CAPÍTULO 7

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Karla

—Pasajeros con destino a Ciudad de México, por favor de abordar la sala cuatro.

El intercomunicador vuelve a repetir las misma palabras en diferentes idiomas causando que muchas personas —incluyéndome—, se levanten de sus asientos y caminen en esa dirección.

Debo estar segura de que es la correcta, así que reviso el boleto en lo que arrastro mi maleta, pero no me doy cuenta de la persona que camina en sentido contrario y termina chocando conmigo.

—Lo siento —me disculpo —No lo he visto acercarse.

—No se preocupe, señorita... ah es usted.

Mis ojos se abren como platos al reconocer al seguridad del estacionamiento, y el hombre parece notarme también.

—Hola, ¿vuelve a salir de viaje? No pensará dejar el auto, ¿o sí?

Ambos reímos, pero yo más de los nervios al no esperar encontrarlo ahí.

—No se preocupe está vez me han traído —le digo —No pienso pasar por lo mismo otra vez.

—Qué bien. Por cierto, tiene mejor aspecto su rostro.

Me sonrojo.

—Es verdad.

—Es un gusto verla de nuevo. Qué tenga buen viaje.

—Sí, hasta luego.

Vuelvo a poner mis pies en marcha tirándole una ojeada al hombre que se detiene en otra esquina hablar con un seguridad más. Tengo que moverme rápido para perderlo de vista, así que camino entre la gente hasta llegar al sitio de abordaje.

—Buen día —la mujer revisa el boleto con sus manos enguantadas —Puede avanzar, señorita Estrabao. Una de las azafata la guiará a su asiento de primera clase. Qué disfrute el vuelo.

—Gracias.

Entro al avión y tal como dijo una mujer de nombre María me recibe con una amplia sonrisa. Lleva tacones y traje de color celeste. Me pide que la siga hasta mi asiento y eso hago. Cuando creo ya estar cómoda me relajo esperando que las cinco horas de vuelo sean lo bastante buena y tranquilas hasta mi destino.

—¿Gusta una cobija y una almohada señorita? También contamos con  comida, y algo de beber.

Levanto la mirada y me encuentro a María otra vez. Lleva un carrito con esas cosas.

—La almohada esta bien, por favor.

—Aquí tiene.

—Gracias.

Prácticamente abrazo la almohada en cuanto la recibo porque deseo dormir. Espero paciente que despegue el avión para desabrochar el cinturón y una vez el silencio llega a la cabina me duermo.

—¿Señorita?

Pego un salto cuando tocan ni hombro, y me veo sujetando el traje de la mujer en mis manos.

En Ti Confío; Camren [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora