez lo mucho que me amas.

Su orgasmo comenzó antes de que pudiera pronunciar las palabras, y Lachlan se sumergió en ella una y otra vez mientras su excitación crecía. Gritó cuando cada músculo de su cuerpo se estremeció con su liberación. Jadeó cuando sintió su semen profundamente en su cuerpo, y sintió derrame lágrimas de sus ojos cuando le susurró cuánto la amaba.

Sacó su polla de su cuerpo y rodó encima de ella con cuidado.

Sus dedos calientes secaron las lágrimas en su rostro, y su voz suave declaró una vez más.

—Cuéntame.

—Te amaré hasta el fin de los tiempos. Eres mío, Lachlan Davidson, y no lo olvides nunca.

Él sonrió, se inclinó para besarla suavemente, y luego la arrastró hasta sus brazos. Permanecieron en silencio juntos por un momento, pero luego él se echó a reír y dijo—: No creo que esto te salva de la paliza. Me mentiste, pequeña, por lo que tendrás que pagar mañana.

Ella se acurrucó más cerca. Apenas podía esperar.

Los hombres de Mik 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora