CAPÍTULO 6

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Karla

La imagen frente al espejo me revela la violencia con que fui atacada en casa de Lauren. Los golpes, las magulladuras en mi cara y la herida de bala en mi costado me hacen lucir enferma y cansada.

—¿Cómo te sientes? —John coloca un vaso de agua sobre la mesa mientras acomodo mejor mi playera bajo su exuberante escrutinio.

Han pasado tres días y aún no sé cómo sentirme ante las revelaciones que me dieron en casa de esos tipos.

—¿Encontraste información? —desvío el tema.

El chico de cabello platinado suspira y se cambia de postura para ver su computadora.

—Me dijiste que revisara la matricula del auto que salió del departamento, ¿cierto?

—Sí.

Teclea en su computadora, no sin antes beber de su vaso de refresco y hacer ese tonto ruido con el hielo.

—Mmn... El auto se detuvo a las diez cincuenta en el aeropuerto —señala con su dedo. La uña pintada de negro —No se a movido desde entonces.

—¿Alguien salió de ahí?

Vuelve a teclear para que se aprecie como un hombre sale del auto poniéndole seguro y perdiéndose del otro lado de la calle. Desde entonces nadie a vuelto, eso quiere decir que ha pasado una semana. Una semana desde que el tal Julio me disparó; dos días siguientes sin despertar y tres de recuperación en casa. Maldita sea, en esa semana pueden pasar muchas cosas.

Me giro para irme, debo investigar de que se trata todo esto.

—¿A dónde vas?

—Debo ir averiguar.

Tengo que saber que hicieron con ella.

—Espera, espera. No piensas ir tú sola, ¿cierto?

—Sí.

Cargo mi arma y la mentó en mi mochila junto con mi celular y mi billetera que creí a ver perdido.

—Apenas si puedes caminar, ¿cómo piensas ir tu sola a ese sitio?

—Me las ingeniaré.

—No, yo te acompaño.

—Ni lo sueñes.

Se mueve rápido para bloquearme el paso colocando su cuerpo contra la puerta de metal.

—John, quítate.

—No —extiende sus brazos a cada lado de su cuerpo —Me niego a que me uses otra vez y no me quieras decir nada.

—Esto es peligroso, tú solo eres mi informante.

—Pero soy quien te a salvado el trasero, así que no me vengas con esa mierda ahora.

Miro al chico. Su altura me rebasa por casi cuatro centímetros y en mi condición dudo de que pueda ganar una pelea justa con él.

—Está bien. Pero te quedas en el auto sin decir ni hacer nada, ¿entendido?

Hace ese típico gesto militar con sus manos que me fastidia cada vez que se quiere pasarse de listo.

—Sí, jefa.

Se hace a un lado para que pueda salir por fin de la bodega abandonada que utilizamos para reunirnos. Apaga las luces y nos dirigimos a mi auto a pasos lentos tratando de que nadie nos vea.

Le entrego las llaves de mi auto al pasar a su lado para que conduzca él. No tengo ganas de hacerlo yo, por lo que se emociona abriendo sus ojos y sonriendo feliz al escuchar el motor de mi camaro rugir.

En Ti Confío; Camren [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora