Au-Vampiros.
Tsunayoshi no podía regresar el tiempo y no podía cambiar lo que era.
Kyoya odiaba a esos seres y los mataría sin dudar.
Giotto se culpaba por su pasado y le dolía el pecho al recordar que no era como los demás.
Alaude quería eliminar...
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Tsunayoshi se acercó al azabache que yacía en el suelo y sus lágrimas cayeron con fuerza.
--Kyoya –el castaño se acercó al cazador y se dejó caer de rodillas a su lado--. Kyoya.
El azabache abrió sus ojos y sus labios temblaron.
--Perdóname –Tsuna acomodó la cabeza del azabache sobre su regazo--. Perdóname por meterte en esto y que el pago fue tu vida, perdóname.
--No hay nada que perdonar –Kyoya murmuró con dificultad y tragó saliva--. Todo valió la pena, todo valió la pena y eso hace que no me arrepienta de nada.
--Realmente quería mostrarte a mí yo verdadero, Kyoya –el castaño acarició la mejilla del contrario y sollozó--. Realmente quería estar a tu lado para siempre.
--Ya me mostraste tu yo real, herbívoro –el azabache confesó--, todas tus facetas forman tu yo real, y todo eso te hace el ser más hermoso y más humano de la tierra.
--No puedo ser eso que dices si deje que el amor de mi vida muriera frente a mis ojos –Tsuna alzó la voz y sacudió la cabeza--. Se suponía que después de esto te diría que quería estar contigo durante tu vida de humano... yo te quería decir que...
--Shh –Kyoya tocó los labios del castaño y sonrió--. No digas nada y solo déjame ver tu rostro.
Tsunayoshi negó con la cabezs y lloró con más ganas.
Y volvía a perder todo, lo que más amaba y por manos del mismo desgraciado. Perdía todo aquello importante y desgraciadamente no podía volver el tiempo, pero quería hacerlo, volver el tiempo significaba que tal vez podía salvar al humano que se volvió su persona favorita después de 300 años viviendo en amargura. Aquel humano que le había mostrado que mientras tuviera vida, sin importar que esta fuera eterna, había otra oportunidad de ser feliz.
Pero esa felicidad estaba muriendo frente a sus ojos.
Por otro lado estaba Giotto y Alaude que sufrían con lo mismo.
--No me dejes, Alaude –el rubio acarició el rostro del cazador con dedos temblorosos--. Prometiste estar conmigo.
--Creo que esta será la primera vez que rompo una promesa –Alaude sonrió--. Me alegro no haber roto la penúltima promesa.
--¿Eh? –el rubio ladeó la cabeza sin entender.
--Esa noche, hace algunos años, en la que te conocí en aquella taberna –el rubio platicado recordó--. Me gustaste desde la primera vez que me hiciste reír con tus tontas y dramáticas ocurrencias, después fuiste el primero que me hizo sentir bien cuando me dejaste abrazarte. Cuando la mañana llegó me dijiste que tenías que irte lejos y por un largo tiempo, entonces yo te dije que no importaba que tan lejos estabas yo haría lo que estuviera en mis manos para encontrarte y me siento afortunado de haberlo hecho.